Magaña estaba harto de vivir en la clandestinidad, sin noticias de Cloty y semanas encerrado, custodiado por dos frailes franciscanos, eran para volverse loco. Más para un hombre de acción. El trato exquisito en casa de los Pradera, las tertulias literarias… desmontaba la Luger, la engrasaba y la volvía a montar con los ojos cerrados, como se ata una cesta, mecánicamente. Pasaban los días y él los contaba. Interminables. Necesitaba salir, respirar el aire contaminado de la gran urbe, el ruido del tráfico, la bulla de los vendedores ambulantes. Irse de parranda. Anticipar el peligro y esquivarlo, como lo había hecho en innumerables ocasiones. Continue reading
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Magaña en México
Nos alejamos de Casa Senra y de la cafetería Cloty (escenario de un crimen), dejamos la calle San Francisco y nos adentramos por Berminghan para ir al Hidalgo 56; al inspector Garret le habían dado un soplo.
“La ensaladilla rusa del Hidalgo está tremenda, bastante mejor que la del Ezkurra”.
“Hay que probarla”, le digo. “Me encanta la del Ezkurra”.
“¿Sabías que los antiguos dueños del Ezkurra, uno de ellos al menos, jugaba a cesta-punta?” intento sorprender al inspector que sabe de todo.
“Con el nombre de Balda. La familia era originaria de Navarra, de Saldías, cerca de Leitza. Cazadores de jabalíes. Con uno de ellos llegué a jugar el campeonato de aficionados de Gipuzkoa, yo tenía 11 años. Los torneos de aficionados se jugaban en el frontón Urumea, cerca de la Zurriola. Imagínate cómo cambian los tiempos. Entonces en el campo aficionado en Gipuzkoa no había más que media docena de parejas, todos pelotaris veteranos. Uno era dentista, el otro profesor de auto escuela, bancario o barero como Balda; o zapatero como Xapaterito de Astigarraga. Salvo estos aficionados entusiastas, el resto debutaba como profesional en Madrid, Zaragoza, Barcelona, Palma de Mallorca o Canarias”. Continue reading
Fuga de la prisión
Mientras pide al camarero un plato de chorizo picante me dice el inspector “Garret”.
¿“Sabes que un Aberri Eguna le salvó el pellejo a Magaña?”…
Garrito no deja de ser una caja de sorpresas.
Se reunían en el Toki-Ona. Pelotaris, frailes y boxeadores que se hospedaban en el hostal. “Hay que sacar a Magaña de la prisión”, la opinión era unánime. “Antes de que sea tarde y lo lleven al paredón”. El Vaticano, la embajada española, Hemingway también había hecho alguna gestión. En vano, Magaña seguía preso en La Cabaña y su vida peligraba..
No todos sus compañeros le veían con buenos ojos, algunos no compartían la agitada vida que había llevado. “Él se lo ha buscado”, decían. Continue reading
«Justicia revolucionaria»
Lo trajeron arrastras entre dos soldados. Lo dejaron tirado en el suelo como si fuera escoria. Tenía cortes en la cara, un ojo cerrado; el otro, a medias. Moretones y magulladuras y puede que algún hueso roto. Respiraba con dificultad.
Cuando llegó el padre Arzuaga no lo reconoció hasta que otro preso le dijo:
“Padre, este pobre hombre es un paisano suyo”.
“Ha sido muy duro”, con un hilo de voz Magaña al franciscano. Continue reading
Magaña es detenido
Le veía tan tranquilo al inspector que a veces me daba la impresión de que tenía el caso resuelto y lo único que hacía era jugar conmigo, como un niño travieso que sabe todas las respuestas y no quiere desvelarlas por el momento. No en vano su fama le precedía, haber resuelto los casos más complicados en cuestión de días. Era éste, el del caso “Cloty”, uno más en la lista, me preguntaba. Continue reading