Los dioses no se han puesto de acuerdo. La que iba a ser una charla, un diálogo, entre dos personas, por cuestiones del azar, se ha dividido en dos. A la misma hora, las siete de la tarde, el documental «Jai Alai Blues» se va a proyectar en el centro cultural Tabacalera de Donostia, dentro del ciclo de películas «Zinema Kantxara». A la misma hora, pero en Bilbao, en el centro cultural «La Bolsa Etxea», curiosamente ubicado en la Pelota Kalea, voy a abordar en solitario el tema «La gran aventura del Jai-Alai».
La idea preliminar era la siguiente. Gorka Bilbao, director de Jai Alai Blues, y un servidor, ibamos a abordar una visión del jai alai visto como una aventura, desde sus inicios hasta la actualidad. Sin un guión preestablecido, a lo que salga. Gorka conoce a fondo el recorrido de una especialidad que explotó a finales del siglo XIX, se expandió por cuatro continentes, tres mil quinientos profesionales hasta nuestros días. Una historia por cada uno de ellos, en distintas épocas, en distintos lugares. Recoger esa riqueza, plasmarla en una historia que merece la pena contarla sabiendo que hay gente interesada en conocerla. Es una tarea apasionante pero titánica.
Gorka Bilbao y su equipo han conseguido un relato que ha gustado y mucho a la crítica especializada, a sorprendido a la mayoría, nadie ha quedado indiferente. Donde menos ha gustado ha sido en algunos sectores dentro de la casa, en el propio gremio.. Me lo advirtió el mismo Gorka antes de que se estrenara el documental: «Donde menos va a gustar va a ser entre los propios pelotaris. No andaba equivocado.
Hubiera sido interesante escucharle a Bilbao hablar a toro pasado, una vez desprenderse del producto, desde otra óptica, juzgar el trabajo hecho. Jai Alai Blues no le pertenece, ahora es del público, como el de mañana, jueves, en Tabacalera, podrá comprobar de que va eso de «Jai Alai Blues». A mi mismo me hubiera gustado asisitir, verla por tercera vez, volver a juzgarla, a reflexionar sobre ella.¿Cómo la hubiera hecho yo de ser el guionista? ¿Qué le quitaría y qué le añadiría? Toda labor creadora es apasionante cuando se hace desde la pasión, pero de ahí a apasionar al espectador, emocionarle, informarle, conmoverle… A! Para eso están los grandes maestros, los pocos, los que dejan huella, porque de eso se trata, de dejar huella y no remitirse a un pase de album fotográfico. Cómo llegar a tocar la fibra.
Hace un par de semanas, en Tabacalera, dentro del propio ciclo de «El Cine a la Cancha», pudimos ver un documental dirigido y presentado por Orson Welles, sobre los vascos, de Iparralde en este caso. Qué chasco, un documental costumbrista, lleno de tópicos, una gran decepción. No ha soportado el paso del tiempo. Qué contraste con el siguiente corto «Pelotari» dirigido por Larruquert y Nestor Basterretxea, con aquellos medios tan rudimentarios lo que consiguen es un poema de imagenes, música, que conmueve y la convierte en un clásico. Años que no la había visto y disfruté tanto o más que la primera vez.
La imagen permite lo que la palabra no consigue. Pero hay veces en las que las palabras o letras permiten ahondar en aquello que fue y nos evoca tiempos de aventura. Los viajes a Egipto a principios de siglo XX, la travesía a China desde Marsella que duraba 36 días y perdían la chimenea del barco a consecuencia de un temporal. ¿Cuál era la sensación de aquellos pelotaris que jugaban en el «Auditorium» de Shanghai mientras escuchaban el estruendo de las bombas lanzadas por los americanos fuera de la Concesión Francesa? ¿Qué sentían cuando Ibarra, el pelotari, jefe de la Falanje en China, les obligaba a vestir la camisa azul y entonar el «Cara al sol» so pena de expulsarles del Montepío de pelotaris?
¿Cuál era la admiración que desprendía Erdoza menor, que Cecilio Urizar, otro de los tantos nómadas ultraoceánicos, confesaba que su mayor logro había sido viajar en compañía de «El Fenómeno»? Esa frase antológica que se escucha en «Jai Alai Blues» en boca de Mercedes, viuda de uno de los Cazalis, cuñada de Jose Luis Salsamendi: «Donde fuere José Luis, siempre pasaba algo». Es posible que gran parte de la aventura del jai alai se resuma en esa frase: siempre pasaba algo. Guerras, revoluciones, golpes de estado, asesinato de un empresario, huelgas en las que salimos trasquilados, frontones que cerraban y los pelotaris desembarcaban en un punto de la costa gallega y caminaban hasta casa, mientras, en los pueblos, los chiquillos, les rogaban: «Que toquen, que toquen»… Pensando que aquellos cestos curvados era instrumentos para hacer música.
Mañana jueves, en Donostia, Gorka Bilbao, el director, presentará el que fuera su documental. A la misma hora, en Bilbao, contaré que hubo un tiempo de aventura que duró poco más cien años y en el que siempre pasaba algo.