Mañana viernes día 21 de agosto es la fecha señalada por la promotora Jai-Alive para homenajear, póstumamente, a Tomás Gabellanes, más conocido como «Cortajarena» en el mundo del jai-alai. Cortajarena falleció en la ciudad de Méjico el pasado mes de noviembre. Contaba con 65 años. El homenaje se lleva a cabo en el «Jostaldi» de Hondarribia, dentro de un festival donde las parejas clasificadas de Jai-Alive se cruzaran en primera ocasión con las representantes de Gernika Jai-Alai. Una función donde brillarán casi todas las figuras actuales de la cesta-punta.
Cortajarena nació en el barrio Guadalupe de Irura (Gipuzkoa), el año 1949. Se inició en la cesta-punta en frontón Beotibar de Tolosa.
Debutó en el Principal Palacio de Barcelona el año 1964. De la capital condal pasó al frontón de Tampa, temporada 65-66. Jugó en el Deportivo de Bilbao en el 68. De alli partiría a la ciudad de Méjico, a los 20 años. Sacudió los bloques de mármol del frontis del Distrito Federal a base de derechazos con tanta saña que hacía recordar al gran «Chucho» Larrañaga. Se incorporó al cuadro de Miami el año 1970 donde jugó hasta el año 1980, alternando temporadas en Fort Pierce e incluso en la capital azteca. Sus últimos años como pelotari los pasó en Orlando, años 84 a 87.
Yo no tuve un trato personal con Cortajarena, no coincidimos en ningún cuadro. Lo más cercano un partido en el que nos enfrentamos en las fiestas de Andoain (Gipuzkoa), en un festival benéfico. Si la memoria no me falla, allá por el año 1983. Saludos típicos entre colegas, lo habitual. Sí que le recuerdo como portador de una sonrisa contínua. Una persona que transmitía nobleza. De alguien que te puedes fiar. De todas las maneras, habrá muchos más ex pelotaris que podrán hablar de cómo era Tomás «Cortajarena» con más propiedad que yo.
Mis recuerdos de Tomás se remontan a mi niñez, al frontón Beotibar de Tolosa, a la fábrica de pelotaris y forja de sueños que suponía aquella cancha de dónde partímos centenares de puntistas de distinta procedencia.
Mi primer recuerdo. Año 1968 (más o menos). Un ensayo de dos colosos. Frente a frente. En una cancha sin red protectora para el público. Un escenario donde los testigos de aquel acontecimiento tenían (teníamos) que buscar refugio en el palco o debajo del muro que separaba gradas y paseo de cancha. Los misiles de dos pelotaris de los más poderososo que yo he visto chocaban contra el frontis para volver al campo de batalla de 44 metros. Chimela con su revés estratosférico y Cortajarena con su derecha capaz de agrietar los bloques de mármol. Dos atletas empeñados en demostrar su poderío. Dos puntistas en plena juventud inmersos en una competición sin precedentes en la cancha del Beotibar. Duelo entre dos titanes. Derroche de fuerza bruta.
En Méjico todavía le recuerdan, en la capital azteca su derecha hizo estragos a finales de la década de los sesenta. Mikel Arriola, destacado puntista mejicano, lo ensalzaba como uno de los grandes que pasó por aquella cancha.
Una lesión de espalda mermó su carrera. Cortajarena, fuerte como una roca se resquebrajó. No volvió a ser el mismo. Suplió sus carencias reforzando su revés. Cambió su estrategia. Pasó del ataque a la defensa. Prolongó su carrera como los púgiles dejando a un lado las victorias por K.O. para convertirse en fajador y buscar la victoria a los puntos
Lo que permaneció intacta fue su sonrisa. De persona noble. De buena gente. De los que se hacen querer.
Tomás Gabellanes «Cortajarena». Quien fuera apodado: «El León de Tolosa».Uno de los más grandes atletas que ha dado la modalidad de jai-alai.