Dos espectadores están sentados varias filas delante. Peinan canas, como nosotros. No pierden detalle del juego, al igual que nosotros. Animan a los pelotaris. Se han jugado unos pesitos y se nota. En una de las disputas uno de los zagueros retiene la pelota con el revés. Los dos aficionados gesticulan, levantan los brazos en un claro gesto de desaprobación.
Mendi II, al que le tengo a mi lado, me dice: “estos no han visto jai-alai en 30 años”.
Es cierto, si fueran habituales, si siguieran la actualidad de la cesta-punta, no les hubiera extrañado esa parada, ese atxiki, tan común en el panorama actual.
No voy a entrar en el tema del juego “sucio”, mi salud no me lo pemite, mi médico me lo tiene prohibido.
Hoy me acompañan Mendi II y Sáez, también están Argoitia II y Steve “The Hook”, el palco de catedráticos ha aumentado en comparación a la noche anterior. Elu era de venir con Mendi y Sáez.
No veo al hombre, al presunto canadiense, que la víspera nos llamó al orden porque hablábamos demasiado.
Hoy parece que la pelota anda menos. Son más muertas. ¿Será por el viento que sopla en el exterior? Anuncian “frío”para la semana que viene. Descenso de las temperaturas. Cuando azota el frío, el de verdad, en los estados del norte, los coletazos llegan hasta el sur de Florida (lo del frío por estos parajes es una broma. Hablamos de temperaturas mínimas de diez grados).
Sáez, ese pelotari que triunfó en Palm Beach, el rival, el duro hueso de roer de Bolibar, comenta lo mucho que han mejorado los pelotaris desde la anterior vez que les vio jugar, la semana pasada. Es normal, se van encanchando. Se empiezan a conocer.
Hay que tener en cuenta, además, que la cancha de Dania, por lo que dicen, es más bien pesada. Con pelotas normales cuesta llegar a la pared de atrás. Lo dice Ulises, el mejicano que jugó en esta cancha durante veinte años. Un zaguero que llevaba incrustado en el cerebro un GPS que le permitía anticiparse a la pelota con una precisión asombrosa.
Se disputan los tantos, avanza la función y no está resultando tan lucida como la de la víspera. Sin embargo, hay destellos de calidad, el arranque es el mismo.
“Te leí el anterior articulo tuyo. A mi también me llamaron la atención varios pelotaris. Ese rebote de revés de Etcheberry… Y ese Bixente, el desparpajo con el que juega”…
Mendi II es árbitro oficial de voley-ball. Tiene desarrollada la habilidad de la observación. Lleva dos cestas tatuadas en el brazo derecho y otra en el corazón.
Es curioso, todos los pelotaris, al margen de su nivel de juego, hay algo que hacen bien. Es lo que comentaba Orbea I, que estando en activo veía todas las quinielas desde el palco de los pelotaris mientras se fumaba un habano.
Termina la novena quiniela, la última de la noche. Nos dirigimos hacia el parking atravesando la zona del casino. Hay máquinas por todas las esquinas, un derroche de luces de colores, y en un estrado, decenas de parejas bailan al son de una música latina.
Fuera, cerca de donde salen los pelotaris, nos encontramos con los dos aficionados que con tanto pasión han seguido la función. Mendi II les saluda. Empezamos a conversar. Nos preguntan por nuestros nombres. No dan crédito. Transmiten la impresión de haberse encontrado con sus ídolos de juventud. Nuestro aspecto —el implacable paso del tiempo ha impedido que nos reconozcan. Se muestran entusiasmados. “¿Sáez… Sáez de Palm Beach? And you… Javier the Second (Argoitia II) …”?
¡Oh, my god!…
Se llaman Arturo y Esteban. Son de la zona de Tampa y van a estar todo el fin de semana viniendo al frontón. Eran asiduos de Tampa Jai-Alai en la década de los setenta. Iban todos los día al frontón, en familia. Era un acontecimiento. Hacían sus apuestas…
“Recuerdo lo mucho que mejoraste desde que llegaste a Tampa. ¿Qué edad tenías?”, me pregunta Arturo.
Cuando llegué, el año 1974, tenía 17 años”, le digo. «Siempre apostaba por ti». «I don´t believe you».
“How is Bolibar. Is he doing well?”.
“He is doing well”.
“He looks good, fantastic”, le respondo.
“¿Y Gorroño?”… ¿Almorza?”…
“No, Almorza falleció”.
“Laka?”…
Se acuerdan de los números de los pelotaris. “Ramón el 13, Gorroño el 16, Bolibar, 47… and you were number 36”…
Arturo y Esteban están más entusiasmados que un argentino al conocer a Messi en persona, no saben cómo expresar el agradecimiento de compartir este momento.
Los pelotaris van saliendo hacia el exterior. Un goteo constante. A lo lejos parpadean las luces de los aviones que van a aterrizar en el vecino aeropuerto de Fort Laudardale. La temperatura es fantástica. Un pequeño grupo de old-timers compartiendo un rato de recuerdos y de nostalgia.
Media docena de “franceses”, en pantalones cortos y chancletas, se dirigen hacia un enorme vehículo mezcla de pick-up y furgoneta. Se les ve alegres, bulliciosos. Y uno, inevitablemente, se remonta 50 años atrás, cuando sintió lo que estos muchachos están sintiendo en este momento. Algo difícil de entender si no lo experimentas.
Nos despedimos de Mendi II y de Sáez, tienen una hora de camino de vuelta a Boca Ratón. Volverán la semana que viene, el miércoles, con Elu o sin él.
Arturo y Esteban prometen volver esta noche al frontón, les creo. El que no estará es Steve, se va a los cayos el fin de semana, a vender camisetas a los turistas.
El fin de semana se animarán las gradas. Vendrán más catedráticos. Tengo mi silla reservada en el palco.