Estamos en los postres. No he disfrutado de la comida. Mi ansia de conocer el final de la investigación, no me lo ha permitido. Al inspector le ocurre todo lo contrario. Se lo ha tomado con la calma habitual. Ha saboreado hasta el último bocado de rabas, croquetas, gambas al ajillo y una cazuela de callos y morros. Dejo a un lado la tarta de queso y pido dos cafés al camarero.
“Mira, Iñaxio. Magaña regresa de Florida a Donostia, a este barrio de la Zurriola. Lleva décadas sin pisar Gros. El barrio ha cambiado tanto que la gente de toda la vida, no lo reconoce. Adquiere otra identidad y se hace pasar por Zenón de Zurriola, un antiguo republicano, profesor retirado de la docencia después de años de impartir clases en la Autónoma de México, poeta en sus ratos libres. Fisicamente ha cambiado, se hizo unos retoques en el D.F. tras su fuga de La Habana, algo de cirugía, unos kilos de más, barba blanca, un poeta en toda regla.
Su aspecto cambia, pero no su interior. Doctor Jeckyll de día, se convierte en Mr. Hyde de noche. El apacible ciudadano en un implacable negociante sin escrúpulos. Nada más llegar invierte en el frontón Galarreta y en el Balda después. Hasta convertirse en el máximo accionista en ambos frontones. Poco a poco va construyendo un imperio. Se adueña de la mitad de los negocios de hostelería en Gros. Crea un fondo buitre y se mete de lleno en el floreciente negocio de las inmobiliarias. Varios de los edificios los destina al alquiler. Tan pronto lo ves en una concentración “Stop Desahucios” en la plaza Cataluña y, al anochecer, escribe en la trastienda de la cafetería Cloty cartas de desalojo a pobres viejecitas viudas.
“Oye, Garret”, le interrumpo.
“¿Y de dónde sale tanta pasta?”
“Espera, no te impacientes” (mete el tenedor en mi platillo y engulle media ración de tarta).
“¿Te acuerdas de Iñaki Pradera? ¿Del programa-almanaque de Dania Jai-Alai?”
Asiento con la cabeza.
Iñaki Pradera era el testaferro de Magaña, ahora reconvertido en Zenón de Zurriola. Había que traer las joyas y la maleta repleta de dólares de Florida. No solamente introducirlas en el país, sino ponerlas en circulación, blanquear ese dinero. Es cuando Iñaki se pone al frente de los corredores en Galarreta, un lugar que ni de encargo para limpiar todo ese ese capital. Si Magaña era astuto, el jefe de corredores no se quedaba atrás. Un hacha con los números, un as de las finanzas. Varios corredores como Juantxo Múgica y Cesáreo Gaztañaga se convierten en socios colaboradores para hacer circular el dinero entrante.
Magaña convierte a la cafetería Cloty, con ella como secretaria, en su centro de operaciones, la tapadera ideal donde se gestionan todos los negocios ilegales del poeta farsante”.
“Sigo sin entender cómo metían las joyas y el dinero en el país”.
¡Ay! Iñaxio. Ahí entra en juego el programa de Dania, mejor dicho, los programas, porque tú conociste uno, el que se quedó en una mesa en el Cloty, el que te llevaste escondido como reliquia.
Era a través de esos programas con los que Iñaki notificaba a Magaña las entradas de dinero y joyas. Marcaba a bolígrafo las cantidades de las estadísticas. Señalaba con un circulo los pelotaris que hacían de mulas, tras finalizar la temporada iban al Florida Federal Bank de Dania y sacaban las cantidades asignadas a cada pelotari. Una vez en Euskadi, se presentaban en la cafetería y entregaban a Cloty la mercancía a cambio de un 3 % de comisión. Y de esa manera todos contentos”.
“Ahora entiendo lo del soplo de un vecino del barrio tras el asesinato de Magaña.
“Los veía a menudo (Iñaki y Magaña) paseando por la Zurriola”…
“Es donde se cocían todas la transacciones, el intercambio de información entre los dos socios”.
“Lo que no entiendo es cómo Hacienda, que todo lo sabe, no le pillaba a Magaña”, le digo a Garret.
“Mira, Iñaxio, si algo aprendió Magaña de la mafia en La Habana fue a lidiar con los políticos. A untarlos. Vayas a donde vayas, siempre encontrarás a un político dispuesto a venderse. Aquí también. Desde que llegó al país financió todas las campañas electorales del PNV de Gipuzkoa. Con un único fin, que la cartera de Hacienda estuviera siempre en manos del “Partido”. De esa manera se aseguraba la impunidad, la seguridad que no le inspeccionarían. Ni rastro de sus actividades en los fondos buitres, las transacciones turbias en la compra-venta de negocios relacionados con la hostelería. El fondo de la cuestión era que Hacienda siguiera en manos “amigas”. Ya sabes quién enchironó a Capone”…
“Pero algo falla ¿no? Porque al final se lo cargan”.
Garret sonríe como dando a entender: “mira este ingenuo”.
Un mal día, según se mire, aparecen varios tipos en la cafetería Cloty preguntando por Magaña. Saltan las alarmas. Cloty, de los nervios, llama alterada a su amante. Le pone al tanto. Varios individuos de aspecto siniestro preguntando por él.
¿Adivina quién era uno de la partida?”
“Ni puta idea”.
“¡El Coreano!”
“¡El Coreano!”, no puedo reprimir el grito. No salgo de mi asombro.
“¿Pero todavía sigo vivo?”
Garret asiente con la cabeza.
“Esa rata de alcantarilla seguía vivita y coleando. Estaba al tanto de la metamorfosis experimentada por Magaña. De su nueva vida. Y le chantajea. Si no ingresa en un banco suizo un millón de dólares, va a cantar. Entregará un dossier en un medio afín a la izquierda abertzale para que se haga pública toda la información.
“No me extraña que salten las alarmas”, le digo al inspector. “Menudo escándalo”.
Magaña no se achanta. De peores ha salido ileso. Convoca a una reunión en la cafetería al Coreano, la hora señalada son las diez de la noche. Una condición, que venga solo.
Magaña llama a sus “contactos” (servicios secretos del Partido) para contratar a dos mercenarios y ponerles al tanto de la situación.
A la hora acordada aparece el Coreano, su aspecto ha cambiado con el paso de los años. Ha engordado, la barba sigue siendo blanca y camina apoyado en un bastón. Parece un “Olentzero” en toda regla.
Una vez dentro de la cafetería, se apagan las luces. Le dan una somanta de hostias y lo dejan machacado, desfigurado, irreconocible. Le quitan la documentación que lleva encima. “Eufemiano Fuentes Galíndez, dominicano, 78 años”. Le introducen una nueva en la cartera. Desde ese momento , el antiguo adiestrador de armas en el D.F. El que fuera ayudante del Ché en La Cabaña, pasa a ser: “Zenón Magaña Astigarraga, de 75 años, natural de Zurriola”.
A la mañana siguiente Cloty encontrará el fiambre al abrir el negocio. “Haciéndose la sorprendida”.
“¡Joder! Garret. O sea que, dos pájaros de un tiro. Acaban con el Coreano de una vez por todas y “Magaña” está oficialmente “muerto”. En adelante Zenón de Zurriola campará a sus anchas”…
“Así es, Iñaxio. Como decía Turrillas: “el poder económico y los políticos, siempre van de la mano”.
“Un asco”.
Después de unos minutos de silencio, (estoy intentando asimilar toda la información), llega la hora de la despedida. Han sido unos días intensos.
“Otra cosa”, me dice.
“No nos veremos en una temporada. Me trasladan de vuelta al cuartelillo de Amoroto”.
No me extraña, pienso. Con toda la información que maneja, sus superiores tienen que estar acojonados.
“Echaré de menos el barrio”.
Yo sí que te echaré de menos, le replico.
“No seas hortera, Iñaxio”.