Joder! Bandini, ayer me impresionaste con un texto tuyo, una descripción que haces de tu primo Dominic Molise, al igual que tú, aspirante en su día a convertirse en beisbolista profesional. Dominic tenía 16 años, un metro sesenta de estatura, orejas de soplillo y era zurdo. Estaba empeñado en ir de Colorado a la costa del Pacífico al lugar donde entrenaban los Chicago Cubs, para hacer una prueba con ellos. Dominic estaba obsesionado con su brazo izquierdo, “El Brazo” le llamaba, estaba convencido de que llegaría a lo más lejos en el béisbol profesional, incluido el Templo de la Fama.
(…) “Tenía paso de pistolero, la desenvoltura del típico zurdo, con el hombro izquierdo algo caído y El Brazo colgando a su aire, como una culebra. Su Brazo, su bendito Brazo. El Brazo santo que procedía de Dios, y aunque el Señor le había creado de un pobre albañil, le había cubierto de oro al colgarle de la clavícula aquel prodigio”.
Genial, Bandini, genial!
Yo también sentía veneración por los brazos fuertes en aquella escuela de formación que fue el Beotibar de Tolosa para los aspirantes a triunfar en Miami, Dania o Tampa… hasta llegar al Templo de la Fama. En mi pre-adolescencia, entre ensayo y ensayo, observaba con envidia los brazos, aquellos bíceps desarrollados de los pelotaris que venían de Madrid, tras haber hecho la mili, a la espera de un contrato para Filipinas, y a poder ser para Florida. A algunos de ellos, cuando cogíamos confianza, les pedíamos: “Saca bola” y entonces, les mirábamos con una mezcla de asombro y envidia. Algún día, nosotros también desarrollaríamos una bíceps así de redondo, atravesado por una vena azul.
El brazo derecho desarrollado en contraste con el izquierdo esmirriado era como el carnet de identidad del pelotari puntista, qué más daba el desequilibrio en el esqueleto, futuros problemas en la columna vertebral o unas caderas machacadas. Lo importante era que El Brazo, la herramienta de trabajo con su apéndice, la cesta, estuviera desarrollado, hasta caminar como si bajo el sobaco lleváramos incrustado un erizo, como los pelotaris hechos y derechos que veíamos en nuestras excursiones a Markina, cuan veíamos a Chino Bengoa caminar con aquel prodigio de oro colgándole de la clavícula… (perdona Bandini por el plagio).
Hasta nuestro colega de las letras, Joseba Sarrionandia, en su cuento Flak Mak, describe y descubre al camarero de un bar de La Habana, como un pelotari retirado a tenor de su enorme brazo derecho comparándolo con el izquierdo.
Lo siento Bandini, ni tú ni Dominic, ambos zurdos, hubierais podido jugar jai-alai profesional. No se admiten a los zurdos. Seríais un peligro. Imagínate que el zurdo le coja preso al delantero contrario en el interior de la cancha… Los lances del juego se convertirían en pura anarquía, ni para accidentes.
Al único zurdo que yo he visto ha sido otro Dominic, como tu primo. Un vasco-francés de apellido Botineau. Lo vi jugar en el Beotibar en un torneo de aficionados. Se hacía muy raro de ver. Llegó a ser campeón del mundo amateur en Uruguay, hace 50 años.
Imaginate qué faena para un zurdo no poder jugar jai-alai con su Brazo, tener que acostumbrarse a jugar con el brazo extraño. Como decía el gran Secades en una de sus crónicas: “El Jai-alai es el único deporte sobre la redondez del planeta en el que el público ignora por completo quiénes son los zurdos o quiénes los derechos, por la sencilla razón de que todos se ponen la cesta en la diestra. Así, muy pocos saben, por ejemplo, que Guillermo, uno de los más grandes de todos los tiempos es zurdo”.
Qué razón tenía Secades. Muchos tampoco sabrán que uno de los delanteros estrella de finales de siglo pasado: Katxin Uriarte, también era zurdo. Otro que me viene a la memoria de mis años tampeños es el de “Durango” (Agirrezabal), pelotari zurdo también que llegó a ser jugador de primera. ¿Cuantos más que tuvieron que “cambiar” de brazo para poder competir? Seguro que la lista será interminable.
El maestro Secades en su reflexión va más allá y destaca lo siguiente: “Las dos tendencias en el juego vasco están representadas en los revesistas y en los derechistas… Pero es frecuente el tipo de estrella de la cancha que llega al dominio completo de ambos estilos. Nadie podría decir con qué mano hacía más daño el Fenomeno Erdoza, porque si su ataque con la derecha era devastador, con el revés dominaba como nadie y remataba como pocos”…
Hay otra escena tuya que me encanta. Cuando describes la parte en la que el viejo albañil en paro, accede a que su hijo vaya a hacer una prueba con los Chicago Cubs. “No te preocupes, padre. No te arrepentirás”. Se volvió y sonrió. Le ciñó el brazo con la callosa mano. “Saca músculo”. “Es el otro brazo”, le dijo Dominic a su padre. “Aprieta fuerte”, le hundió los dedos. “Más fuerte”.
Sus dedos se le clavaron como punzones de acero. Flexionó El Brazo lentamente hasta que venció su tenaza.
“Muy bueno”.
“Es sólo fuerza en estado puro. Deberías de ver lo que les pasa a las pelotas”.
“Recuérdalo. Manda dinero a casa”, termina el padre.
Un abrazo, Bandini, hasta la próxima. Cuídate y cuida tu Brazo.