Releyendo «Neuk…!» — las andanzas de Guillermo Amutxastegi– uno de los pasajes y en concreto uno de sus personajes, el viejo Galarraga, me ha traido a la memoria la figura de Elola, de Jose Ignacio, en cuyo honor se está celebrando estos días el II Memorial Elola, en el Beotibar de Tolosa. Este sabado serán las semifinales y el próximo martes, la final.
Guillermo ya tiene su cesta, pero no es para jugar a punta sino a remonte. Una familia que veraneaba en Ondarroa, antes de partir para Madrid, le pregunta: ¿»qué regalo te gustaría que te hiciéramos»? Guillermo no duda un instante:
«Una cesta».
Recibió su cesta, pero para jugar a remonte. Lejos de rechazarla, Guillermo se levanta antes de que amanezca y va al frontón de «Guxurretxe» con su remonte bajo el brazo. En vano, chavales mayores que él lo han ocupado. Escoge una de las calles empinadas de Ondarroa, «Patxa», lanza desde abajo la pelota hacia la parte más alta y, conforme baja, la encesta y vuelve a tirarla, así una y otra vez.
Su padre le plantea, vista su afición, ir a ensayar a Mutriku. «Si para los 14 años no has prosperado, te pondré a trabajar y duro. Ya es hora de que te formalices».
El primer día que Guillermo apareció en el frontón de Mutriku, con su cesta de remonte, al verlo, los numerosos aprendices de pelotari echaron a reírse.
«Busqué un rincón al fondo del frontón, y allí me puse a practicar», recordaba años después Guillermo. Pasaron los días. Cuando menos lo esperaba, el viejo Galarraga, ya retirado de la pelota y que ahora se dedicaba a enseñar a su hijo, le mandó que peloteara con Roke Maguregi y Galarraga menor.
Jugaban con una pelota hecha por Guillermo con trapos, hebras y pedazos de algodón. De repente, la pelota pasó por encima del frontis y fue a parar a una huerta. Por mucho que la buscaron, no apareció. Guillermo se llevó un disgusto tremendo. Lloró, gritó y berreó. Se le acercó Galarraga a consolarle. «No te apures, chaval, yo te regalaré una buena pelota de cesta punta». «Sigue así que llegarás a ser Erdoza menor».
«El viejo Galarraga es una de las personas que siempre he recordado con cariño», señalaba Guillermo convertido en figura mucho años después.
Regresó Guillermo a casa y le contó a a su padre que Galarraga le había regalado una pelota para jugar a punta y, además, le habia dicho iba a ser tan bueno como Erdoza menor…
Una mañana Guillermo se levantó y lo primero que vió fue una preciosa cesta a punta que su padre le había conseguido.
El Galarraga de nuestra niñez fue Jose Ignacio Elola. En esa época no nos regaló una pelota ni nos puso a pelotear con Mateo San Martin, Urreisti, Pistón, Roke Maguregi, Ulazia mayor, Zumalabe, Garagarza, Iturrino…
Elola nos transmitió pasión por la pelota a cesta punta. En conversaciones en su mueblería, en los viajes que hacíamos juntos a Markina, Gernika o a Azpeitia para ver jugar aquellos pelotaris que nos parecían la reencarnación de Erdoza menor, poco más o menos. Nos empapamos de pasión y nos inoculó un virus a prueba de catastrofistas y de mediocridades.
Una vez jubilado fue cuando Elola se convirtió en Galarraga a gran escala, como profesor, confesor y apóstol del jai alai, en definitiva.
El próximo martes, día 8, estaré con él en el Beotibar de Tolosa, para asistir a la final de su «Memorial».
Somos legión los que a pesar del paso de los años recordamos con cariño a Jose Ignacio Elola al igual que Guillermo hacía lo propio con el viejo Galarraga. Se va a notar en las gradas del Beotibar este sábado y el siguiente martes.