A la mañana siguiente cuando acudí al despacho del inspector Garro estaba sumido en la confusión. La noche anterior, después de despedirnos, había recibido un soplo de un confidente que se negó a identificarse. Sólo dijo que era un vecino de la Zurriola que poseía información valiosa de su antigua amistad con Iñaki Pradera. Continue reading