La cesta-punta profesional, o jai-alai, atraviesa un momento histórico ilusionante y a la vez esperanzador.
Tras el descalabro del jai-alai tradicional en los últimos años —un sistema basado exclusivamente en la apuesta y escenificado en el aparente cierre de Dania Jai-alai— surge una época distinta en diferentes frentes y lugares.
Diferentes iniciativas basadas en error and trial se han activado en un intento de abrirse camino cada una a su manera.
Cerró Dania Jai-Alai y a las pocas semanas surgió el primer Winter Series en Gernika con un resultado inmejorable para ser la primera edición. Superando cualquier expectativa razonable.
En abril Dania volvió a abrir sus puertas para un torneo: Battle at the Palace. A los pocos meses anunciaban una temporada de dos meses con un cuadro de 22 pelotaris y un torneo de por medio más las quinielas tradicionales.
Poco antes el Winter Series anunciaba su segunda edición extendiendo el calendario y dando cabida a dos parejas más.
Desde hace cinco años, 2.018, Magic City —otra modalidad de jai-alai operando bajo la marca jai-alai, liderada por un visionario llamado Scott Savin— lucha por abrirse camino en una iniciativa empresarial fascinante. Recogiendo un modelo obsoleto como es el del pari-mutuel, pero adoptando su código genético que difiere del progenitor, es decir, del jai-alai tradicional. Rompiendo el molde del negocio anterior en un proceso cuya primera aspiración busca la consolidación en el mercado.
No se pueden obviar las temporadas veraniegas de Donostia, Hondarribia e Iparralde. Sobre todo esta última siendo uno de los bastiones en los que se ha sustentado la actividad profesional.
La irrupción de las mujeres en las canchas es una aportación inestimable en cuanto a crear nuevos adeptos. Valor no solo simbólico (homologación con otros deportes más adelantados) sino práctico (partidos en Berriatua, Markina o Durango) en pleno crecimiento.
El jai-alai como marca está demostrando, como ha sido en el pasado, ser un producto anti-frágil. Es decir, entendido como algo que no se rompe, o incluso mejora, a pesar de los avatares del momento.
Históricamente se abrieron y cerraron frontones de la misma manera. Sin embargo, la marca, en diferentes ámbitos geográficos y escenificaciones (canchas largas y cortas), sistemas (adaptación de la quiniela al juego), ha sobrevivido.
Está ocurriendo ahora. El fin de ciclo en los frontones americanos hacía presagiar una hecatombe para la marca. No es así, la puesta en marcha de diferentes actividades demuestra una vez más su anti-fragilidad.
Lo que sí es frágil, susceptible a los cambios e incluso su desaparición son las personas (los pelotaris) que llegan y se van; los proyectos empresariales; los sistemas o formatos (quinielas tradicionales, partidos a 35 a tantos; tipos de apuestas; pelotaris viviendo en exclusiva del jai-alai.
Estos elementos de uno en uno sí son proclives a la fragilidad.
Un ejemplo.
El sistema de las quinielas americanas, pari-mutuel, parecía destinado a la perpetuidad, algo para toda la vida. Hasta que le pasó lo mismo que al pavo por Thanksgiving. El pavo vive a cuerpo de rey todo el año. Su amo lo mima y lo engorda. Vive feliz y confiado. Llega el mes de noviembre y, de pronto, sin previo aviso le corta el cuello.
Es lo que nos pasó con el jai-alai tradicional; lo que le ocurrió al sistema de apuestas en los frontones europeos. Ese fatídico mes de “noviembre” por Thanksgiving acabó con nuestros sueños.
Pero la dinámica de la destrucción creadora no para gracias a los emprendedores. Han surgido iniciativas. El Winter Series y lo que puede acarrear esa ola; Dania Jai-Alai y su experimento sui generis de trial and error y su empeño con dar con la tecla adecuada; Magic City con una plantilla de 31 pelotaris y un coste de dos millones de dólares al año en una pelea heroica por consolidar el modelo de negocio y expandirlo a otras plazas.
Hay motivos para la ilusión y la esperanza.
Nunca olvidaré la frase de Jeff, un aficionado de Reno (Nevada) que viaja en vacaciones a Florida para ver jai-alai. La pasión con la que manifestaba un sentimiento: ¡This game will never die! (Este juego nunca morirá).
Por su anti-fragilidad.