El lunes pasado, día 12 de junio, estuve en el frontón Galarreta de Hernani. Disputaban la final de remonte del torneo “Sagardoaren Txapelketa” dos parejas. Urriza y Martirena representantes de la sidrería “Alorrenea” y, por la otra parte: Segurola y Juanenea, defendiendo el pabellón “Bereziartua”.
Salí entusiasmado. Un amigo, Iñaki, presente en las gradas, me dijo poco antes de comenzar el desafío: “el remonte me gusta más que lo vuestro, la cesta-punta”.
Respeto todas las opiniones, pero yo jamás traicionaré a la modalidad que fue mi modus vivendi durante años.
Ahora bien, tengo que reconocer que el remonte —la final fue una muestra de ello— es una modalidad de una belleza difícil de describir, cuando se juega a gran nivel. Todo hay que decirlo.
Por eso es que salí cautivado por el embrujo del remonte, de la final vivida (más tarde se pudo seguirla a través de ETB).
No recuerdo haber disfrutado tanto desde que vi jugar al gran Koteto Ezkurra o, años atrás, al virtuoso del remonte: Raúl, un malabarista con una cesta y una pelota.
La actual Galarreta no es la de Raúl ni la de Ezkurra. Ya no regalan «montecristos» en la entrada ni se ven 14 corredores de apuestas en el foso. Los momios no se cantan a miles sino a cientos y en contadas ocasiones. Las pelotas de tenis revolotean esporádicamente.
La presentación de la final fue impecable. A pesar de la escasa calidad acústica se podía discernir el alegato de la presentadora defendiendo el remonte como una modalidad a preservar. Los juegos de luces. La gran pantalla donde fueron apareciendo los protagonistas de la tarde-noche. Bajo la mirada desafiante de Erremontari, el guerrero del remonte, vasallo del duque de “Alorrenea”, el enemigo a batir.
Más de 1.300 seguidores nos congregamos como testigos de una batalla medieval, un litigio entre bandos. El pueblo dividido.
Tiene magia el remonte cuando se juega bien. “Sutileza” es la palabra que empleó otro amigo, Fernando, al describir la modalidad del remonte. No es fácil expresar lo que se entiende por sutileza. Recurro a la IA y me encuentro con lo siguiente: “algo delicado, fino, refinado… capacidad de percibir o expresar detalles, matices… presente en diferentes ámbitos, el arte, la literatura, la música”… o en el remonte, añado yo.
Se juega al ataque y la defensa consiste en eso, defensa, vulnerabilidad. Es una mezcla de esgrima y, en ocasiones, batalla campal, resolución de conflictos a cuchilladas entre dos bandos a tres paredes.
Cómo explicar aquellos dos remates del señor Erremontari (Urriza), vasallo del duque de “Alorrenea”, en el primer set. Dos dibujos a dos paredes en un lienzo de color verde. Sutileza.
Se puede ganar o perder, pero que no sea con la misma actitud. La entrega, la pasión con la que jugaron los cuatro guerreros daban la sensación de estar disputando algo más que una final. En juego no estaba un trofeo ni engrosar un palmarés. Había algo más. Esos puños al aire desafiantes… los dos botilleros airados fuera de sus casillas. Un juez de centro que llegó a perder los papeles porque la contienda le vino grande.
La grada dividida, una guerras civil entre facciones, (desde el respeto), vitoreando a los suyos. No recuerdo nada similar en mis años de pelota.
¿Fue algo puntual. Un espina clavada de los vasallos del duque de “Bereziartua” contra los de “Alorrenea”?
¿Ganas de acabar con la supremacía del déspota Erremontari (Urriza), amo y señor de la comarca de Pamplona?
Cualquier comparación queda lejana salvo la vivida en el draft de Magic City Jai-Alai en Miami, cuando los diferentes equipos: Chargers, Renegades o Dejada Devils…, fueron conformando sus respectivos equipos. Esa pasión, sentimiento de pertenencia tribal tan genuino de la psicología evolutiva del ser humano desde tiempos remotos, se vio reflejado el pasado sábado en Galarreta o bien hace unas semanas en «Magic City» con motivos de la final del Campeonato. Y el público, subyugado por la emoción (universal), se arrodilla ante la entrega.
El remonte lucha por sobrevivir (como el resto de modalidades), pero este colectivo entorno a la promotora «Oriamendi 2010 se adapta a los tiempos. Han dado con la tecla de Erremontari como otros lo han hecho en Gernika con “Winter Series”. Con la inestimable alianza de ETB.
Ahora bien, hay una diferencia entre las dos expresiones. La pasión con la que disputaron la final los cuatro contendientes en Galarreta y la comunión con el público. Hay que viajar al otro lado del Atlántico (Magic City) para vivir algo parecido.