Mi querido Bandini
No se si a raíz del desmoronamiento del jai-alai en EE UU nos hemos puesto nerviosos. Lo cierto es que un hecho como la apertura de un frontón de poco más de 30 metros de largo: Magic City —cerca del primer frontón que se construyó en Florida, en Hialeah, hace ya casi 100 años— ha hecho saltar las alarmas dentro de la comunidad tradicional.
“¡Eso no es jai-alai!”… “¡Que le cambien de nombre!”…
Un amigo mío de un pueblecito vecino a Markina, cada vez que le expongo algún comentario crítico, me responde con una frase procedente de la sabiduría popular: “¿Sabes qué dicen en mi pueblo? Deja hacer a los que están haciendo”. (Itxi itten ari direnei itten).
Sin embargo, algunos, yo incluido en un primer momento, reaccionamos de manera primaria ante un acontecimiento que nos debería alegrar a todos.
¿Cual es el problema con este frontón? ¿Por qué todo este revuelo si en el pasado han convivido diferentes tipos de canchas?
¿Existe alguna razón para determinar que la cancha de 54 metros es la estándar y, por lo tanto, la única que puede ostentar la marca (jai-alai)?
Es conveniente mirar al pasado para comprobar que la cesta-punta o jai-alai ha dado cobertura, como un paraguas, a diferentes tipos de frontones y formatos.
La cesta-punta actual, como todos los deportes, es el resultado de un fenómeno evolutivo en el que mediante distintas innovaciones se ha abierto un camino que le ha permitido sobrevivir al paso del tiempo.
Si fueran seres vivos se regirían por las leyes de la naturaleza en las que ésta, actúa como un filtro. Se queda con lo bueno, lo que le permite sobrevivir; y se deshace de lo malo. En un continuo proceso de ensayo y error.
No te quiero aburrir, Bandini, con los orígenes del jai-alai. De cómo empezó toda esta historia.
Solo decirte que en estos últimos 130 años ha habido unos cuantos cambios reseñables.
Por ponerte un ejemplo. Cuando se inauguró el Jai-Alai en La Habana, el año 1901, la cancha medía 80 metros de largo. Fue en una remodelación posterior, el año 1918, cuando se redujeron las dimensiones a 64 metros.
Curiosamente, en esta misma ciudad, La Habana, convivieron sin ningún tipo de conflicto, el Jai-Alai y el Habana-Madrid, este ultimo de treinta y pico metros de largo; al igual que el de Cienfuegos por esa época.
El original frontón de Durango (1881) medía 72 metros; el actual, el Ezkurdi, 52 metros.
Los frontones históricos de Madrid construidos a caballo entre los siglos XIX y XX medían de sesenta y pico a setenta metros de largo. El Recoletos, sin embargo, año 1936, medía 53,50 metros.
El Jai-Alai de Gernika, diseñado por Zuazu, el mismo arquitecto del Recoletos, mide 57,40 metros.
Las canchas de los frontones norteamericanos, de Florida y de Connecticut se construían sobre la base de los 54 metros de largura.
Frontones en las Islas Canarias, el de Las Palmas y el de Tenerife, rondaban los 31 metros. Otro tanto un frontón histórico como lo fue el Frontón Madrid, con 31,10 metros.
No existía ningún problema. Había cabida para todos.
Al igual que en la actualidad, donde se juegan los Campeonatos Individuales de profesionales en el frontón de Berriatua, de 48 metros de largura. E incluso se llegó a jugar un Individual en el frontón Bizkaia, de treinta y pocos metros y rebote de vidrio.
El material, las cestas, las pelotas, han sufrido un cambio. La primera cesta que me hizo Pedro Olazabal poco tenía que ver con la última que me hizo Andrés Egurbide.
Insisto, Bandini, no te quiero aburrir (si para ahora no te has salido de la página).
Imaginate, Bandini, el revuelo que se formaría cuando a algún “iluminado” se le ocurrió implantar el sistema de la quiniela en lugar de jugarse a partidos.
En tiempos recientes el formato ha pasado de partidos a 35 por el de juegos o sets.
La forma de jugar, la retención de la pelota, viendo videos antiguos si lo comparamos a la manera en la que se juega en la actualidad, parece otro deporte. Y se admite.
¿Por qué este revuelo, entonces, entorno a Magic City?
Los materiales, tiene que ser por los materiales. No son los de toda-la-vida. El frontis no es de mármol extraído en una cantera vecina. Las paredes son de “plexi-glass” en lugar de cemento. Y las pelotas son sintéticas, no las de toda-la-vida. El sonido es horrible.
¿Son estos argumentos suficientes para descalificar una iniciativa como la de Magic City?
¿En base a qué estamos legitimados a pedirles que cambien de denominación y dejen de utilizar la marca (jai-alai)?
Pequé y algunos siguen pecando de lo que el escritor Nassir Taleb, en su libro “Antifrágil”, viene a llamarlo como dependencia del ámbito.
Voy a ver, Bandini, si lo explico con otras palabras de forma que se me entienda.
Nuestras opiniones dependen del mundillo en el que nos hemos movido. Cualquier alteración que no se corresponda, nos empuja a desecharlo sin tener en cuenta otros factores. Esa dependencia nos impide contrastar nuestro mapa del mundo con la realidad. Es entonces cuando nos cuesta entender que hay cabida a otras posibilidades.
No podemos decir que el Pagasarri es el monte más alto del mundo porque toda la vida lo hemos tenido delante de las narices y, de la misma manera, no se sostiene que exista otro iniciativa porque no cumple los requisitos de 54 metros.
La marca jai-alai ha dado cobijo a diferentes tipos de frontón y esperemos que así sea en del futuro. Es más, cuando se ha dado el éxito en este deporte se ha debido a ese pequeño número de personas que arriesgando su tiempo y dinero y, además, se dejan la piel, están lo bastante locas para tener ideas propias. Las personas dotadas de esa cualidad tan rara llamada imaginación y de la cualidad más rara aún más llamada coraje, que hacen que ocurran las cosas.
Me he puesto solemne, Bandini. No lo puedo evitar. Ojalá, teniendo en cuenta los tiempos en los que vivimos, hubiera más experiencias de laboratorio llevadas a la práctica, basadas en el ensayo y error.
Ensayo y error basado en la naturaleza que actúa como un filtro. Se queda con lo bueno, lo que le permite sobrevivir; y se deshace de lo malo. El paso del tiempo es el juez implacable.
Mientras, como dice mi amigo el vizcaíno: “Deja hacer a los que están haciendo”.
PD
Escrito dedicado a Loren Harris, un apóstol del jai-alai que nos dejó hace unos meses.