Se inaugura el «Biskayne»

Acabada la temporada en Hialeah, 1925 — la primera campaña de jai alai jamás jugada en Florida– algunos pelotaris regresaron a Euskal Herria. Uno de ellos, Salvador Arriola, con un encargo de los dueños del futuro fronton Biskayne Jai Alai: la de confeccionar un cuadro de pelotaris para el frontón.

Arriola juntó a 33 pelotaris. Así lo contaba Guillermo en sus memorias: «A Salvador Arriola, más preparado que los demás y muy juicioso en su manera de ser, los empresarios del Biskayne le habían encomendado se dedicara a buscar los elementos necesarios para la temporada inaugural. Arriola no se durmió. Completó un cuadro excelente, con más o menos juego, pero todos de indiscutible calidad… Contrató al intendente, Cecilio Bustinduy; a un tal Caña, para peluquero y pelotero; a su hermano Manuel para canchero…

Tras hacer escala en La Habana continuaron viaje hacia Miami. El frontón, el Biskayne, estaba sin terminar, la desilusión en el grupo debió de ser morrocotuda. Les habilitaron una casa de madera y les prohibieron terminantemente hablar con los pelotaris de la competencia, los de Hialeah. Sin poder ensayar el aburrimiento era total. A uno de los pelotaris se le ocurrió bautizar la vivienda como el «Hotel Jan da Lo» (Hotel Comer y Beber). Los empresarios viendo el tipo de vida sedentaria que llevaban los pelotaris, les facilitaron guantes de boxeo y bates de beisbol para ejercitarse fisicamente y, de paso, para que no se aburrieran.

Según relata Pedro Mir en la entrevista concedida a Marty Fleishman, los empresarios tuvieron problemas en la construcción del frontón debido a la escasez de materiales y a al aumento de los precios. El coste fue alrededor de 800.000 dólares.

El año 1926 , el de la apertura del Biskayne, fue el del declive del boom especulativo. La construcción, tras años de crecimiento bestial, se paralizó. Dos años antes, 1924, la especulación atrajo gente de todas las partes del país hacia Florida en busca de un enriquecimiento rápido. Miami como epicentro. En esta ciudad, el verano de 1925 cerca de mil subdivisiones estaban en construcción. Especuladores vendían terrenos lejos de Miami a precios de escándalo. Se levantaban áreas residenciales de estilo español o mediterráneo como Coral Gables o Miami Shores donde antes habían granjas y bosques.

Pedro Mir fue uno de los muchos que compró terrenos en Miami. «Compramos unos terrenos. Al poco tiempo renunciamos, un amigo «real state» (agente inmobiliario) nos dijo que no merecía pagar impuestos por los terrenos».

La construcción del «Biskayne» costó 800.000 dólares, según recordaba Pedro Mir. Ante la inminente inauguración del frontón ubicado en la calle 36 y la avenida 37, los nervios a flor de piel. ¿Aceptaría el público americano otro frontón en la misma ciudad? El Biskayne estaba mejor acomodado que el Hialeah, más elegante, las taquillas de apuestas bien organizadas. Todo era magnificencia y esplendor, en palabras de Guillermo.

Pedro Mir recuerda con nostalgia aquellos años en que una orquesta amenizaba la velada y tocaba durante el paseillo antes de disputar la quiniela.

El Biskayne fue un éxito desde el principio. Tenían dudas de que el publico habitual al Hialeah se decantaría por el nuevo frontón. Mejor situado, los coches que iban dirigidos al Hialeah tenían que pasar a la fuerza por delante del Biskayne. Las luces de neon, las modernas instalaciones, un buen cuadro de pelotaris. «Fueron tres meses de euforia. La empresa ganaba dinero a manos llenas», recordaba Guillermo.

Al poco cerraba sus puertas el Hialeah, el que había sido primer frontón de jai alai en Florida. Los pelotaris se dispersaron por Cuba, España… a buscarse la vida en definitiva. La «destrucción creadora», esa fuerza innovadora de la mano de emprendedores propia de la dinámica capitalista, acabó con la primera experiencia de jai alai en Miami, en la tierra donde vivían los indios tequestas hasta la llegada de los españoles.

En esta época, año 1926, la indumentaria de los pelotaris era de pantalón corto y camisetas con tiras. Según cuenta Pedro Mir, fue él quien al hacerse cargo de la intendencia, año 1933, recuperó el atuendo de los pantalones largos de color blanco y la camisa.

El 18 de septiembre un terrible huracán arrasó gran parte de Florida, la zona de Miami se llevó la peor parte. Más de cien muertos, miles de casas destruidas. La región al completo se sumió en una tremenda depresión económica, tres años antes que todo el país.

Los vientos de más de 140 mph dejaron el Biskayne en un estado lamentable, sin techo, sin ventanas ni puertas, escombro por todas partes. Milagrosamente no hubo ninguna baja entre los pelotaris, eso sí, se quedaron con lo puesto. El desconcierto debió de ser total. El Gobierno americano ordenó que cada cual reconstruyera su casa. Los pelotaris trabajaron como peones en su propio frontón. Menos uno, Guillermo. Alegando que él no había salido de Ondarroa para trabajar de peón. Se las ingenió como pudo para convencer a todos los compañeros y empresa que se iba a Ondarroa de vuelta. Incluso llegó a comprometerse con algún paisano para llevar dinero y recuerdos a los familiares.

Lo que hizo Guillermo fue cambiar el pasaje por un billete de tren destino Nueva York, donde le esperaba un tal Jack Smith, un gangster que pasaba inviernos en Miami, y que hizo gran amistad con quien y con el gran Guillermo, un chaval de 16 años mentalizado a abandonar el jai alai para dedicarse a otros menesteres más relacionados con los bajos fondos. El del Guillermo en Nueva York, un capitulo más en la vida de película que llevó «El Monarca de la pelota» hasta sus últimos días.

(Continuará)

 

 

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