Bandini, hoy te voy a hablar de un pelotari que en Zaragoza era conocido como Echeverria; en Tampa como Soriano. Todos, sin embargo , le llamaban “Toñito”. Lo del diminutivo sonaba a grotesco porque la criatura pesaba más de cien kilos y medía casi los dos metros. No era un adonis ni su fisonomía se asemejaba a una escultura griega. Algunos jodedores del cuadro, había unos cuantos, decían que su cuerpo era algo parecido a una botella de Coca-Cola. Un día de Halloween se disfrazó de uno de los miembros de la familia Addams y arrasó.
Había algo más sobre “Toñito”. Era el pelotari más popular del cuadro, el que más público tenía, más que Bolíbar, que ya era un decir. Continue reading
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Mugartegi y Ayestaran: Muerte en Manila (3)
Lo que hasta entonces se había visto y se había sufrido en Manila, era sólo una idea inexpresiva de lo que iba a suceder cuando los japoneses sintieron herido el orgullo de su raza por la inminencia de la catástrofe. Los procedimientos y las represalias que llegara a alcanzar extensiones insólitas en el campo de la crueldad ensenada, tornáronse más brutales aún. Sólo viviendo aquellos tormentos creados por los genios de la destrucción, puede creerse que las escenas puedan haberse producido en un siglo pomposamente llamado de civilización y de progreso. Al verse vencidos, al comprender que los norteamericanos regresaban a Manila con un poderío de aire, mar y tierra que parecía una cosa de milagrería y de leyenda, los malditos nipones se dieron a la expansión espiritual de incendiar y de dinamitar manzanas enteras. Quemaban las casas y armados de ametralladoras y bombas del mano, impedían que los indefensos moradores de las viviendas destruidas por las llamas pudieron escapar a la calle. Así se veían achicharradas a mujeres, niños y hombres. Familias enteras perecían apretadas unos contra otros. Los que tenían la audacia de intentar escapar, apenas ganaban la calle era despedazados a sablazos. Los días peores de Manila fueron los comprendidos entre el 3 de febrero y de este año (1945) y el 17 del mismo mes, que empezaron a entrar en la capital las avanzadas del ejército americano. Zonas enteras de frágiles viviendas de madera eran rociadas con gasolina e iban desapareciendo en hogueras gigantescas. Desde distancias considerables podían escucharse los gritos, ahogados a intermitencias dramáticas, por el zumbido de los aviones de bombardeo y por las explosiones, cuyo eco físico estremecía los edificios y arrancaba de cuajo puertas, lámparas y ventanas. Continue reading
Jostaldi de Hondarribia
Son las cuatro de la tarde. Hace mucho calor en el exterior del frontón, el visitante calcula que la temperatura rondará los treinta grados, y eso que sopla una ligera brisa procedente del noroeste. El parking está desierto salvo dos o tres coches. El visitante levanta la vista y en la fachada del edificio lee: JOSTALDI PILOTALEKUA. Unos metros más arriba la brisa ondea una pancarta donde lee: Hondarribia Jai-Alai y el anuncio en tres idiomas informando de partidos todos los viernes, los meses de julio y agost, a las 20:00 horas. Continue reading
Maletina trenean
Hendaiako tren estaziotik abiatu ginen, abuztu hondarreko arratsalde euritsu batean. Aitak lagundu zidan niri, osaba batek nire bidaideari. Hamabost urte besterik ez nuen, bi urte zaharragoa nirekin bidaiatzera zihoan goiherritarra. Urduri nengoen ni, bera nola ote zen sentitzen, ez dakit. Hogeitamar urte lehenago, Hitler eta Franco elkartu omen ziren bertan, horren berri geroago izan nuen. Continue reading