En mis tiempos, no hace tantos años, lo habitual era jugar funciones con partidos de empresa como base, y en la que la apuesta con corredores era la principal fuente de ingresos, el sostén del negocio. Con un partido estelar y el resto de complemento. Eran los protagonistas del estelar los que atraían al público y por eso se cotizaban por encima de los demás.
Ocasionalmente, se jugaban algunos festivales. Homenajes a un pelotari que se retiraba. Programaciones mixtas: partidos de pala y de cesta-punta e incluso de remonte; o bien, festivales benéficos: pro-hospital de la localidad en cuestión, pro-ikastolas etc.
En líneas generales, ese modelo de negocio ha caducado y forma parte de la historia, debido a la desaparición de la apuesta con corredores.
Ahora lo que se estila, en la cesta-punta también, son los eventos. Un festival de jai-alai se ha convertido en un evento deportivo (a la pelota a mano todavía no le ha llegado su turno).
¿Qué es un evento deportivo? ¿En qué se diferencia de una función tradicional?
Google lo explica muy bien: Actividad de espectáculo, en la que se unen la competición y lo festivo, con alto nivel de repercusión social, fuerte presencia en los medio de comunicación y que genera por sí mismo ingresos económicos.
Lo primero que me viene a la cabeza son los Winter Series de Gernika como evento deportivo más reciente relacionado con nuestra modalidad. O bien, en menor medida, el Grand Slam de Donostia que se está celebrando en la capital donostiarra.
Si en Iparralde muchos de los festivales tenían un aire de evento (Guante de oro, Internacionales). Es en esta parte del Bidasoa donde se ha enterrado la función por el acontecimiento deportivo.
A la fuerza ahorcan, reza el dicho.
Han sido los “chavales de Gernika” los que dieron el primer paso copiando lo que desde hace décadas se venía haciendo en Biarritz (Lapurdi).
Unir espectáculo, competición, repercusión social, medios de comunicación (ETB-1, Jai Alai News, Euskadi Irratia etc.) e ingresos económicos.
Una de las diferencias entre eventos y funciones al uso, es de que el pelotari puntero como individualidad pierde su posición como protagonista del negocio.
Es el formato en su conjunto, el evento en sí, donde recae todo el prestigio. Un ejemplo: qué más da si en lugar de Djocovic en la final del Roland Garros su puesto lo ocupaba Ruud, como ocurrió el domingo pasado.
Qué más da si en la final del Grand Slam que se va a jugar el próximo sábado en el Carmelo Balda de Donostia, en lugar de Goiko y López juegan Erkiaga y Lekerika o en lugar de Barandika-Etcheto, la pareja hubiera sido Olharan-Del Río.
El público que llenará las gradas lo que busca es formar parte del espectáculo. Disfrutar y poder decir: “yo estaba allí”. Vivir una experiencia. Pertenecer a un colectivo y sentirse parte del éxito. Lo comprobamos en la final del Winter Series de Gernika donde conseguir una entrada para el último día se convirtió en una tarea casi imposible.
Lo vimos en el Navarra Arena con motivo de la final del manomanista de pelota a mano. Se convirtió en un evento deportivo en toda regla en el que hasta su presentación fue un copia y pega de lo que se está haciendo en la cesta-punta.
La mala noticia a medio plazo es que el caché de las figuras pierde su razón de ser en este modelo de negocio.
No tiene cabida que Nadal cobre un fijo por participar en Roland Garros. El Grand Slam será un éxito al margen de quien participe o no. Son, tiene que serlo, junto al prestigio del evento, los premios monetarios en función del resultado el principal reclamo para que los mejores acudan a la convocatoria. Y de paso abrir vías de acceso para que otros pelotaris puedan acceder al torneo, como parece ser estar ocurriendo en Iparralde, so pena de convertir el Grand Slam en un circuito Senior y estrangular el relevo generacional.
El Winter Series del proximo año será otra experiencia de éxito al igual de lo que hemos conocido este año. Al margen de quien juegue. Ese es el mejor síntoma de la fortaleza, del prestigio de un torneo-evento, al marjen de individualidades.
Se celebró un evento en Dania, Battle at the Palace; otro en el D.F. de México. No participaron los primeros espadas. El de México, sobre todo, fue un éxito en cuanto a público, 1.500 personas acudieron el día de la final. El departamento de marketing y los medios de comunicación ya se encargaron de presentar a los participantes como lo más de lo más.
Esa es la tendencia.
No cabe duda de que la modalidad atraviesa una transición que llevara tiempo en homologarse a otros deportes en los que los eventos son su razón de ser y a su vez estén interconectados entre ellos. Estamos a años luz.
Es cuestión de derribar resistencias.