Antes de ir al frontón me tomo un buchito de café La Llave, me dicen que es mejor que Bustelo, la marca que tomábamos en mis tiempos de Tampa.
Estoy contento por doble motivo. Paseando por la urbanización con mis nietos he conocido a una señora que a su vez paseaba con otro niño. Le pregunto y me dice que es colombiana. Vino a este país hace 37 años y lo hizo de una manera peculiar.
Una prima suya que vivía en New Jersey le mandó 2.000 $ para que se viniera de Colombia. Contactó con una red de trafico de personas para facilitarle la travesía. Caminó, viajó en bus y en automóvil. Una vez en la frontera entre México y los EE UU, atravesó de noche el río Grande en un neumático de camión. Los coyotes esperaban y a ella, la única mujer del grupo, la condujeron por un desierto de Arizona. Caminaron toda la noche, solamente se detuvieron dos veces para echar un trago de agua de la cantimplora. Al amanecer, llegaron a una bifurcación donde les esperaba un auto que les condujo hasta Houston (Texas). Descansaron en un hotel y de allí los distribuyeron por destinos. Chicago, Los Angeles o a New Jersey, en el caso de María. Continue reading