Markina-Xemein: dinastías, sangre en las venas del jai-alai

Llamaron mi atención las fotografías de los campeones y de los subcampeones del último torneo, World Super Court, disputado en el jai-alai de Magic City (Florida). En las que se ven a los ganadores, los hermanos Goixerri y Aratz con un flamante cheque de 25.000 dólares. Y en la otra fotografía, los subcampeones, Iñaki y Julen, dos de los tres hermanos Goitia, mostrando otro cheque de 10.000 dólares.

No son los premios ni el escaso eco en los medios vascos sobre este evento en el que las dos parejas que alcanzaron la final, son de origen vasco.

Lo que me vino a la memoria fue la cantidad asombrosa de pelotaris de cesta-punta profesionales con vínculos sanguíneos que se han dado en esta modalidad de la pelota vasca.

A simple vista, sin hacer ningún análisis minucioso, la cantidad es desproporcionada comparándola con cualquier deporte.

En todas las modalidades de pelota vasca ha habido sagas de pelotaris; ahora bien, el jai-alai, alcanza cifras mayores.

¿Cuales son las razones? ¿El por qué de este fenómeno?

En primer lugar hay que resaltar que la modalidad de la cesta-punta ha estado vinculada históricamente a dos zonas concretas de Euskal Herria. Siendo el frontón de Markina-Xemein, el foco más importante con diferencia. Hasta el punto que esta localidad y núcleos limítrofes ha aglutinado a un 30% de todos los profesionales, unos 3.500, datados por Miguel Angel Bilbao en su libro: `Cesta Punta: Los profesionales de la especialidad´.
Estamos hablando de más de 1.000 pelotaris profesionales surgidos en la órbita de Markina-Xemein y su frontón.

Siempre he pensado que este es un fenómeno digno de estudio antropológico.

A la espera de que algún científico social se anime a elaborar un estudio. Valgan estos apuntes míos a modo de reflexión y toma de conciencia ante una cuestión tan singular.

A la de Markina-Xemein añadiría otra zona como es la de Tolosa, la escuela del frontón Beotibar cuyo maestro fue Elizondo, de la que también surgieron cientos de puntistas.
Esta escuela fue fundada por iniciativa de las empresas de Miami, La Habana y México, como vivero o cantera de futuros profesionales. Es decir, respondiendo a una necesidad laboral.

En el caso de Makina-Xemein y periferia se convirtió en un bastión de la cesta-punta también como respuesta económica pero de manera natural.

¿Por qué en Markina y no en Eibar, Bilbao, Errenteria o Biarritz? cabe preguntarse.

Es posible que confluyeran ciertas circunstancias y casualidades. Tal vez el espacioso frontón, inaugurado el año 1.883 con un partido histórico enrtre Chiquito de Eibar, con cesta, aliado con Facundo, pala; contra Txitibar y Vega, usando la cesta (abierto hasta el año 1928).

La presencia de figuras locales como el legendario pelotari de mano, el cura Laba, protagonista de desafíos históricos. Otros como Pola, intendente de un cuadro de niños pelotaris cuyo destino, año 1.892 fue el frontón San Francisco de Madrid.
Pelotaris que ya en el siglo XIX emigran y regresan creando afición y reclamo.

El campeonato de cesta-punta para chavales hasta los 14 años organizado por el periodista Francisco Ezquiaga de la `Voz de España´. Lo cierto es que la cesta-punta cuajó hasta convertirse con el paso de los años en un fenómeno sin precedentes, como hemos señalado anteriormente.

 

Otra cuestión a tener en cuenta del por qué de este fenómeno, es la propia ubicación geográfica de la localidad, pueblo de interior, aislado por los escasos medios de transporte y no disponer de unas vías de comunicación de fácil acceso a otros valles o a la costa.
En un entorno rural. Sin talleres ni fábricas en la comarca. Salvo la fábrica de morteros: Esperanza y Cía. La ausencia de oferta industrial empujó a la juventud, en buena parte, optara por buscar fortuna en los frontones que se iban abriendo por el mundo.

La cesta-punta descubrió el ecosistema ideal.

(El testimonio de pelotaris de Markina-Xemein en el canal de Youtube, `Zesta Puntaren Lagunak´, producidos por Txorixe Bideoak, deja bien claro que “la cesta” se convirtió en la principal salida laboral ante la falta de oportunidades).
(El efecto contrario, a mi modo de ver, se dio en la comarca de Oarsoaldea en Gipuzkoa (Pasai, Lezo, Errenteria, Oiartzun), a finales del siglo XIX, foco de grandes pelotaris de xistera. La cercanía entre núcleos urbanos, el puerto de Pasajes, frontera y la capital propiciaron la industrialización temprana frenando en seco el pelotarismo como carrera profesional).

Por otro lado está la fuerte demanda de pelotaris de cesta-punta la que impulsó la salida. La expansión, la apertura de frontones fue tal, que superó el número de pelotaris disponibles.

( Provocando, es mi opinión, que el remonte, la pala y la raqueta, se hicieran un hueco en varios frontones del estado español; e incluso, que estas tres modalidades, migraran allende los mares).

La fuerte demanda de “mano de obra” provocó un efecto llamada que encontró su primer destino en las familias de varios hermanos, entre padres a hijos o sobrinos. Creando y retroalimentando, con el paso del tiempo, sagas de pelotaris en las que la cesta-punta, primero como oficio y después como factor cultural se incorporó en el ADN de la localidad.

En un entorno endogámico, el sistema de contrataciones de las empresas, basado a menudo, en las recomendaciones resultaban de vital importancia pues eran un aval suficiente para que un familiar primero, amigo después o conocido, resultara contratado. Incluso sin haber sido visto jugar por el intendente o empresario.

Mencionando la figura del intendente, decir que de Markina-Xemein y su entorno han surgido cerca de una veintena de intendentes ocupando dicho puesto en diferentes épocas y frontones.

En contraste con otros deportes en los que la meritocracia era una condición indispensable, la cesta-punta para el pelotari profesional —un mercado cuya particularidad era la apuesta como fuente de financiación— fue la razón para que la xistera pasase a ser una alternativa laboral, como podía ser la de pastor o marino.

El mérito deportivo, como primer requisito, no resultaba una condición indispensable.

Resulta llamativo las declaraciones en los videos que antes hacía referencia, testimonios de ex puntistas markineses, en las que afirman que el aprendizaje se daba de manera empírica, a base de ensayos sin la presencia de ningún maestro, salvo algunas indicaciones esporádicas de antiguos pelotaris o profesionales de visita en el pueblo.
Esta ausencia de maestros era algo habitual hasta no hace muchas décadas, a excepción de la escuela de Elizondo.

La gran demanda de mano de obra contribuyó a que los aspirantes a profesionales debutaran, en bastantes ocasiones, habiendo practicado unos pocos meses.
El que con el tiempo fuera gran figura como lo fue Chucho Larrañaga, atestigua mi argumento.
De camino a Barcelona en tren para debutar, dos pelotaris acompañantes se mofan de él; no daban crédito que fuera a debutar.

La configuración de las carteleras con partidos estelares y de segunda y de tercera categoría daba acomodo a toda clase de pelotaris. Ni qué decir en los frontones americanos donde el pelotari perdía su papel protagonista para convertirse en sujeto intermedio, un número, ante la empresa y apostador.

la cesta-punta como oficio, salida laboral, sí; pero tampoco podemos atribuir todo el peso en el motivo económico para jusificar el fenómeno que se dio en la comarca. También hubo un fuerte componente de amor por la especialidad. Lo que llamamos, “afición”. En muchos casos vocacional. Generándose una cadena de transmisión sobre todo basada en el vínculo familiar.

Es en la consolidación del arraigo social donde el estatus de pelotari como un valor, figura reconocida, sobrepasó los motivos económicos iniciales. La consanguinidad, los vínculos sanguíneos, como máxima expresión.

El frontón de Markina donde se forjaban cientos de aspirantes no podía ser uno cualquiera. Los cronistas lo denominaron la “Universidad” de la cesta-punta.

La integración social de la figura del pelotari de cesta-punta en la zona tenía tanto calado, que incluso en los conflictos laborales, huelgas como la de 1968 en la Florida, el número de esquiroles procedentes de la zona de Markina-Xemein, fue insignificante.
Había que rendir cuentas en sociedad.

A pesar de la decadencia del jai-alai a partir del año 1988, del drástico descenso de pelotaris profesionales, la presencia de pelotaris con vínculos familiares ha resistido al paso del tiempo. Se ha reforzado, diría. Tal vez, porque ante la falta de estímulos económicos (salida laboral), lo que perduró es la transmisión sentimental por la vía vocacional como si se tratara de un sacerdocio.
La sangre siguió corriendo y sigue fluyendo por las venas del jai-alai ajena a los vaivenes de eso que llamamos mercado.

La familia, los padres, a base de sacrificio, inconscientemente, luchando para que la especie no quede extinguida para siempre.

Basta con echar un vistazo los cuadros de pelotaris de Dania de los últimos años. Los participantes del Winter Series de Gernika y otros torneos. E incluso, Magic City en Miami, el World Super Court, donde los cuatro finalistas pertenecen a distintas dinastías.

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