Tras una partida de golf nefasta. Intento olvidarlo. Me refugio en la escritura. Voy a la cafeteria del club. Al poco llega una cuadrilla de jugadores locales. Vienen de jugar en Larrabea, Araba. Hablan todos a la vez. Piden cervezas y alguno un chupito de orujo. No hay manera de concentrarse. Cojo la tablet y me voy al coche. En el mismo parking del campo de golf. Tengo tiempo. En los alrededores del campo de golf reina el silencio. Es un sitio tranquilo. Un sanatorio. Continue reading