Hace un par de semanas fui a Hernani al frontón Galarreta Jai-Alai. Tenía ganas de ver jugar a remonte. Estaban programados, entre otros, Ezkurra y Urriza en diferentes partidos. Dos de las figuras de un cuadro de 28 pelotaris. Siempres es un placer ver jugar a Ezkurra aunque ya no sea el delantero que daba ventajas abismales. Ahora, el número uno en los cuadros alegres es Urriza, un ex palista que triunfó jugando a pala en el campo aficionado y, ya mayorcito, debutó como remontista hasta llegar a donde ha llegado, a la cúspide.
El frontón está impecable, la primera impresión que me produjo nada más entrar. Buena calefacción, luces, un buen servicio de barra, nada que objetar. El estelar había comenzado: Ezkurra jugando. En las gradas apenas unas doscientas personas siguiendo los movimientos de cuatro pelotaris que jugaban a cara de perro. Con tremendo arranque, como nos gusta decir en nuestra jerga. «La mitad no paga la entrada», me dijo Intxaurburu allí presente, un ex remontista estelarista hace dos décadas.
En la línea de corredores conté media docena, apenas cantaban. Nada ver con aquel griterío de otro tiempo no tan lejano. Cuando las voces de los corredores sonaban a música celestial y el ir y venir de pelotas de tenis ocultando en su interior papeletas rojas y azules era constante; ahora es tan esporádico que hasta llama la atención. No es de extrañar que los corredores miraran hacia las gradas semi vacías con cara de aburrimiento.
Cómo es posible, me preguntaba a mi mismo, una especialidad arraigada, un frontón bien cuidado, en un entorno poblado por miles de habitantes, una modalidad espectacular jugada por unos pelotaris entregados, tenga tan escasa respuesta. Languidezca y se debate entre la vida y la muerte.
Me encontré con Joxe Mari Barrenetxea. Ex remontista y en la actualidad uno de los gestores del frontón junto a varios ex profesionales, Agerre, Matxín II etc. Cogieron las riendas del frontón hace tres años después de que la empresa de toda la vida, la regentada por Ercilla, cerrase las puertas después de más de treinta años de actividad.
Los Barrenetxea y cía, la empresa Oriamendi 2010, hicieron lo habido y por haber por promocionar el remonte, sin conseguirlo. Tres años después, forzados por la situación insostenible, plantearon al cuadro el funcionar como una especie de cooperativa en la que ellos llevarían la gestión gratis y después de la liquidación, gastos e ingresos, así se haría el reparto entre los pelotaris. La quema de un último cartucho.
Por qué se ha ido esto al carajo, no paraba de darle vueltas. Un frontón que costó 50 millones de pesetas y lo amortizaron el primer año de explotación, allá por el año 70. Que fue un éxito total las siguientes dos décadas, tres cuatro funciones semanales, complementado por el construido en Huarte (Navarra). Para ir poco a poco decayendo conforme avanzaba el siglo hasta llegar a la situación actual.
No me conformo con buscar culpables en los periódicos, EITB, Gobierno Vasco… Tiene que haber algo más, me decía a mi mismo.
Soy consciente de caer en la pedantería y tal vez en la ingenuidad al recurrir a las explicaciones de un economista para afrontar el reto de entender la razón o razones del declive del remonte, la pala, cesta-punta, y, a mi parecer, lo que va a ocurrir con la mano. Lo voy a intentar.
Sostenía Joseph Schumpeter –un economista del siglo pasado, junto a Keynes, uno de los más influyentes– que el hecho esencial del capitalismo es el cambio constante, a través de la innovación. Un proceso que él lo denominó como Destrucción Creadora. Lo nuevo sustituye a algo antiguo.
Esquemáticamente explicado. Alguien, un genio, un visionario, inventa algo, y después la figura del empresario de espíritu emprendedor lo coloca en el mercado. Monopoliza ese mercado pero el éxito es tal que atrae la atención de cientos de imitadores que ponen en peligro la hegemonía del primero en llegar. ¿De qué manera ponen en peligro los recién llegados? Innovando, siendo más espabilados.
¿Por qué han decaído el remonte, la pala, la cesta-punta? (la raqueta desapareció).
Estas modalidades de pelota que en un tiempo se convirtieron en industria, surgieron al rebufo de la Segunda Revolución industrial, a caballo entre los siglos XIX y XX. Tiempos propicios a grandes innovaciones.
Crucial el trabajo de unos emprendedores ( a los que Schumpeter tanta importancia da) visionarios que supieron promocionar versiones del juego moderno de pelota en contraposición a los antiguos. En esa época surgen la «invención» de la cesta-punta en Argentina y del remonte en Navarra. Dos innovaciones que supusieron la apertura de nuevos mercados jamás imaginados como en el caso de la cesta-punta, del jai-alai.
Por ello, los frontones industriales funcionaron a pleno rendimiento gran parte del siglo XX en Madrid y Barcelona monopolizando el mundo del espectáculo junto a los toros y el teatro, con el atractivo principal de la apuesta en el caso del frontón.
En el caso de la cesta-punta es en la década de los cincuenta y sesenta cuando se abren Durango, Markina y Gernika. En pleno desarrollismo industrial con una economía lanzada, un PIB, cercano al 7% de crecimiento.
Curioso resulta también –causa y efecto– que paralelo a la irrupción de la televisión y su propagación en el estado español, año 1956, los frontones de herramienta han ido cayendo como moscas.
La influencia de la tele ha puesto en el ojo público infinidad de deportes convirtiéndolos en fenómenos de masa. El fútbol, cómo no; el basquet, ciclismo, tenis… Y algo crucial, la culminación del deporte como espectáculo extraordinario al más alto nivel: Champions, Fórmula Uno, Tour, Roland Garros…
Mientras, el frontón en la otra cara de la moneda: las funciones semanales de partidos de empresa sin nada en juego salvo la posibilidad de apostar como atractivo, acaba convirtiéndo el frontón en santuario para familiares de los pelotaris y “últimos mohicanos”.
Un ejemplo apropiado me parece el del jai-alai americano. A principios de siglo XX el patriarca de la familia Berenson propaga el jai-alai en Miami tras conocerlo en La Habana. Lo hace con el formato de la quiniela (innovación) y por primera vez en Florida (búsqueda de nuevos mercados).
Richard Berenson (el emprendedor schumpetariano por excelencia) consigue un éxito total. El jai-alai jugado en temporada monopoliza la apuesta en la zona. Sin embargo, surgen otros frontones en el mismo estado, Dania, Palm Beach, Daytona, Tampa, Orlando y así sucesivamente.
El éxito provoca innumerables imitadores, nos dice Joseph Schumpeter. Connecticut, Rhode Island, Nevada, se suman a la expansión del jai-alai.
Con el paso del tiempo las apuestas en el jai-alai van decayendo conforme surge la competencia, casinos, loterías, apuesta a distancia. Los apostadores no desaparecen; se trasladan a otros caladeros más apetecibles, mejores lugares para sacar rendimiento rápido a sus pequeñas inversiones. Los casinos se llevan la parte del león. A partir de ahora, la apuesta por internet es la máxima amenaza, según algunos expertos. (Destrucción Creadora)
Los jai-alai americanos murieron de éxito, se durmieron en los laureles, se cocieron en el agua templada como en el cuento de la rana, que para cuando se dió cuenta el agua hervía. Al igual que los frontones de herramienta en el estado español.
Además, con una particularidad. Que la figura del emprendedor aventurero ha desaparecido de los frontones, salvo alguna honrosa excepción como la de Totorika y su socio Alix en Filipinas. Los Berenson, Aranzibia, Jauregui que llevó el jai-alai a China, los empresarios que inauguraron frontones en Egipto, que tanto esplendor dieron al jai-alai, y muchos otros, son historia.
Ahora mandan las compañías sin una cabeza visible y que igual les da invertir en una industria o en otra, el objetivo es conseguir el máximo beneficio. Si ningún apego por la pelota.