Un encuentro agradable

Mi querido Bandini
Déjame que te escriba sobre un encuentro que mantuve en plena calle con un amigo de la infancia.
Hojeaba un libro de los varios que depositan en una cesta a la entrada de una tienda de Emaús, en la calle Urbieta, la que está frente al parque Araba (las tiendas Emaús venden ropa usada, cacharrería y libros usados, una especie de Goodwill en tu país). Dejan varios libros todos los días, y si alguno te gusta, te lo puedes llevar gratis. El que sostenía en las manos era uno sobre golf, escrito en inglés, el autor es John Feinstein, titulado: ‘A good walk spoiled`. Continue reading

Elizondo y el Beotibar de Tolosa

Rafael Elizondo venía en tren de Andoain (Gipuzkoa) donde vivía y había nacido (1913). De mediana estatura, delgado. Llevaba gafas y el escaso pelo engominado hacia atrás. Cojeaba ostensiblemente. Tenía las caderas destrozadas de tirarse al piso reboteando. Las pelotas para los ensayos las traía guardadas en el pecho para mantenerlas templadas. Continue reading

Jugar en el Jai-Alai de Gernika

Hace años, todavía profesional de cesta-punta, fui a la consulta de un prestigioso psiquiatra de Bilbao. Un tipo que en cuanto lo vi me recordó a Freud, su calva y barba recortada, además de sus gafas redondas.
Me dijo que me tumbara en un diván. Él se sentó a mi lado.
“¿Qué le pasa?”
“Duermo mal y tengo pesadillas”.
“¿Le ocurre a menudo?”
“No, solo cuando me programan para jugar en Gernika. Esa semana es terrible y, para más inri, los días post-partido entro en depresión”.
“¿Depresión?, parece un caso serio”.
Le conté mi sueño, mi pesadilla. Estaba jugando en el frontón de Gernika y lo hacía desnudo. Solamente llevaba las zapatillas puestas, la cesta y el casco. ¡Ah! y la codera. El resto de mi cuerpo como Dios me trajo al mundo. Continue reading

Recuerdos del Beotibar

Ingresar en la escuela de cesta-punta del Beotibar de Tolosa era casi como ingresar en una academia militar, en una universidad o en un seminario. Allí comenzaba una carrera que nunca sabías lo que iba a durar o lo que el destino te iba a deparar. Tal vez, debutar en Madrid y un par de años, mili incluida y a casa; unos cuantos años por Canarias, Zaragoza o Filipinas; o bien, varias décadas en Florida. Aquello era el comienzo de una singladura que de buenas a primeras empezabas firmando un contrato de dos años para debutar en Madrid o en Zaragoza (cómo cambian los tiempos, nada más empezar un trabajo de dos años asegurado). El objetivo perseguido seguía siendo el mismo: aprender el oficio y vivir de la pelota. Continue reading