El frontón de Hialeah

¿Qué les motivó a los empresarios cubanos Aurelio Vazquez y Fernando Serafin cuando decidieron invertir su dinero en un frontón, dónde y en una tierra semi desierta al sur de la Florida? En un Estado, para que nos hagamos una idea –104 años antes había sido vendido a los Estados Unidos de América por cinco millones de dólares– una tierra, la de Miami, que a comienzos del siglo XX tenia 1.681 habitantes; diez años más tarde 5.500; pero que sin embargo, hacia 1920 rondaría los 30.000 habitantes, un 440 % más que a principios de siglo.

Acaso Aurelio Vazquez y Fernando Serafin fueron unos visionarios al abrir el frontón de Hialeah (Jaialía) el 25 de enero de 1925, o, simplemente, invirtieron su dinero como lo hicieron en el Habana-Madrid, Nueva Orleans o en el frontón de Chicago.

Según Pedro Mir, que fue uno de los integrantes del cuadro de pelotaris de Hialeah: «El frontón estaba en el medio del fin del mundo. Nada, no había nada, ni semáforos ni nada».

No por mucho tiempo. De hecho, la apuesta hecha por Henry M. Flager –socio de John D. Rockefeller en Standar Oil– veinte años antes, estaba dando su fruto. Flager había conseguido que el ferrocarril llegara hasta Miami por la costa este. Trayendo consigo un aumento de los negocios y atrayendo a los primeros turistas.

El frontón de Hiasleah se inauguró con un cuadro de puntistas y raquetistas, mitad y mitad. El intendente se apellidaba Urrestarazu, apodado «El Tiburón» (no es de extrañar que el intendente fuese un hueso duro, el mayor del cuadro de puntistas tenia 16 años). Las raquetistas no gustaron y regresaron al poco tiempo a La Habana, recuerda Pedro Mir. «El frontón hizo mucho dinero. Nos visitaban deportistas famosos como los boxeadores Jack Dempsey o Tunney. Artistas de cine como Mae Murray, Thomas Meigan, Mary Pickford Douglass Fairbanks o Goria Swanson. Un publico distinguido, el más elegante de Norteamerica».

Miami en los años veinte tuvo el mayor incremento de renta per capita de todo el país. El periódico Miami Herald destacaba en titulares: «El asombroso crecimiento de Miami como centro turístico».

Fue en el Frontón de Hialeah donde los pelotaris desfilaron por primera vez ante el publico, unos pelotaris que jugaban en pantalón corto y camiseta a rayas. «Lo del desfile lo copiaron después en Cuba y más tarde en España», relata Pedro Mir. «Se jugaba con la red cubriendo media altura. La primera noche una pelota escapada le dio en toda la cabeza a una mujer. Insistieron para que fuera a la enfermería pero ella se negaba y continuó en su asiento».

La alegría duró poco en el frontón de Hialeah. Los pelotaris tras tres meses de temporada regresaron a La Habana. Al año siguiente, segunda temporada, el negocio floreciente llamó la atención de gente avispada. Un tal Worley –según narra Guillermo en su biografía– entabló amistad con varios pelotaris. Hasta tal punto que les planteó la idea de abrir otro jai alai en otros terrenos, algo más cercano al núcleo urbano que por aquel entonces conformaba Miami. Dicho y hecho, con la complicidad de varios, Guillermo y Salvador Arriola entre ellos, tomaban medidas de la cancha de Hialeah a escondidas, el proyecto del futuro frontón Biskayne iba hacia delante.

El pelotari Salvador Arriola fue el encargado de confeccionar el cuadro.

(Continuará)

 

 

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