Hollywood (Florida)
Mi querido Bandini
Hoy lunes, la temperatura es de unos veinte grados a las nueve de la mañana, las nubes cubren gran parte del cielo y una ligera brisa mitiga la humedad que a lo largo del día hará que sude en cuanto camine un par de kilómetros, aunque lo haga por el malecón de Dania Beach, un paseo tan largo que da la impresión de llegar hasta los Cayos por el sur, y a Canada hacia el norte.
Hoy no hay función en el Jai-Alai, los pelotaris lo agradecerán, pero yo, sin embargo, lo echaré de menos. Porque, sabes Bandini, estoy con mono de jai-alai. Sí. Tal vez sea porque quedan un par de semanas para que esto acabe y quieres aprovecharlo al máximo, como el último sorbo, o como si me dijeran, te queda tanto de vida y decides exprimirlo al máximo.
He disfrutado mucho en el frontón estos últimos días. Vine mentalizado a sabiendas con lo que me iba a encontrar y el aterrizaje ha sido suave. El casino ha empujado al frontón tanto que las gradas y la cancha se han estrechado a cinco filas, para una 500 personas, más la cancha. Por lo que he visto, suficiente aforo para el publico de jai-alai.
Ví y escuché los primeros en pelotazos en vivo desde el palco de pelotaris, la mejor atalaya posible para seguir el juego. Lo primero que me vino a la cabeza fue: esto no puede acabar aquí. La velocidad de la pelota, el sonido, los saltos, las carreras. El arranque con el que juegan estos chavales aunque estén apurando los últimos pelotazos. Ante unas gradas semi desiertas, con un premio por entrar entre los tres primeros (como me confesó Steve “the Hook”) que sonrojaría al más incauto. Estos chavales son unos profesionales de arriba abajo y, además, el nivel de juego es más que aceptable.
Moverte por los vestuario, saludar a los players. Entrar al cuarto del pelotero e intercambiar unas palabras con Paco, mientras cose el cuero de una pelota con la televisión puesta a modo de compañía. Paco es de Acapulco y jugó en Daytona, “con el Chino de intendente”, me dice.
Saludar a Chabelo, el cestero, al que no había visto en 40 años y te habla de cómo llegó a Hartford para la inauguración, 1976. Lo hizo a modo de prueba, viviendo en un Howard Johnsons y desde entonces, no ha parado de tejer cestas y convivir con centenas de pelotaris.
Charlar con Benny Bueno, el intendente, con su fluido verbo. Me hace recordar esa máxima que dice: ask a question, and they´ll talk forever (hazles una pregunta, y no callarán) Me contó historias, anécdotas, comentarios off the record, que darían para varios artículos. Tal vez para un libro.
Saludar al mejicano Romo, el ayudante de Benny. Al que yo recordaba del solarium del gran masajista que fue Sol, en el ático del Deaville, uno de los más afamados hoteles en Miami Beach. Un pelotari que vestía de marca y adoraba a las mujeres y, por lo que me contó, a sus 72 años, conserva el fuego y la pasión como en los día de esplendor del Miami Jai-Alai cuando jugaba las primeras, pero arrasaba con las chamacas.
Estos primeros días me han permitido saludar a antiguos compañeros. Después de muchos años, sentarnos en las gradas y seguir los lances del juego. Intercambiar impresiones, rememorar viejos tiempos con old timers: Sáez, Elu, José Luis Mendizabal (Mendi II). Este último tan apasionado del jai-alai que entre escoger el oxigeno y el jai-alai parea vivir, se vería en una encrucijada vital. Otro fanático del deporte, Juanito, Elejebarrieta II, pelotari temperamental, temible para sus adversarios, temido por sus zagueros. Uno de los protagonistas de aquel cuadro inolvidable del Miami de la década de los setenta.
Sentarse junto a Isaac Argoitia, Iñaki “Kakatza” Arrieta… uno cree entender algo del sport vascongado, y escucharlos es una invitación a permanecer callado.
El ambiente del frontón no se limita al recinto, cuando tras disputar el último tanto, los sábados por la noche, empieza otra sesión. Una pequeña fiesta: un tailgate lo llaman (abren el portón trasero del coche y van sacando tragos a los reunidos, típico en los acontecimientos deportivos).
Estamos en el parking del frontón. Uno de los veteranos abre el portón de su todoterreno. Dentro, dos coolers llenos de cervezas. Empieza el tailgate. Entre los veteranos y los jóvenes recién duchados que van llegando, da comienzo la pequeña fiesta. No importa a qué generación pertenezca uno. Bromas, comentarios, entre sorbo y sorbo. Me doy cuenta que rodearse de jóvenes como Aratz, Johan, Gorka, veinteañeros, rejuvenece. Lo noto en los ojos de Juanito Elejabarrieta, Mendi II, Argoitia II… a mi me pasa lo mismo. Los jóvenes transmiten alegría. Uno de ellos comenta que es una pena, pero que él y varios más jugarán en Magic City… Suerte, chavales.
Los jóvenes se van, unos a casa, otros al Shenenigans, el bar de moda (siempre ha habido un Shenenigans); alguno se marcha a trabajar al turno de noche en un almacén de Amazon en Miami. Otro hace de taxista con Uber, por varias horas… (estos no son nuestros tiempos). Se cierra el portón trrasero del todoterreno, ha finalizado el tailgate.
El Shenenigans está abierto hasta las cuatro de la mañana. Tiempo de sobra para tomar algo acompañado de una hamburguesa. Nos sentamos en el exterior, tres mesas que parecen de sidrería, las aspas de un enorme ventilador refrescan el ambiente. En el interior, una barra en forma de herradura. Pantallas de televisión por docenas ofreciendo partidos de futbol americano. Miro por si veo en una esquina a Hemingway, de pie, apoyado en el mostrador, tomando apuntes para completar un cuento (¿por qué Papa Hemingway nunca escribió nada sobre pelotaris?, una incógnita).
Salgo fuera. Una de las mesas la completa una cuadrilla de jóvenes pelotaris con sus parejas. Me llevo una sorpresa. Han oido hablar de ti, Bandini.
“Salúdale a Bandini”, me dice, Iñaki, uno de los hermanos Goitia.
Ríen, se gastan bromas y transcurren los minutos y, los veteranos los miramos con envidia, y, no solo lo pensamos, sino lo decimos: hay cosas que no han cambiado.
Estimado Bandini, el sol ha empezado a calentar. Me voy a caminar un rato antes de que se me haga insufrible. Me dicen que beba mucha agua, que uno, en este clima se deshidrata fácil.
Acaso el tailgate, de los sábados por la noche, en el parking del frontón, obedece a una medida contra la deshidratación. No, no lo creo.