Mi querido amigo Bandini. Hace tiempos que no te escribía y, mira por donde, hoy he decidido hacerlo. Te voy a hablar sobre otro frontoncito de estos que están abriendo al sur de la Florida. Ya estás con la murga, estarás pensando. No tienes otra tema que contar. Tienes razón mi querido Bandini. Te prometo que ésta será la última entrega sobre estos frontoncitos de mierda que han abierto. El último en abrir lo hizo hace unos días. Le llaman Calder Jai-Alai. Este me parece que no es como algún otro de paredes de cristal, de esos que un resoplido del difunto Gerrika abatiría las paredes y lo dejaría como el huracán que arrasó la Florida el año 1926 y dejo el Biskayne hecho polvo.
Ya te he solido contar, Bandini. Aprovechan algunas empresas unas licencias sueltas que les permiten funcionar como casinos a condición de que ofrezcan jai-alai. O sea, un matrimonio de conveniencia en el que el negocio está en el casino y no en la cancha. La caldera ésta que han construido debe tener unos treinta metros. Mal empezamos… Bueno, he de decirte que esto de la medida no es ninguna novedad. Se jugaba en Canarias, en el frontón Madrid e incluso en el Habana-Madrid. Y tengo entendido que era un verdadero espectáculo verles jugar. Con pelotas adecuadas y los pelotaris, profesionales de verdad, hechos a la medida. Hasta aquí todo bien.
La cuestión es cuando se falta al respeto. Lo hicieron en Orlando y lo hicieron en Ocala. Dos tipos a puerta cerrada por el mero hecho de cumplir con el número de funciones requeridas. En Fort Pierce también la cosa empezó a decaer, esta vez con real players.
La degradación ha continuado al introducir en uno de estos frontoncitos unos cuantos ex atletas famosillos reciclados en un crash-course para el jai-alai, creo que para el Magic City… O para el Casino… Qué más da. Como dirían los hermanos Pita: “¡la misma mielda, chico!”
Y ahora le toca el turno a Calder. Otra vuelta de tuerca en el proceso de jibarización del jai-alai ofreciendo un subproducto, una mutación, de lo que es el verdadero jai-alai, en contraposición a lo que se juega en Dania o en México.
El jai-alai, desde sus inicios ha ido evolucionando, adaptándose a los tiempos, con sus ventajas y desventajas. La evolución, a través de la selección natural, no entiende de si es mejor o es peor. La supervivencia es su único leit motiv. Sobrevivir. Sin más. Se adoptó la modalidad de quinielas, que sigue perdurando. Un inciso. He leído que el paso de partidos a quinielas es como si en lugar de disputar partidos en Champions se decidiera a penales… No se puede confundir el tocino con la velocidad. En quinielas se han escrito hermosas paginas de jai-alai. Se ha ofrecido autentico espectáculo. Cuando hay calidad, el resultado está garantizado. El publico lo aprecia.
La adaptación en el jai-alai ha sido una constante. Sin remontarnos a tiempos remotos. De partidos, a jugar quinielas tanto a tanto, después a doble punto. De disputar partidos a 35, a jugarse a sets. Incluso la oferta de partidos, de empresa a torneos, de jugarse todos los días a fin de semana. Organizando festivales mezclando música y gastronomía con jai-alai… Pero siempre el jai-alai como espectáculo y su protagonismo, el eje del negocio.
Estas malformaciones genéticas que sufre el jai-alai con versiones como la de Calder se parecen, a primera vista, con lo que puede parecer un circo. Pero ¡OJO! Un respeto al mundo del circo. El espectáculo del circo es antiquísimo, con artistas entregados incluso poniendo en riesgo su propia vida. Un mundo apasionante el del circo, capaz de entusiasmar al público infantil. Capaz de reinventarse como lo ha hecho el Circo del Sol.
Lo de la caldera de Calder es un cocido más parecido a un performance, un show, una extravagancia de frikis. Algo parecido a lo que se ofrece en las ferias que tanto gustan en tu país, amigo Bandini. Esas en las que entras en una carpa y ves a la mujer barbuda, al monstruo de las tres cabezas, al hombre-elefante…
Recuerdo como en cierta ocasión en Tampa, hacia el año 1977, fuimos una noche a una de estas ferias. La cuadrilla la componíamos: Sebastián (Arruabarrena), Joaquin (Alkorta), Etxeba, Elorrio (Letxuga), Azka, Tello… La cosa es que, en una de éstas, vimos una atracción en la que anunciaban a una especie de Yeti, algo nunca visto en Occidente. Decidimos entrar, tras pagar la entrada nos adentramos en el recinto, una especie de carpa, no se veía ni castaña, todo en la penumbra. Una enorme jaula de hierro, al fondo, acurrucado una masa amorfa, algo inclasificable. ¿Un gorila? ¿ El Quasi (Luis Alkorta), un fenómeno imitando a un gorila, metiendo horas extras?
Bromas aparte, la primera sensación era de que se trataba de una estafa. En una de éstas, el intendente de la performance empezó a aporrear los barrotes de la jaula con una barra. El Yeti aquel empezó a incorporarse al tiempo que emitía unos gruñidos cada vez más sonoros. La puerta de la jaula, que daba al público se iba abriendo. En cuanto vimos la escena, el presagio no era nada bueno. Menos cuando el monstruo se abalanzó hacia hacia nosotros. Carrera la nuestra, presos del pánico, en unos segundos estábamos en la calle. En todas las temporadas que coincidimos en la cancha, jamás vi correr s Sebastián de esa manera. Tampoco con más arranque a Etxeba ni a Elorrio. ¡Ni a falta de tanto en la single!
El cuadro de Calder parece algo rebuscado en esa ferias. Gente rara, extravagante. Tan solo mirar sus nombres artísticos (?)
La Primera, The Hammer, Barracuda, The Gladiator, El Capitan, Momo, The General, Grave Digger…. ¡Hay que joderse! Ni son capaces de jugar con sus respectivos nombres o apellidos, tal vez por el temor a que los identifiquen en la calle, o tal vez para que sus propias familias no sientan verguenza al ser identificadas. «Mira, ese el padre de Grave Digger (Cabador de tumbas)… Ese otro el hermano de The Ghost»… Da grima. Esto de Calder es como vender orina en frasco como si fuera Chanel 5. Masturbarse y llorar a la vez. Una estafa.
Hay que reconocer que el responsable de marketing de contratar a estos frikis y organizar este sarao, se lo ha currado. «La Primera», la primera mujer profesional. ¡Sí señor! Un puntazo. Una mujer de 53 años que ha accedido al mundo profesional, en el deporte de pelota más rápido del mundo! Un crack el hijo de puta éste, hazme caso Bandini. Incluso el periódico Diario Vasco, un diario que antes mencionaría la capacidad sexual de los manatíes de los Everglades que hablar de jai-alai, ofrecía un reportaje en contraportada, a toda página, hablando de las maravillas de esta malformación genética, de este monstruito que es el Calder.
A mi, querido Bandini, me parece una broma de mal gusto. Una patada donde más duele, en los coglioni, como diría il tuo padre.
Que la mujer está ubicándose en todos los ámbitos de la sociedad, donde le corresponde, sea en la política, en el deporte, o bien en cualquier otra área, es justo y necesario. El mundo nos irá mejor. Pero, ¿de esta manera? Como el resto de frikis intrusos, en complicidad con una performance que poco o nada tiene que ver con el deporte. Más bien a una atracción de feria. No creo que el mundo femenino, que conozca el tema, se sienta orgulloso y lo tome como un logro. Mérito el de Izaro Arbe y resto de compañeras pelotaris puntistas, que aquí, en Euskal Herria, a la chita callando, están dando ejemplo de integración en el mundillo de la cesta punta.
Esto, Bandini, eso que están cocinando en esa Caldera de mierda, ni es jai-alai, ni es nada. Un atractivo de feria, juntando a cuatro frikis que conseguirá que algún que otro curioso –¡Qué carajo será eso de ahí adentro! como nosotros en Tampa– se adentre en el recinto, tan solo una vez, para no volver más.
Espero que el público no salga corriendo en estampida, como nosotros en Tampa. Los frikis, en lugar de motosierras o hachas, con cestas en las manos, convertidos en muertos vivientes. Uniformados, eso sí, de jai-alai players.