Es un placer recibir noticias de gente alejada de Euskal Herria, físicamente al menos, pero por lo demás sigue con intensidad cualquier tema relacionado con sus raíces. Y, cómo no, si se trata de temas de jai-alai, con mayor interés todavía. Me refiero en este caso a un correo electrónico que he recibido de José Ramón Eizaguirre, conocido en el mundillo del jai-alai como: Fraypa. En su tiempo notable delantero que llegó a alternar con todas las figuras. En una entrevista que le hice a Chucho Larrañaga, publicada en este blog, el gran zaguero de Etxebarria destacaba a dos delanteros con los que gustaba emparejar, uno era el vitoriano Alonso; el otro, José Ramón Eizaguirre. Retirado de las canchas Eizaguirre trabajó como juez además de ejercer como intendente en el frontón de Reno (Nevada). Una voz autorizada la de Fraypa a la hora de hablar sobre jai-alai.
Eizaguirre es un seguidor de este blog, según me comenta está de acuerdo con algunos de mis artículos si bien discrepa de otros escritos aquí publicados. Me comenta de una opinión vertida por mi sobre Churruca. «Defines muy bien a Churruca porque a mi entender tenía una armonía y un compás perfectos. No era tan dañino y te dejaba jugar. Aunque yo, siendo un pelotari regular, coincidí bastantes veces en la cancha con él, tanto a favor como en contra. Su rebote de revés muy bueno. Para mi es un honor el haber alternado con Churruca. Te voy a contar una anécdota curiosa. En el otoño de 1962 jugámos en Durango contra Ondarrés y Chucho Larrañaga. El tiempo era fresco, seco en el frontón, seco en la cancha. Te anoto este detalle porque a Chucho no le gustaba el tiempo frío, jugar con seco.
Estando ganando siete a dos, Churruca quiere suspender porque le duele la derecha. Entra Javi Piedra en el vestuario y le ruega no suspenda –el frontón está a reventar de gente, los corredores no paran de cantar, el ambiente es de gala– Javi Piedra le dice a Churruca que siga jugando, aunque sea sólo con el revés. Sigue el partido y ocurre lo inexplicable. Los dos rivales juegan de una manera desastrosa. Cada cual peor. Ni que se hubieran puesto de acuerdo. Tanto es así que nos pusimos ganando 29 a 5. Jamás en mi vida de pelotari he deseado que el contrario me hiciera un tanto excepto esa tarde. Pensé que si aparecía el resultado de 35 a 8 en la prensa, la gente no lo iba a creer. Pensarían que se trataba de una errata. Mi deseo era que llegaran a diez tantos por lo menos. Afortunadamente, pasaron de los veinte tantos.
Hace como un par de años le comenté a Churruca sobre este partido. El Sultán me dijo: «Tú si que tenías juego, yo con la derecha jodida y tú sólo ganaste el partido».
Un día, allá por el año 1966, le dije a Chimela en Daytona: «Tú puedes ser el mejor zaguero porque puedes tirar siempre a rebote y 35 tantos de rebote no hay quien te pueda hacer». Treinta años más tarde se lo comenté a Fernando Orbea, Orbea I, y me contestó que mi afirmación era correcta, con la excepción de Pistón.
Fraypa Eizaguirre sigue con sus comentarios: «En cierta ocasión en Daytona, le llegó a Chimela una pelota bombeada y lenta al cuadro cinco-seis. Cogió carrerilla unos metros, soltó un revesazo que la pelota dio cerca de la chapa de abajo, a medio metro. Salió la pelota disparada como un obús, pegó junto a la chapa de la pared de rebote y de vuelta, botó en el cuadro dos para pegar en el frontis y llegar al cuadro ocho. Le salió perfecto. El comentario general fue que de proponérselo pudiera ser que alcanzara el frontis sin tocar suelo, nunca se hizo la prueba. Una vez en Miami le pregunté a Pistón sobre la potencia de los reveses de Guillermo y de Chimela. Me respondió que Chimela pegaba más en pelotazos sueltos pero que en un partido a 35 tantos Guillermo hubiera pegado más porque su pegada era constante y la de Chimela, no».
En la revista Cancha, en la sección: «CURIOSIDADES», se publicó la siguiente noticia: «En el frontón Aragonés, de Zaragoza –octubre de 1930– (Guillermo tenía veinte años) Guillermo Amuchastegui ejecutó por siete veces en el mismo partido la extraordinaria jugada de lanzar la pelota pegando a pared grande y de bote al frontis otra vez. Es decir, lo que aquí diríamos home-run».
Pistón no andaba descaminado al opinar sobre la pegada constante de Guillermo.