Angelito Ugarte, pelotari querido entre los más queridos, personaje barojiano mezcla de aristócrata y pícaro aventurero. Nació con la firme vocación de convertirse en vividor de la vida. Y lo consiguió. Escogió el oficio de pelotari, una forma de vivir la vida a su manera, eternamente joven, sin ataduras. Ejerció y sigue ejerciendo aquello que a él más le gusta: «Il Dolce Far Niente«.
Angel Maria Ugarte Jauregui, Angelito Ugarte, nacido en Sao Paulo, Brasil, el año 1926, sus amigos le llamaban Txantxangorri. “Así es, así me llamaban muchos. Guillermo fue el que me puso el mote. La primera vez que fui a Miami, estaba ensayando antes de empezar la temporada y había un tipo viendo el ensayo con sombrerito y pantalón corto, un tipo raro. Me vio ensayar y me dice: «tú pareces un txantxagorri en la cancha. Venga tómate una ducha y nos vamos a tomar un trago». «Quién es ese que me ha dicho para ir a tomar un trago?». ¿Ése?… ese es Guillermo. (figura legendaria del jai alai).
Desde entonces las 4 temporadas que hice en Miami anduvimos juntos, nos pusimos a vivir juntos y todo.
El abuelo de Angelito Ugarte fue pelotari, jugó en la Argentina. Su padre también fue puntista: Chiquito de Villabona, de apodo Gato, por su agilidad felina. Jugó entre otros sitios en El Cairo y Brasil. Se puede asegurar pues, que de casta le venía la afición de Angelito por la pelota. «De Villabona para ser un pueblo tan chiquito han salido más de 120 profesionales de la cesta punta. Antiguamente muchas mujeres de Villabona sabían a cuanto se cambiaba el dólar, el cruzeiro, el yen, el peso… Casi todas las familias tenían algún pelotari de la familia en el extranjero».
Angelito nació en Sao Paulo, Brasil, el año 1926, donde jugaba su padre. Desde pequeño tenía una afición loca por la pelota. «Yo de mayor pelotari, no tenía otra cosa en la mente.En casa querían que estudiara, me mandaron a los Escolapios de Tolosa. Yo, en la cabeza, un ‘dos-paredes’, una ‘dejada’, más que estudios. «Primero haz una carrera», decía mi padre. Si no me dejáis ir a la pelota me voy a meter en la fábrica. Yo era de familia bien, nadie había ido a la fábrica. Yo les amenazaba con ir a la fábrica. Mi padre cedió pero me decía: arréglate con la abuela y con la madre. Mentaba la pelota y bronca. Abrieron la Sacem (la fábrica más importante de Villabona) y yo me apunto en la fábrica, con el buzo iba a trabajar a la Sacem, a los 14 años.
Yo le vi jugar a mi padre en Brasil, con 41 años última temporada en Brasil de mi padre. El por entonces presidente de Brasil, Vargas, cerró los frontones, prohibió todos los juegos de azar. Era una lata aquello.En cada esquina había un chiringo para apostar, unos juegos locos, estúpidos, salía una muchacha, una raquetista, tiraba una pelota contra un alanbre-sare (alambrada) y la pelota pan-pan-pan hasta que se metía en un agujero de los varios que había , se encendía una luz y aquel era el número ganador. Salía otra muchacha y lo mismo, todo eran apuestas y el jai alai lo consideraron juego de azar y cerraron.
En Sao Paulo, por aquel entonces había 5 frontones abiertos con 45 pelotaris en cada uno. Todo aquel que sabía amarrar una cesta, a Brasil. Se jugaba muy limpio, un estilo entre el joko-garbi y la cesta punta de hoy en día. Se jugaban singles sólo, con 6 pelotaris. Las pelotas eran vivísimas , enceraban las pelotas. Iba un pelotari de aquí de Barcelona y empezaba a ensayar y para cuando metía la cesta ya le había pasado la pelota. Les costaba acostumbrarse a ese tipo de juego. Había un minino ( chiquito en portugués), dándole cera a las pelotas toda la noche. Primero pintaban la pelota y luego cera. Botaba la pelota en el suelo y resbalaba como si estuviera el suelo mojado, así se jugaba, a una velocidad del carajo.
Los primeros pelotazos los di en Brasil con una cesta pequeñita, con 11 años volví a Villabona.
(Villabona es uno de los pocos pueblos de Euskadi Sur donde se practica la modalidad del rebote, antiquísimo juego de pelota en el que los pelotaris juegan de frente.)
A mi me gustaba mucho más jugar al rebote que a cesta punta. Yo me llevaba todo el polvo de la cancha de rebote. Era el más limpio cuando empezaba el partido, pero el más sucio cuando acababa. En Villabona había una fábrica papelera aquí, otra allá, y el hollín caía al suelo y yo andaba siempre en el suelo. Todo el brazo en carne viva por la piedrilla del suelo. Yo era un loco jugando.
Debuté en Canarias, en Tenerife, con 19 años. El empresario era eibarrés y nos contrató a unos de Villabona. Elola, Juantxo Garmendia y yo. La travesía por mar duró 15 días. En chalupa antes llegaríamos.
En Tenerife debuté y también allí tuve mi primera novia. En el mismo frontón jugaban las raquetistas (modalidad de pelota practicado por mujeres) y yo empecé a salir con una de ellas, se llamaba Mariqui. Solíamos ir al cine y así. Era una chica preciosa. La mejor zaguera del cuadro. Verle jugar daba gusto. Era fina jugando, unas zapatillas blancas que se movían como palomitas por la cancha…. (de la emoción le brillan los ojos a Angelito). Un día me dijo, «Angelito, he conseguido el disco “Angelitos Negros” (una canción de moda por aquel entonces, ¿vienes esta noche a mi apartamento?». «Cómo no
Esa noche, mientras escuchaban “Angelitos Negros”, la canción de moda, Angelito perdió su virginidad en brazos de Mariqui, su primer amor. No sería el último.
Dos años de mili en Zaragoza en la Academia Militar, como delineante. No lo era pero como sabía mucho de matemáticas anduvo haciendo planos de Africa e ilustraciones para libros. Por las tardes o noches jugaba en el Aragones. (De pronto le vienen anécdotas de la época a la cabeza).
Estando en Zaragoza dos compañeros suyos que llevaban tan solo unos pocos meses desde que habían venido de la aldea natal. Acostumbraban a tomar un trago en un bar. Un día se encuentran con que el bar estaba cerrado y un letrero: Cerrado por Defunción. Se quedaron mirando el letrero sin decir palabra. Ninguno de los dos entendía el significado de aquel Cerrado por Defunción. «Bai», dijo uno, sí. Horixe, eso… Ninguno de los dos daba el brazo a torcer, que no entendían el significado. En una de estas, dice uno de ellos. «Claro, de funsion. Serrado de funsión a funsión, como nosotros. De funsión a funsión serrado, como el frontón, igual”.
Más tarde, estando jugando en el Balear de Mallorca, se fue de vacaciones a Villabona, para Santiagos, las fiestas patronales del pueblo. El día de Santa Ana, en plenas fiestas, es costumbre jugar un partido de rebote, Villabona contra Hasparren. Yo no me perdía ese partido ni loco.
Coincidió que estando la familia Berenson que había venido a contratar pelotaris, Carmelo Balda, por entonces presidente de la Federación guipuzcoana de pelota, les dijo a los Berenson. «Hay aquí un pueblecito donde se juega una de las modalidades de pelota más antiguas»…
Los Berenson en un balcón principal de la plaza viendo el partido. Yo a vueltas por el suelo, una y otra vez. Berenson, loco, viéndome jugar. Balda le dice a Berenson: «ése que le gusta tanto, juega a cesta punta». «Cómo a cesta punta?» » Sí lo que juegan en Miami». «Ya tiene contrato», le contesta Berenson.
Amelburu, el dentista del pueblo que hacía de locutor, con disimulo me llama: «Angelito!!»… Y me hace con la mano la señal de firmar un papel.
Fíjate, si antes hice chorradas, las que hice después. Al suelo, una y otra vez. Un show, un espectáculo. Nadie jugaba al rebote como yo. En la cancha a cesta punta también yo era un saltarín, brincaba por todos los lados (me enseña una foto en la que se le ve saltando por la pared).
Fernando Orbea, un primo de Piston, un tal Arteaga y yo fuimos a Miami por primera vez, el año 1952. Imagínate, una ilusión loca, el único frontón que había en los EE.UU., un sueño hecho realidad.
Se jugaban 110 funciones a la temporada, sin matinées, los domingos fiesta. Nueve quinielas por función, cada pelotari jugábamos de dos a tres quinielas.
En Miami me llevé un desengaño terrible porque yo en la single yo solo sin zaguero, la escondía, no tenía ningún misterio para mí la single, cuando el contrario mejor, mejor jugaba yo porque tenía mucho gancho, le hacía picar a la pelota, sacaba largo… Voy a Miami, no podía ganar una. Fui con nombre porque en Zaragoza de 10 singles ganaba 8.
Pero Miami, un suelo áspero, pelotas muertas, yo no podía hacer gancho. Los otros pelotaris que me conocían de Zaragoza, sabían de mi juego en la single, y me habían dicho, en Miami vas a acabar, joder, acabar… qué desengaño”!.
Yo he sido derechista, con el revés hacía tres cosas, churrustada, no tocar o palo. Con la derecha de rebote era el único pelotari que reboteaba al ancho, yo, ¡ziaaaá! Al ancho a la red con la derecha. El único, hoy en día nadie hace. Tenía una habilidad del carajo!”.
Guillermo y yo andábamos siempre juntos.
Después del frontón íbamos a tomar unas cervezas. Era un tipo carismático, yo me pongo una chistera y me queda mal. Guillermo se ponía un florero y le cae bien. Deportivamente estaba en su plenitud. Además antes de saltar a la cancha se tomaba un par de traguitos. El jefe de la Racing Commision, un tal Charles Gonzalez, que más tarde fue intendente de Tampa, nos traía una botella de whisky americano. Charles le quería mucho a Guillermo, todo el mundo le quería. Cuando tomaba un par de traguitos salía a la cancha con aquél revés!!…Saltos que daba en la pared, acababa con las quinielas. Todo de revés, de derecha nada, rebotear mal, estilo guadaña, por eso saltaba y cogía antes de que le pasara. Era trabado, un toro, unas pantorrillas…
No era nada mujeriego Guillermo, amigos y cervezas, nunca borracho. Tenía un don de gentes tremendo. Dar los tres primeros pasos en la cancha y ya estabas enamorado de él. La postura, el saber andar, gran amigo mío.
Cuando le preguntaron qué epitafio le gustaría que pusieran en su tumba, no lo dudó. «Se acabó el partido». Cuando murió Guillermo, el año 1979, intenté recaudar dinero para inscribir ese epitafio en su tumba, no lo pude llevar a cabo.
Para mí el pelotari más grande que he conocido ha sido Intxausti de Villabona. No he visto a nadie jugar como él. Ni Pistón ni nadie. Una colocación…. cómo sacaba la pelota y cómo acababa el tanto. Yo jugué un par de veces en Zaragoza contra Intxausti y pá sumadre! Mala fama, eso sí. Odioso, se hacía odioso. Tenía la costumbre de burlarse del contrario delante de él. Le metía una jugada y je,je… No le podían ni ver ni pelotaris ni empresas. Nunca le contrataron, por la mala fama. En Mexico y en Cuba, frontones grandes… hubiera arrasado. Una pena.
Jugué en Cuba, en el Habana-Madrid, no había sitio en el Jai Alai. Aquello era vida, un relajo. Pero donde mejor he vivido ha sido en Milán, en Italia. Il dolce far niente, un a pachanga continua, nada de presión, nadie se enteraba si habías ganado o no. Ni se hablaba de pelota. No como en Miami, unos gatos…qué era aquello. Porque en Miami, éste tantas ganadas, el jodido programa dice cuantas llevas y no se habla más que de pelota y pelota.
Inauguré yo el frontón de Palm Beach el año 56. Allí salí muchas veces campeón de la single. La single no tenía misterio para mí. Palm Beach, un suelo brillante, unos balines. Con mi derecha metía cada chingarazo!… En una ocasión me dieron el trofeo al pelotari más popular. Ponían una urna en la entrada y el público votaba, yo robaba aquello
Estando jugando en Daytona tuve una bronca con una de las máximas estrellas del cuadro, él jugaba mucho la single, pero yo también. Una vez sacaron una patata (pelota muerta). Y ganó la estrella del cuadro. Así y todo empezó: «pelotas y no se cuantos».
«Dá las gracias a Dios que te echan esas pelotas porque con la viva te gano», le dije en el cuarto de pelotaris delante de todo el cuadro.
De rebote de derecha del cuadro siete era como sacar el saque para mí. «Ziaaaá!! nadie sabía donde tiraba yo al ancho. Una vez Orbea I se levantó del asiento para venir a a la mitad de la cancha para felicitarme.
¿Yo golfo? He discutido mucho sobre si he sido golfo o no. Yo no he sido golfo pero he alternado mucho. Con clase. En Palm Beach me hicieron socio honorario del Palm Beach Athletic Club, el club más selecto que había. Alternaba con gente grande, artistas de cine, dueños de fábricas de coches, un gran amigo mío el dueño de la Dodge.
Estando jugando en Palm Beach me casé a los 27 años, con Susana, una americana. Un verano la traje a Villabona, por fiestas. Trajimos un Cadillac convertible (descapotable). Qué fue aquello! Te puedes imaginar, en todo Villabona habría 60 coches. Por fiestas se organizaba una carrera ciclista, la Vuelta a Villabona, y querían que saliera con el Cadillac como coche jurado donde iba el director de la carrera, yo no no me perdía por nada el partido de rebote contra Hasparren (pueblecito vasco-francés). Total que como el coche era automático nadie se atrevía a conducirlo y al final fue mi mujer, la americana, la que hizo de chófer del Cadillac para el director de la carrera.
Tuvimos dos hijas y a los tres años nos separamos. Soporté a mis hijas hasta los 19 años cuando lo legal es hasta los 17. Estuve diez años sin casarme. En Daytona me casé con una filipina, ella tenía 17 años yo 42, no tuvimos hijos. A los cinco años nos divorciamos. Volví a casarme en Daytona con una venezolana, entonces yo tenía 63 años, ella 23, nos divorciamos también. Todos los divorcios yo los he hecho bien, no he pagado a las mujeres nunca.
¿Mujeriego yo? Qué va. Era el uniforme de pelotari lo que atrae a las mujeres. Cualquier uniforme, yo he visto a mujeres del pueblo enamorarse del párroco, imagínate.
Cuando se iba a inaugurar el frontón de Palm Beach, le dijeron a Guillermo para intendente. «Txantxagorri», me dijo. ¿quieres venir de ayudante?. Resulta que una empresa cubana va y compra todas las acciones y Guillermo y yo en la calle. Trajeron a Kiki Valenzuela de intendente y me cogieron como pelotari. Y resulta que me hice muy amigo de Kiki, yo era el ojito derecho de Kiki.
En aquella época funcionaban mucho las recomendaciones. «Yo llevé recomendados a Palm Beach a cantidad de pelotaris.
Me hicieron saber que había uno del pueblo, de Villabona, en Italia, y que quería venir a Florida. Al día siguiente voy a donde Kiki y le digo. «Kiki, tengo un fenómeno que juega la tira, buenísimo.» Le manda contrato y voy un día al frontón y Kiki,. «Angelito!!, Angelito!!… «Qué pasa Kiki». «Que qué pasa, mira lo que me has traído»!!… No metía una el de mi pueblo, un kankailu, grandote, cero para verle jugar. Al año siguiente igual. «Kiki, ya le darás contrato». «Ni hablar», le contesta Kiki. «No juega nada, no le apuesta nadie». «Kiiki, que es hijo de viuda, está ayudando a la madre». Y así hasta tres años. De allí le conseguí contrato para Tampa. «Oye Charles, tengo aquí en Palm Beach, un fenómeno»… Allá se fue, hizo siete temporadas, se casó allí con la hija de un gasolinero».
Con 38 años lo dejé (jugar a la pelota). Teníamos entre tres pelotaris y un chileno un rancho de 40 acres en Daytona. Teníamos caballos en el rancho. Ibamos montando a caballo, el mío uno salvaje empezó a correr alocado y no paraba. Frenó en seco. Salí despedido y me paró un árbol. Sin motor no se puede volar más lejos. Me quedé medio sordo y con mareos. En la cancha, el ruido del público, los aplausos, tuve que dejarlo.
Después de retirarme aunque no jugara yo hacía la vida de pelotari, alternaba igual igual, andaba con con todos los jóvenes pelotaris siempre.
Para sobrevivir hice de todo por esos años. Me dediqué a hacer paellas, a asar terneros… en cierta ocasión en Daytona, detrás del Speedway (autódromo), asé ocho terneros para 1200 personas. Yo solito con la ayuda de cuatro muchachos que encontré por allí.
También anduve pintando apartamentos, he pintado apartamentos …. a patadas. Me dediqué un tiempo a trabajar haciendo fotografía aérea para una compañía que ponía a mi disposición un aeroplano. Fui dueño de un cabaret en Daytona, se llamaba The Godfhater, todo estaba decorado como en la película El Padrino. Al cabo de unos meses de abrir se encaprichó del local un multimillonario y se lo vendí. Tuve restaurantes, hice de todo…
Me vine a casa, a Villabona, con 63 años. Mi madre extrañada. «¿cómo así has venido Angelito? «He venido por ti, amatxo».
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Angelito Ugarte , Txantxagorri, vive en la actualidad en su Viilabona natal. A sus 84 años conserva un aspecto envidiable. Tiene una novia, Cristi, de 42 años. Camina por las calles apoyado en su bastón. Impecablemente vestido parece un indiano venido de Las Americas que tras una vida de duro trabajo y amasar una fortuna regresó a casa.
No es el caso. La fortuna le aguardaba en casa. Su amatxo le dejó una partida de propiedades para las que necesitaría otra vida para disfrutarlas.
Angelito Ugarte, fiel al papel que se propuso desempeñar desde que debutó continúa viviendo como pelotari en activo, sigue ejerciendo como artista único en eso que él llama: Il Dolce Far Niente.