Eran las siete y media de la tarde. Caminé sin prisa la distancia que separa el parking de los pelotaris a la entrada principal. La temperatura era de unos 24 grados y soplaba una ligera brisa. Sentía una sensación extraña. Qué hacia yo en un lugar como éste después de casi un año de ausencia. Aquellos días de desconsuelo, de lágrimas y de abrazos. De despedidas. Sin embargo, ahí estaba yo como si no hubiera ocurrido nada. Como si fuera la cosa más normal del mundo. Continue reading