Parejas favoritas

“El Mariscal” recibió golpes a lo largo de todo el partido y en el empate a 14 del segundo set se produjo el fatal desenlace. Cayó fulminado (literal) en el fondo del rectángulo. Se consumó la tragedia. A priori una de las parejas favoritas, quedaba eliminada del Winter Series 24-25 sin haber ganado un solo set. Les queda un partido irrelevante salvo para despedirse ganando y esquivar el bochorno. 

Imanol López, el zaguero dominador en los últimos tiempos, grande en cualquier época del jai-alai, tiene muchas batallas acumuladas desde su debut hace más de veinte años. A sus cuarenta calendarios los partidos y las quinielas a su espalda suponen un lastre que no hay piernas que las resistan. A  partir de ciertos años, deportivamente hablando, cualquier tiempo pasado es mejor que el que se avecina. 

Los cimientos de su juego se han basado en una seguridad insultante y en el manejo de los tiempos. Traballé, traballé… trabajar, trabajar… meter una más que el contrario. Ese ha sido su santo y seña. La consigna dada a su subalternos. Y le ha funcionado hasta que ha dejado de funcionar.

El trabajo a destajo es un sistema desgastador que exige mucho fuelle. 

El mantener un ritmo y no permitir una bajada de marcha hasta asfixiar a tus oponentes resulta cansino.

Ahora son sus rivales los que ponen el ritmo y no ceden un ápice. Además, salen a la cancha sin prejuicios. Juegan contra el campeón, “El Mariscal” y lo hacen sin complejos además de ser atrevidos.

Ya no es el catcher impecable. Nunca ha sido rápido, pero ahora su lentitud es evidente. El hueco que deja a sus espaldas se convierte en un campo de fútbol, tierra fértil para un adversario revesista.

Para más inri le pitan falta a la mínima que la bola salta en su canasta, porque su enceste de derecha no es ortodoxo. No entra la pelota en su cesta como enseñaban los maestros del pasado. Recogerla con un juego de muñeca y traerla a su sitio donde se arma la postura. López al entrar de derecha (no es el único) la cachea, la “entrapa” (un término utilizado por Benny Bueno). Una especie de cazuelada. Un impacto que se resuelve parando en seco la pelota en un movimiento brusco del brazo. A la mínima, sin embargo, la pelota salta en la cesta. Y es cuando el ojo del contrario y el del VAR entran en juego y desenmascaran el mecanismo.

Este peligro latente hace, creo yo, que el pelotari se desconfíe y no entre con tanta confianza; entran las dudas.

La suma de pequeños detalles hacen que el juego del pelotari sufra y baje su rendimiento. Su juego ya no es sólido sino shacky (dubitativo, temeroso, tembloroso) una palabra utilizada por  Steve “The Hook” (un asiduo al Dania Jai-Alai, un auténtico entendido).

Pienso también que pese a su bajón yo no veo a ningún zaguero que pueda darle ventaja en estos momentos. Es más, un López motivado capaz de mantener el espíritu competitivo vivo, tiene cuerda para rato siendo el capo de la zaga.

El punto focal de la  eliminación hay que ponerlo en su delantero, Xabi Barandika. Incapaz de sumar y cubrir las carencias demostradas por su zaguero. La actuación de Barandika, sin identidad, convertido en una sombra de su juego, resultó determinante. Y cuando un pelotari pierde su personalidad sobre la cancha, el resultado es catastrófico.

¿Le ha pesado la responsabilidad de partir como favoritos y, además, en su cancha?

Sí. Y además, de no percibir al tipo de contrarios al que se enfrenta. Como explicaré líneas abajo.

Le toca partir de cero, resetear su juego y volver a las andadas. Porque el juego, las herramientas las tiene, aunque las haya perdido en el camino, pero el reencuentro es posible. Superado el bache, esta crisis, volveremos a ver al gran Xabi Barandika de nuevo. Tal vez tenga que cambiar el chip. Olvidarse de las jerarquías, del nombre adquirido cuando le toque enfrentarse a pelotaris más jóvenes que él. Un reajuste y de nuevo a disfrutar en la cancha.

Se ha consumado lo que vaticinó Aritz Erkiaga en el podcast TXIK-TXAK! nada más iniciarse el campenato. «Habrá sorpresas» dijo el de Ispaster. Dos de las parejas favoritas han quedado eliminadas. Johan-Lekerika y Barandika-López. La explicación es diversa y los motivos siempre son varios.

Uno de ellos es el tipo de delanteros a los que se enfrentan y conforman la hornada por debajo de los 25 años. Son gente sin mucha experiencia. No han pasado temporada tras temporada jugando todo el año, luchando por el premio de las quinielas, como un Aritz Erkiga por poner un ejemplo.

Más bien, llevan encima la “irresponsabilidad” del inexperto, la osadía del que no se ha llevado broncas de su compañero o del público. Tienen talento, pero su juego es irregular. Un set la bordan y el segundo lo regalan. Un remate es antológico y el siguiente es un despropósito. Agotan los saques y de repente empiezan a sacar mejor. Su juego es shacky. Una pesadilla para los apostadores y un aguantar la respiración cuando cogen la pelota en la mitad de la cancha.

Les falta temple y horas de vuelo, pero son tan atrevidos que son capaces de ganarle a cualquiera, en función del día bueno.

Son tremendamente peligrosos para las parejas favoritas.

 

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