Mi querido Bandini, tenías que haber estado el pasado sábado en la comida de la que te hablé. Sí, esa en la que nos juntamos más de cien expelotaris puntistas en Markina-Xemein, en el restaurante Itsaslur. Tenías que haber estado escuchando las historias y anécdotas que allí se contaron. ¿Te imaginas cuántas vivencias? Un escritor consagrado como tú, bloc de notas en mano, recopilando material para varios libros…
Después de cuatro horas de comida y sobremesa, hacia las seis y media de la tarde, las mesas ya vacías, las camareras recogiendo la vajilla. Algún que otro grupo de pie conversando antes de salir del comedor. Estaba Miguel Angel Bilbao. Te he solido hablar de este hombre. Un hombre encantador, profesor retirado de la docencia que en sus ratos libres, laboriosamente, recopiló datos de la mayoría de los puntistas profesionales del pasado y del presente. Trabajo que vio la luz en un libro titulado: «La cesta punta: los profesionales de la especialidad».
¡Más de tres mil puntistas, Bandini, más de tres mil! Decenas de fotos, breves biografías de cada uno de ellos. Testimonio de unas épocas fascinantes.
Tras el saludo de rigor, nos acompañó Cristobal Ortiz, un expelotari mallorquín que año sí y año también acude a la cita anual en Markina-Xemein. Comenzamos a hablar de pasajes de la historia de la cesta-punta. De la importancia de Markina-Xemein dentro del panorama puntista profesional.
¿Cómo es posible que de esta localidad, dejando a un lado pueblos limítrofes, hayan salido tantos pelotaris profesionales de cesta-punta? Tomando como referencia el libro de M. A. Bilbao, unos 400 aproximadamente.
¿A qué es debido este fenómeno sociológico? ¿Por qué no se ha dado algo parecido en otras zonas donde, aparentemente, se daban condiciones similares?
M. A. Bilbao mencionó la necesidad de un estudio sociológico para poder dar con las claves de semejante fenómeno tan singular.
M. A. Bilbao intuye que la celebración de los Juegos Florales –actos culturales y deportivos promocionados y subvencionados por Antoine d´Abdadie, a finales del siglo XIX— que se llevó a cabo en Markina-Xemein el año 1883, en la que intervinieron cuatro pelotaris (Txitibar, Vega, Brau…) disputando un partido de punta-bolea (lo que con el tiempo se convertiría en la cesta-punta, tal vez ocasionara el despertar la afición por una modalidad que con el paso del tiempo se convertiría en una salida laboral para muchos jóvenes del pueblo y de la comarca, generación tras generación.
En mi opinión esta idea es insuficiente. Antes de celebrarse estos acontecimientos, los Juegos Florales, en Markina-Xemein, se habían celebrado previamente en diversas localidades de Iparralde (País Vasco-francés). Zonas donde la práctica de los juegos de pelota vasca estaban arraigados. Sin embargo, no se conoció ese despliegue de pelotaris profesionales.
Tampoco ocurrió algo parecido en otra zona eminentemente pelotazale como fue la de Oarsoaldea en Gipuzkoa (Errenteria, Pasajes, Lezo, Oiartzun). En la de Villabona, también en Gipuzkoa. O en la comarca del Baztán navarro.
¿Qué tiene de especial la comarca de Markina-Xemein? cabe preguntarse.
Ambito rural, tierra de emigración. Al igual que Iparralde (País Vasco-francés). Otro tanto el Baztán navarro. Al contrario de Oarsoaldea o Viillabona, donde la industrialización ofrecía salida laboral al margen de la emigración.
Curiosamente, las zonas geográficas que menciono. La de Markina-Xemein, el Baztán e Iparralde, son enclaves geográficos donde se ha dado una emigración importante hacia América, sobre todo. El mayorazgo en las explotaciones rurales condicionaba el futuro de los vástagos salvo el del primogénito, provocando que el resto tuviera que encontrar una salida en el clero o emigrando a otras tierras. No había sitio para todos. Hasta que la industrialización sirvió para retener a los desfavorecidos.
(Como anécdota o dato curioso. Los morroiak, los criados en los caseríos, de estar explotados, de vivir a cambio de la manutención, en cuanto empezaron los talleres a demandar mano de obra, subió su cotización como la espuma. Había que retener como sea una mano de obra imprescindible. Es en esa época de industrialización, también, cuando los arrendatarios de los caseríos, maizterrak, se hicieron dueños de los caseríos comprándolos a los jauntxoak, a los hacendados)
¿Por qué la comarca de Markina-Xemein, entonces, sufrió ese proceso evolutivo cuya seña de identidad ha sido la cesta-punta profesional?
A posteriori se tiende a buscar razones profundas para explicar acontecimientos que se han dado en el pasado. Echamos mano del determinismo histórico. En la relación causa-efecto. ¿Es posible que los Juegos Florales impulsaran el profesionalismo en Markina-Xemein? Tenía que haber algo más para que la propagación de un oficio, el de pelotari profesional, tuviera tanta aceptación.
En biología se da por hecho que la evolución, la selección natural, no ha transitado buscando lo mejor para los seres vivientes, sino más bien la evolución ha consistido en una salida hacia adelante. Propagar los genes, la supervivencia como objetivo final sin que haya conciencia de ello, sin que exista la mano de un diseñador.
Volviendo al concepto de determinismo histórico basado en la causalidad. Me viene a la memoria un ejemplo conocido. El de la huelga de pelotaris en el año 1988. Cuando fuimos a la huelga cientos de puntistas en los frontones americanos. ¿Por qué lo hicimos? ¿Existían causas objetivas, sueldos bajos, seguro médico insuficiente, maltrato laboral? ¿En la medida que provocara el estallido de un conflicto laboral con las repercusiones que tuvo?
En mi opinión, en aquella huelga, más que causas objetivas lo que se dieron fueron otras más bien subjetivas las que crearon aquel movimiento. La espontaneidad fue la nota dominante. Chispazos aquí, casualidades allá. Todo de manera aleatoria. Con unas consecuencias que todos conocemos. Con el paso de los años se puede teorizar. Encontrar motivos para justificar acontecimientos de manera racional cuando todo era mucho más simple. Más básico. Y sobre todo producto de la casualidad.
Intentando dar con una respuesta coherente a la cuestión que plantea M. A. Bilbao. Pienso que en la comarca de Markina-Xemein se dieron ciertas casualidades. Existía una afición a la pelota antes de la celebración de los Juegos Florales, año 1883. Existía un recinto, un frontón adecuado para la práctica. Pero sobre todo se dio un fenómeno que explica, desde la propia teoría de la evolución, creo yo, lo que sucedió. Dentro del proceso evolutivo, al margen de los genes que se transmiten verticalmente, de padres a hijos, se transmiten unas ideas, un patrón de comportamiento, una especie de virus que va inoculando de un individuo otro, horizontalmente, dentro de la familia, el clan, hasta abarcar todo un pueblo, una comarca. Puede ser el amor por los colores de un club o por una vocación u oficio o por cualquier otra tendencia que refuerce la selección de grupos.
Poco a poco se van tejiendo dinastías, los Mugerza, Erdoza, los Goitia… Urizar… muchas más. Los pelotaris que salían y regresaban eran modelos a seguir. Ganaban dinero, fama. El caldo de cultivo estaba servido. La transmisión no de genes sino de ideas se encargaría de que el bucle se fuera retro alimentando incesantemente. La industria del jai alai se iba expandiendo. Hacía falta mano de obra.
M. A. Bilbao recordaba a los pelotaris retirados ya, en grupo, la espalda contra la pared de rebote. Mientras observaban a los chavales ensayar. Dando muestras de aprobación o de rechazo.
Yo mismo recuerdo de chaval en el frontón Beotibar de Tolosa, cuando llegaban los profesionales de Filipinas, Miami o de Madrid. No me despegaba de ellos, había que escuchar las historias que ellos contaban. El virus se estaba inoculando.
No sobreviven los más aptos sino también los que mejor colaboran entre sí. Sería más fácil conseguir un contrato de trabajo siendo de Markina-Xemein o de la comarca que no perteneciendo a una aldea fuera de la órbita de la “Universidad”. Por pura lógica, o por memética. El grupo se hace más fuerte y sobrevive mejor si coloco al familiar, al amigo, al vecino… al paisano al que previamente le he transmitido el virus de una vocación o le he señalado una salida laboral. Colaborando en definitiva. Retro alimentando constantemente un bucle sin final. Hasta convertir la cesta-punta profesional en la comarca de Markina-Xemein en un fenómeno singular.
Tuvimos que dejar el comedor. Las camareras preparaban las mesas para el servicio de noche. Cristobal Ortiz sacó el tema de las «rusas blancas». pelotaris que se casaron con “rusas blancas” en Shanghai. M. A. Bilbao conoce el tema pero no lo pudo desarrollar, había que abandonar el salón. Te prometo, querido Bandini, hablarte la semana que viene sobre las “rusas blancas”.
Fuera anochecía y me esperaban los dos amigos con los que tenia que regresar a Donostia.
P.D.
Un buen ejemplo de la conformación de esa tela de araña de pelotaris es la información que nos dio Jose Mari Goitia y yo la recogí en este blog con el título: “Saga de pelotaris”.