Joase Mari Goitia, «Goitia II», reside en Tampa, Florida. Como todos los marquineses de la diáspora suspira por pasar unos días en su pueblo natal, en Markina-Xemein, a ser posible en Fiestas del Carmen, el 16 de julio. Jose Mari Goitia vio cumplir su deseo el pasado año. Después de ocho-nueve años de ausencia regresaba a Markina; lo hizo por fiestas. Ese día, 16 de julio, tras cumplir con sus compromisos familiares, acudió al frontón, a la fábrica de vocaciones conocida como: «La Universidad». A presenciar los partidos, saludar viejos amigos, a recordar otros tiempos. El Día del Carmen, el frontón se viste de gala, las gradas llenas, el ambiente magnifico.
Jose Mari Goitia dejó detrás el bullicio del «Prado», las barracas, los puestos de cachivaches, una exhibición de deporte rural jaleada por un comentarista, el claxon de los auto-choques…¿Qué sintió cuando atravesó la puerta del frontón y subió las escaleras? ¿Recuerdos de su niñez? ¿Su primer partido de blanco en esta cancha?… Sumido en sus pensamientos se encontró de golpe con muchos pelotaris de otros tiempos, los suyos. Saludó, entre otros, a Ramón Zarandona y a Rafa Ibarretxe, dos pelotaris de su época, dos durangueses asiduos al frontón el día del Carmen. Abrazó a Ibarretxe. Fue Zarandona, quien al verlos juntos les hizo recordar un campeonato que jugaron el año 1967, 48 años atrás.
El denominado Torneo de Viceases del año 1967 no fue un torneo cualquiera; más bien, todo lo contrario. En esa competición tomaron parte los más jóvenes, los «Viceases», los pelotaris de segunda categoría, las promesas del cuadro. Lo hicieron en la modalidad del mano a mano, en Durango, en el viejo Ezkurdi. Tomaron parte dieciséis pelotaris distribuidos en dos grupos. El primero de ellos, lo conformaban: Irigoras, Aramaio, Goitia, Bereikua, Ereño y Miota. El otro grupo: Altuna, Zarrabeitia, Elguea, Eguia, Ibarretxe y Luis Cuerpo. Nombres ilustres que se ganaron a pulso un lugar en el imaginario del colectivo puntista.
Tras las correspondientes eliminatorias, las semifinales quedaron de la siguiente manera, por un lado: Goitia y Aramaio; por la otra rama: Ibarretxe contra Elguea. El poderoso Goitia, poseedor de una pegada formidable, se deshizo de Aramaio contra todo pronóstico. El de Ondarroa, El Billarista, (apodo de Aramaio puesto por el célebre cronista Aitona), era el favorito en las apuestas, un pelotari precioso, muy técnico, capaz de hacer florituras con la derecha.
Ibarretxe derrotó a su paisano Elguea.
La final entre Ibarretxe (Durango) contra Goitia (Markina), superó todas las expectativas, en cuanto a juego, en cuanto a pasión. Esta última fue tanta que desató la polémica y acaparó la atención de las crónicas de pelota en las que hizo vertir ríos de tinta. Crónicas en las que destacaba el todopoderoso cronista «Aitona», quien pluma en mano se convertía en el mejor vendedor de la cesta-punta, azuzando a unos y a otros, capaz de caldear el ambiente; en definitiva, llenar los frontones
Ibarretxe fue un pelotari precioso, muy técnico, la derecha como arma principal. Manejaba la cesta como maneja el luchador de esgrima el sable. Un pelotari fino y dañino. Sacaba en la single (lo pude comprobar y padecer en Bridgeport) como lo hacen los grandes especialistas. Buscaba la losa superior del frontis, hacía botar la pelota rozando la raya de pasa, para morir al fondo de la cancha, en el ángulo de la pared izquierda y rebote, el lugar donde se inmola cualquier restador por hábil o poderoso que sea. Intuyo que fue ahí, en ese despiadado lugar donde sucumbió el fogoso pelotari de Markina, Jose Mari Goitia. El Ezkurdi era la segunda casa de Ibarretxe, su cancha; más si le das una pelota viva; más conforme avanza el partido y el material, por bajo que sea, va cogiendo viveza y se convierte en aliado del derechista. De Ibarretxe en este caso.
Goitia era la otra cara de la moneda. Pegador, con un poder bárbaro con la derecha. Capaz de atropellar al adversario. De ese tipo de pelotari que llega a pared de rebote con una facilidad pasmosa. Pelotari que, ante un habilidoso, un técnico (como Ibarretxe) busca la pelota muerta y, si no la encuentra, escoge una nueva y va cambiando de pelota cada cinco-seis tantos
La final fue tremenda. El frontón lleno hasta la bandera. Urbieta ejerció de juez de centro con dos chavales de la escuelas de Durango como auxiliares. Aunque el público local era mayoritario, acudió mucha gente de la zona de Markina, los cronistas tuvieron mucho que ver. Acudió también, un grupo de jóvenes procedentes de Markina, se dieron a conocer, portaban una pancarta de ánimo a Goitia II. Sus gritos de ánimo y de protesta escenificaron una imagen insólita en un frontón, en aquellos tiempos (en la actualidad algo habitual). La prensa lo recogió. Aitona fue el encargado de echar mas leña al fuego.
La lucha fue encarnizada, un tira y afloja. La técnica de Ibarretxe contra el poderío de Goitia II. La alternancia en el marcador caldeó los ánimos, más cuando un dejada de Goitia sembró la duda en los jueces, la división de opiniones en las gradas, la protesta entre los asistentes de un bando, el de Markina, al entender que Ibarretxe la había encestado al segundo bote. De la protesta moderada se pasó a la visceral cuando volvió a repetirse la jugada, dejada de Goitia que Ibarretxe llega sembrando la duda de si era a un bote o a dos. Se armó la marimorena en la galería. La división de opiniones en función de la procedencia de los asistentes fue la nota discordante. Nadie quedó indiferente. Como en los grandes enfrentamientos de antaño, donde el honor del pueblo propio estaba en juego, así respondió el público del Ezkurdi.
La polémica en las gradas deslució un partido de por si disputado y de calidad. Dos estilos, dos maneras de entender el mano mano, frente a frente, quedaron relegados a un segundo plano por el enfrentamiento entre las dos aficiones
Llegaron a los últimos cartones con ventaja de Ibarretxe, 24 a 23. El guión condenado a su final alcanzando el clímax. Saque del Durango, resto de Goitia. Ibarretxe encesta de revés y suelta un pelotazo. Goitia intenta entrar de aire con el revés; no lo consigue, la pelota le ha superado y toca recular. Imposible, la pelota es más rápida que las piernas de Goitia II; hace amago de rebotear pero la pelota le rebasa. El partido ha terminado. El público estalla. La mayoría aplaude; una minoría responde con silbidos y gritos de protesta.
Ibarretxe levanta los brazos; a continuación, los dos finalistas se funden en un abrazo. En la grada, la mayoría aplaude con entusiasmo. Un pequeño sector protesta, ruidosamente. Alguno viene a decir: «Josemari, nos han robado el partido». Incluso un cronista escribiría: «Ibarretxe, campeón oficial. Goitia, campeón en méritos».
La esperada final se vio ensombrecida por lo que el cronista Aitona calificó como «Sucesos del Ezkurdi». La reseña de Aitona no tiene desperdicio. Deja bien claro el concepto que existía por aquel entonces en torno a la pelota en general, de respeto, y solemnidad. Expresiones como la de aquel día en Durango, se repiten a menudo en la actualidad en los frontones de mano, nos hemos habituado a ello. A tomarlo como si se tratara de un partido de fútbol. Algo impensable hace una décadas. Pero mejor que sea el propio Aitona quien lo exprese, no tiene desperdicio:
(…) En torno al brote de gamberrismo» descubierto felizmente del Torneo de Viceases entre Ibarretxe y Goitia II».
(…) Es inútil y contraproducente ocultar el mal ni paliarlo. Pero tampoco debemos dejarnos arrastrar a la exageración ni al pesimismo. Fue un brote, un chispazo, un patinazo (no habitual) de un grupo de jóvenes marquineses entusiastas los que se dejaron llevar por el espíritu de imitación, tan contagioso que se «pegó» a los durangueses que también empezaron a contestar, aunque sin pancarta.
Pero no creo que se extienda hasta el punto de hacer temer conflictos cuando se lleguen a montar los duelos Durango-Guernica, que el amigo Castro (cronista de pelota) da como seguro»
Aitona continúa a la carga impregnando su crónica con un sentimiento paternalista muy propio de la época:
(…) CONSEJOS Y SANCIONES
Pesa mucho la tradición. Espero que los padres y amigos mayores de los alborotadores serán los primeros que aten corto a sus cachorros para en lo sucesivo. Lo demás puede y debe hacerlo el público en general, mostrando su disconformidad con los excesos, con suavidad, hasta con cariño y sin violencias, que deben relegarse a último término (y a cargo de la autoridad de la empresa) cuando algún descarriado se encrespe, enseñándole la puerta de salida. Lo autoriza y en cierto modo lo impone el reglamento general de frontones».
LA REVANCHA
(…) «El sábado se anuncia la revancha de la gran final. Con copas o sin ellas, y aún sin sobres, el conflicto de rivalidad profesional vuelve a plantearse, y a presenciarlo volveremos todos, con la ilusión de ver triunfar al favorito. Buena ocasión para observar el efecto de nuestros comentarios (los de todos los cronistas) y los consejos y advertencias de los «mayores» hayan causado en la juventud bullanguera y, naturalmente, expansiva y la reacción (si el caso llegase) del público sereno y sensato. De cara al enemigo, en corto y por derecho.
Abrigo la esperanza de que no se reproducirán los brotes morbosos, salvo que algún derrotista intente «premeditadamente» provocarlos, en cuyo caso se le debería aplicar, ipso facto, la más dura sanción».
SIEMPRE AMIGOS
(…) Y espero también, que sea cualquiera el resultado de la revancha, los dos contrincantes repetirán la noble escena de saludarse y abrazarse cordialmente al final.
Pensemos todos más que nada en el prestigio de la pelota, de nuestro juego vernáculo, de ese deporte único, maravilloso, que conquista y apasiona a las muchedumbres allá donde se da a conocer en su verdadera esencia y en toda su grandeza».
Se disputó la revancha. Ibarretxe venció a Goitia II 25 a 16.