Altuna III está enfadado

Escucho unas declaraciones del pelotari manista Altuna III en la emisora de radio Euskadi Irratia. La gran figura de la pelota a mano termina la entrevista reivindicando que ellos, los manistas “también son personas”. Altuna III va a disputar la final del 4 y medio el día 14 de noviembre, pocos días después comenzará el campeonato por parejas y así todo el año, compitiendo en diferentes disciplinas, sin vacaciones, sin poder preparar cada disciplina como un deportista de élite debiera prepararla.
Por otro lado están los pelotaris de cesta-punta, las figuras de esta modalidad juegan durante dos meses, julio y agosto, y el resto del año, prácticamente sin intervenir en más campeonatos. Unos tanto y otros tan poco, cabe decir.
¿Se podría reconducir la situación? ¿Que tanto los manistas como los puntistas vieran mejoradas sus carencias? Es posible.
Voy a procurar exponer mi punto de vista, a grandes rasgos, sin ánimo de sentar cátedra ni aburrir al posible lector que se acerque a leer estas lineas. A sabiendas, que lo escribo es un brindis al sol.

¿Por qué los manistas profesionales juegan todo el año? ¿Cuáles son los riesgos de que lo hagan ininterrumpidamente?
No existe (no se me ocurre) un deporte profesional que no sea estacional. Es decir, que los deportes profesionales se juegan por temporadas. No así la pelota a mano. Los futbolistas, ciclistas, beisbolistas, tenistas… e incluso las temporadas de jai-alai, hasta la década de los años setenta, se jugaban por temporadas. Los manistas como Altuna III son (me atrevo a decir) los únicos que no paran, con el consiguiente desgaste psicológico y físico que esto supone. No es de extrañar que Altuna III se queje.

Esta práctica ininterrumpida proviene de un modelo de explotación que se implantó el siglo pasado como respuesta a una demanda en un contexto socio-laboral propicio para el funcionamiento de frontones industriales. No había muchos lugares donde apostar, los casinos prohibidos, el bingo igual. La competencia de otros deportes, en cuanto a espectáculo y entretenimiento, no tenían el peso que a posteriori iban a tener. Si le añadimos el desarrollismo económico de la década de los años sesenta, tenemos un caldo de cultivo idóneo para que el apostador se acerque a los frontones. Tanto de mano como de cesta-punta, pala o remonte.

Si miramos de reojo las funciones semanales que se ofrecían en el frontón Ezkurdi de Durango, en Gernika. Los festivales simultáneos cualquier fin de semana. El número de partidos que disputaban los manistas a lo largo de la geografía vasca, los datos son abrumadores. Difícil de entender desde la óptica actual.
Se ha derrumbado todo el sistema hasta lo irreconocible.
Sin embargo, los manistas, a contra corriente, siguen erre que erre jugando todo el año.

Responde esta política a la realidad, es la pregunta que yo me hago. ¿Existe una demanda real a los 150 festivales al año que EITB (la televisión pública vasca) ofrece en directo en prime time?
Yo pienso que no. Es más, a la larga puede ser contraproducente. La exclusiva no asegura los niveles de audiencia futuros. Un deporte que no innova, que depende del azar en cuanto que salgan figuras como los Irujo, Olaizola II o Altuna III y se limita a ofrecer partidos de campeonatos, no es el escenario deseable cara al futuro.
Una actividad económica sin competencia acaba obsoleta. Llegará algún tipo de competencia. En esta caso externa: los campeonato de globos de salón de Ibai Llanos y de Pîqué o los e-sports o lo que sea, y las nuevas generaciones le darán la espalda a la pelota a mano, ya lo están haciendo. Y las antiguas, los pelotazales de cierta edad, ya no estarán para contarlo.

¿Es posible revertir la situación?
Frenarla sí. Acabar con la visión cortoplacista, sí. ¿Cómo? Responsabilidad institucional. Saliendo de la zona de confort. Dando un puñetazo en la mesa.

Indispensable la intervención del Estado a través de una sus herramientas como es, en este caso, la televisión pública vasca. Una EITB que abra el melón y ofrezca las modalidades de pelota por temporadas, como ocurría con la industria del pari-mutuel (canódromos, hipódromos y jai-alai) en Florida. Una estación para cada uno.
Una temporada potente para la mano, dando cabida a sus distintas disciplinas, potenciando la curiosidad del aficionado, dando descanso al pelotari.

Un tiempo para la cesta-punta, añadido a los dos meses de Iparralde, ahora que el mercado foráneo es pasado y el excedente de magníficos pelotaris es impresionante. Un tiempo que permitiría mantener la modalidad de manera digna, asegurando el relevo generacional. Con el apoyo de nuevas tecnologías para realzar la espectacularidad de la modalidad y poder ofrecer al espectador unas imágenes cautivadoras.

Aunque pueda parecer un contrasentido, incluso para las empresas de mano sería una opción interesante desde el plano económico. Ni qué decir el salvavidas que supondría para las modalidades de herramienta.
Un escenario, en definitiva, en la que todas las partes saldrían beneficiadas.

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