Así nació el esparadrapo


¿De donde viene esa costumbre de ponerle esparadrapo a la cesta, el tape, la cinta de plástico de hoy día?

Cuando hablamos de cestas de carbono y nuevos materiales para la confección de una cesta de jai-alai, la realidad es que seguimos empleando los mismos materiales para hacer una cesta, el castaño y el mimbre.

Estos materiales se van degradando desde el primer pelotazo o enceste. Se deforma e incluso saltan los mimbres por el aire pidiendo a gritos un arreglo inmediato so pena de que la cosa vaya a peor.

Asi es, después de décadas y mas décadas seguimos igual.

Hubo un tiempo, sin embargo, que a alguien se le ocurrió cubrir el mimbre con esparadrapo para paliar el desaguisado.

Ocurrió en Chicago, el año 1928. Ha sido mi contertulio en el podcast TXIK-TXAK!, Mikel Gaztañaga, quien ha dado con la información recogida de la hemeroteca.

Dice así la noticia:

“¿Sabe usted, amable lector, el origen del esparadrapo en las cestas? Todavía es reciente.

El hecho ocurrió, exactamente, el año 1928, en Chicago.

Por ese tiempo, los pelotaris que jugaban en la antigua babel del gangsterismo, sufrieron  los rigores de un invierno crudísimo, que por la frialdad del ambiente, resecaba las cestas, hasta el punto de que era imposible dar media docena de pestazos sin romperla.

Los cesteros no daban abasto. Y los pelotaris estaban aburridos de jugar en tan pésimas condiciones.

Una noche, a uno de los muchachos se le ocurrió cubrir el mimbre con trozos de esparadrapo.

Y acertó.

Hoy el esparadrapo “cura” las cestas y les permite cumplir con bastante decoro en los partidos”.

Bastante decoro dice el articulista. Poco decoro tenían aquellas primeras cestas nuestras cuando nos iniciamos en el arte de dominar la cesta curvada.

A mi hermano Jesusmari y a mi, nuestro padre nos consiguió un par de cestas que a saber su origen y de cuando databan.

El guante oscurecido por el paso del tiempo, los mimbres de igual color. Ahora bien, aquel esparadrapo de farmacia, blanco impoluto, cubría casi todo el recorrido de la cesta.

¿Para protegerla de los impactos de la pelota? ¿Para cubrir los agujeros?

Una tarde, el difunto Antton Lujanbio, camino del vestuario del frontón Beotibar. Mirando la cesta de mi hermano, le dijo: “¡Jodé! chaval, esa cesta parece una farmacia”.

Menos mal que el carbono va a desterrar las cesas artesanales necesitadas de esparadrapo o de “teip”. Parece algo inminente ¿o no?

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