Mi querido Bandini, ya me perdonarás. Hace meses que no te escribo y, hoy por fin, he decidido ponerme a ello. Tengo una buena razón para justificar mi falta de consideración ante un buen amigo. He estado escribiendo un relato, una novela corta. Una historia de un asesinato en una cafetería en Gros, un barrio de Donostia. Continue reading
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El inspector Garret resuelve «el caso Cloty»
Estamos en los postres. No he disfrutado de la comida. Mi ansia de conocer el final de la investigación, no me lo ha permitido. Al inspector le ocurre todo lo contrario. Se lo ha tomado con la calma habitual. Ha saboreado hasta el último bocado de rabas, croquetas, gambas al ajillo y una cazuela de callos y morros. Dejo a un lado la tarta de queso y pido dos cafés al camarero. Continue reading
Magaña en Tijuana: se acerca el final
Después del suceso en el frontón México, pusieron tierra de por medio y aterrizaron en Tijuana. Magaña y Turrillas estuvieron conviviendo con los pelotaris un par de meses.
“¿Por qué apretó el gatillo Turrillas?”, le pregunto al inspector Garret. Continue reading
Tiros en el frontón México
Magaña estaba harto de vivir en la clandestinidad, sin noticias de Cloty y semanas encerrado, custodiado por dos frailes franciscanos, eran para volverse loco. Más para un hombre de acción. El trato exquisito en casa de los Pradera, las tertulias literarias… desmontaba la Luger, la engrasaba y la volvía a montar con los ojos cerrados, como se ata una cesta, mecánicamente. Pasaban los días y él los contaba. Interminables. Necesitaba salir, respirar el aire contaminado de la gran urbe, el ruido del tráfico, la bulla de los vendedores ambulantes. Irse de parranda. Anticipar el peligro y esquivarlo, como lo había hecho en innumerables ocasiones. Continue reading
Magaña en México
Nos alejamos de Casa Senra y de la cafetería Cloty (escenario de un crimen), dejamos la calle San Francisco y nos adentramos por Berminghan para ir al Hidalgo 56; al inspector Garret le habían dado un soplo.
“La ensaladilla rusa del Hidalgo está tremenda, bastante mejor que la del Ezkurra”.
“Hay que probarla”, le digo. “Me encanta la del Ezkurra”.
“¿Sabías que los antiguos dueños del Ezkurra, uno de ellos al menos, jugaba a cesta-punta?” intento sorprender al inspector que sabe de todo.
“Con el nombre de Balda. La familia era originaria de Navarra, de Saldías, cerca de Leitza. Cazadores de jabalíes. Con uno de ellos llegué a jugar el campeonato de aficionados de Gipuzkoa, yo tenía 11 años. Los torneos de aficionados se jugaban en el frontón Urumea, cerca de la Zurriola. Imagínate cómo cambian los tiempos. Entonces en el campo aficionado en Gipuzkoa no había más que media docena de parejas, todos pelotaris veteranos. Uno era dentista, el otro profesor de auto escuela, bancario o barero como Balda; o zapatero como Xapaterito de Astigarraga. Salvo estos aficionados entusiastas, el resto debutaba como profesional en Madrid, Zaragoza, Barcelona, Palma de Mallorca o Canarias”. Continue reading