Tras el huracán que azotó Miami un mes de septiembre de 1926 dejando la ciudad en escombros, la ciudad entró en una depresión económica. Pedro Mir recordando aquellos tiempos de zozobra, recalca: «El jai alai no marchaba bien. Los dueños rentaron el frontón. Los nuevos gestores con Sam Cantor a la cabeza contrataron a los peores pelotaris. «Un día fuimos a cobrar el cheque y nos encontramos con la desagradable sorpresa que no había fondos. Desde ese día obligamos a la empresa a pagarnos el sueldo a la semana y el boleto cada día».
Eran los tiempos en que tras la temporada de Miami, tres meses, los pelotaris regresaban a Cuba, en barco. Primero iban en tren hasta Cayo Hueso (Key West). «Hacía un calor del carajo en aquel tren pero teníamos que ir con las ventanas abiertas pero los mosquitos nos traían locos. El pasaje de Cayo Hueso a La Habana en barco costaba 30 dólares. El barco provenía de Tampa. El pasaje de avión costaba 29 dólares».
El destino del Biskayne Jai Alai (Miami Jai Alai) cambió radicalmente cuando Richard Berenson, un hombre de negocios originario de Boston, compró el frontón. Ocurrió el año 1933. Pedro Mir, «El Catalancito» como lo llamaban, no lo dudó. Tuvo la intuición o la suerte de formar un tándem formidable con el nuevo dueño. «Estuve con el señor Richard Berenson desde los 23 años, de pelotari, de juez de centro y de intendente. Yo miraba para el futuro. Fui la mano derecha de Mister Berenson».
«Me siento orgulloso de lo disciplinado que fui y la disciplina sobre aquellos bajo mi mando».
Yo personalmente no le tuve a Don Pedro como intendente, si mi hermano Jesús Mari y muchos que durante la intendencia de Mir, 42 años, formaron parte del cuadro del Miami Jai Alai. Las llamadas a la oficina del intendente tenían que ser de órdago, aquellos «ojos de besugo con los que te miraba»…
Lo primero que hicieron Mister Berenson y Mir fue mejorar la calidad deportiva del cuadro contratando a mejores pelotaris. De hecho, a lo largo de la entrevista Mir recalca el interés histórico que hubo en el Miami Jai Alai de tener a los mejores pelotaris. Lo segundo que hizo Richard Berenson fue legalizar las apuestas. Desde el año 1925 que se inicia el jai alai en Florida existían las apuestas en un marco alegal, no había un control de la puesta por parte del Estado. Berenson se pone en contacto con las autoridades y se legalizan las apuesta. La «Racing Commission» en adelante se encargará de supervisar lo relacionado con la apuesta.
«El año 1934 se legalizan las apuestas y lo que se consiguió fue ganar en credibilidad ante el público. El negocio empezó a subir».
Hay un aspecto a destacar que favorece la repentina subida del negocio en el frontón de Miami. El área de Miami capeó la Gran Depresión de los años treintas mejor que otras comunidades del país. Debido en gran parte a la venida de la aviación comercial –Pan American y Easter Airlines– estas dos empresas se establecieron en Magic City. Otro acontecimiento que supuso un gran atractivo para el turismo local fue el Orange Bowl Festival que arrancó a mediados de los años treinta.
Dinero fresco para el frontón. Años a los que Mir destaca como los comienzos de «buen negocio» para el jai alai. Los programas del gobierno federal, el New Deal, pusieron a trabajar a 16.000 residentes de Miami construyendo parques de bomberos, escuelas y oficinas de correos. Se construyó Liberty Square, una nueva comunidad Afro-Americana en la parte noroeste de la ciudad.
«Jugábamos siete quinielas por función. Luego con el paso de los años fue aumentando. A veces se jugaban partidos de exhibición con los mejores pelotaris. Los premios por quiniela ganada era cinco dólares al ganador; tres al segundo y dos al tercero» (imagino que a repartir en la pareja).
Un partido que despertó gran revuelo fue el que disputaron Guillermo (16 años) y el cubano Sotolongo (20 años). Guillermo estaba en gran forma. Recién había ganado un campeonato de quinielas, una cesta de oro como premio. El primer récord del «Biskayne» también lo impuso el ondarrutarra. De 25 quinielas jugadas ganó 23.
El partido entre Sotolongo y Guillermo la empresa lo planteó como un duelo internacional. Con el frontón a reventar la victoria fue para Guillermo. Más tarde la empresa le propuso jugar contra dos. Según el público Guillermo era capaz de ganar contra dos. La empresa emparejó a «Careaga», 18 años, (Máximo Larrañaga Careaga, nacido en Azkoitia) y a Adolfo Urizar, «Urizar II» (tío de Charli y de José Urizar), 21 años. Esta vez «El Monarca» no pudo con ellos. En palabras de Guillermo: «El cazador fue cazado. Careaga y Urizar eran demasiado para mi».
América entró en la II Guerra Mundial el año 1941. Más negocio para el frontón. La ciudad y otras partes del condado de Dade acogieron campamentos de adiestramiento para cientos de miles de soldados de la fuerzas armadas. Economía de guerra. Los astilleros locales trabajaban a dobles turnos en contratos para el gobierno. La Marina Americana tenía como base para sus submarinos en el puerto de Miami. El mando de las fuerzas del aire tomó control del aeropuerto municipal de la calle N.W. 36 (pegado al frontón).
«Durante la guerra», recuerda Mir. «Los caballos y los perros estuvieron cerrados. Sólo el jai alai estaba abierto. Un negocio tremendo, llenazos todos los días. Fueron años de buen negocio. Las gradas se llenaban de soldados. A menudo bajaban a la cancha a probar con la cesta. Un peligro, chico. Aquellos muchachotes cogían la cesta y eran capaces de tirar la pelota a cualquier sitio menos al frontis», se ríe a carcajadas. De pronto, a Don Pedro le invade la nostalgia recordando esos días cuando los pelotaris desfilaban al ritmo de la música en vivo de orquestas como la del gran director de origen cubano: Desi Arnaz.
«El desfile de pelotaris que se introdujo por primera vez en un frontón, en el de Hialeah (Jaialía), 1925, y después se copió en Cuba y en España».
(Continuará)