Los de Chucho Larrañaga fueron otros tiempos, no cabe de duda. Una época de esplendor para la cesta-punta. Larrañaga fue una pelotari irrepetible hasta el punto de convertirse en figura legendaria. Ha vivido la vida intensamente: «He vivido como 200 años». Fuerte físicamente, extraordinariamente fuerte, campechano como persona. Jugó hasta los 46 años en diferentes lugares pero a pesar de que reside en Miami, Méjico se le quedó clavado en el corazón. Allí pasó sus mejores años, doce, y él no los olvida. Sesea al pronunciar las palabras y todas ellas llevan impresa un deje mejicano que delata su paso por la capital azteca. Vive en la South West terrace de Miami pero regresa a Etxebarria, su pueblo, para un par de semanas. LLeva varios días después de haber visitado a su hijo de un primer matrimonio, un ingeniero que trabaja en Alemania. Nos sentamos en la terraza del Oiala de Etxebarria, su cuartel general, y nos disponemos a charlar. Chucho tiene buena memoria.
Tenía 17 años e iba a debutar como manista pero las manos no le respondían. Un pelotari de Markina-Xemein llamado Gomez le dijo: «empieza a jugar a cesta que tú vas a jugar bien». Era el año 1945. «Te voy a conseguir que vayas a Barcelona y luego te voy a llevar a Canarias». Recuerdo que íbamos en el tren camino Barcelona y unos pelotaris que viajaban también, un tal Zubizarreta, Olasolo… comentaban: » a dónde va éste si no tiene ni puta idea de jugar a la pelota». No les faltaba razón. Fui a Barcelona y debuté como delantero y no podía jugar, no tenía posturas, codilleaba, con el revés tiraba fuera. Había cogido la cesta con 17 años.
No podía jugar y de allí me llevó Gomez a Canarias, a las Palmas de Gran Canaria. Empecé a jugar en segunda categoría y al poco organizaron un campeonato. Lo gané en segunda categoría y al poco me pusieron en primera, también lo gané. Tremenda ovación me dieron, la primera copa que gané. De Canarias me fui al Recoletos de Madrid y de allí vuelta al Novedades de Barcelona. Los cuatro mejores zagueros éramos Frías, Ardanza, Aldekoa y yo. Ibamos a pedir aumento de sueldo y la empresa me dice: «A ti te puedo dar pero a los otros no». «No juego», les contesté. Entonces viene Frías y me dice: «Yo no puedo estar sin jugar, me acabo de casar, tengo un hijo y quiero empezar a jugar». «Tú verás», le contesté. Me viene Aldekoa y me dice: «Si ese juega, yo también». Jugaron los tres y el único que no jugó fui yo. Me fui a Zaragoza porque me había dado contrato para jugar diez partidos ganando más.
Estando en Zaragoza me ofrecieron contrato para Méjico y para La Habana.
Tenía veinte años cuando me fui a Méjico. La mejor época de mi vida la viví allí, de los veinte a los 32 años. Donde más jugué a la pelota. Le pregunto a Chucho cuando se hizo figura reconocida. Fui a Méjico en diciembre de 1948. El 50-51 ya era de los mejores. Mis rivales en la zaga eran Canguro Ermua, Totolo Urrutia y Andrinúa. Delanteros estaban Salsamendi I, Urkola, Echevarría, Ibarluzea, luego vinieron Careaga y éstos.
¿Qué tal era la cancha de Méjico? Muy buena. 66 metros de cancha. Muy buena para mi porque yo podía tirar atrás y a los otros les costaba. Era muy vivo, yo hacía mucho daño con la derecha. Jugaba casi todo con la derecha porque con el revés lo único que hacía era tirar para atrás y no hacía nada. En el año 1953 empecé a ir a Miami, allí jugué hasta la huelga (1968). Jugaba la temporada de Miami y luego me iba para Méjico, el viaje lo hacíamos en carro (automóvil).
En Miami eras el mejor zaguero?
Yo creo que era el mejor. Luego venían Guarita y Churruca. Churruca en singles jugó mucho. No desarrollé mucho mi juego en Miami, tardaba mucho en calentarme.
¿Qué tal te arreglabas tú en singles?
Sí, después de Churruca el mejor era yo. Churuca ganó 4 o 5 campeonatos (singles). Yo, uno; Orbea ganó uno y Guarita otro. Todos los demás ninguno ganó un campeonato de singles.
En La Habana jugué dos temporadas. La primera fue en 1954-55. Ese año no jugué porque tuve una equivocación. Alquilé un apartamento sin aire acondicionado. Y sudaba y sudaba… llegaba a la cancha y cansado ya. La siguiente vez que fui dije, ni hablar, me metí en un hotel, el Toki Ona, que tenía aire acondicionado y restaurant. Y entonces jugué cantidad a la pelota. Los últimos partidos que jugué fueron Orbea I-Guarita contra Egrubide y yo, eran los años 1959-1960.
¿Qué cancha te gustaba más, la de Méjico o la de La Habana?
Yo creo que hubiera sido mejor el de La Habana. Era más pesado y yo hacía daño y a mi no me hacían tanto daño. En Méjico era más vivo y había que tener más movimiento. Yo creo que si hubiera ido a La Habana primero hubiera jugado más que en Méjico.
En tu segunda estancia en La Habana, 1959-1960 — los castristas ya en el poder– ganasteis mucho dinero ¿no?
Firmé contrato para dos años. Orbea I firmó para dos años y yo también. Dos mil dólares nos daban en esa época. Mil nos ponían en España y otros mil en La Habana. Y yo dije, yo firmo. En Miami no se ganaba. Fui a donde la empresa de Miami y les dije: voy a jugar en La Habana. No puedes hacer eso, me contestan. Tienes que avisar tres meses antes. Tengo que ir. Luego cuando volví a Miami nos rebajaron el sueldo, se aprovecharon.
¿Qué pasó para que tuvieras que regresar a Miami?
La situación estaba mal. Le operaron a mi padre y me fui a casa. Un pelotari, Markue, que jugaba en La Habana, no le llegaba el dinero prometido a España. Mientras no llegue el dinero de Markue, no vuelvo, le contesté a Pistón que estaba de intendente. Vuelve, te necesitamos, insistía Pistón. Mientras no llegue el dinero de Markue, no vuelvo. Al poco se cerró el frontón, la situación estaba mal en Cuba.
¿En qué lugar has vivido mejor?
(No duda un segundo, es más, se le iluminan los ojos) En Méjico, de 20 a 32 años. La mejor vida mía fue en Méjico. Teníamos como 9 o 10 trajes, camisas de seda a medida, zapatos a medida, dinero en el bolsillo, muchachas cantidad. De todo teníamos (acentúa el deje mejicano).
¿Te cuidabas como pelotari?
(la pregunta le sorprende) ¿¡Yo…!? Nunca me cuidé ( se ríe). No, en México, no. Y me decían: Tú no te cuidas cuando vas a jugar ¿no se te doblan las piernas? NI me acordaba que tenía piernas. Tenía tantas facultades que no. Algunos iban al Desierto de los leones (un parque en la ciudad de Méjico) a respirar, yo al cabaret donde había humo. Fumé desde los ocho años hasta los treinta, tres cajetillas de cigarrillos y tres o cuatro puros al día. A los treinta lo tuve que dejar. Me saltaba el corazón por la camisa (hace el gesto con la mano en la camisa).
Sol, el masajista de Miami, decía que habías sido el pelotari más fuerte que él había conocido (el otro era Gerrika de Ajangiz).
Sí, cómo no. Era muy fuerte. Levantaba 200 libras, saltaba siete escaleras. Era un atleta completo.
¿Ganaste muchas apuestas por tu fuerza?
Sí. Había un campeón del ejercito canadiense a pulso que iba al solarium de Sol. Jugaba y le ganaba. El hombre me agarraba de los brazos, estaba enamorado de mis brazos. Un día estaba el canadiense levantando pesas, tenía puesto un cinturón enorme en la cintura, y me empezaron a pinchar. A ver, coge el canadiense, pone 196 libras (bench press), levantó. Y yo también levanté. Vino Urkola y mete 236 libras. Lo trajo hasta aquí ( me señala la altura de la barbilla) y no podía pasar. El canadiense no decía esta boca es mía, se escondía. Digo, si llego yo ahí, llego hasta arriba. Levanté arriba. Gritaron todos: ¡animal salvaje…! (Chucho se ríe como un niño travieso recordando aquella hazaña)
Tenía mucho nervio y 90 kilos. Cuando más jugué pesaba 87 kilos. Pura fibra era.
¿Si te hubiera cuidado hubieras jugado más a la pelota?
¡No me hacía falta! me sobraba. Un día fui a donde Cossío en Méjico a firmar contrato y le digo al empresario. Oye, quiero ganar tanto. No te puedo pagar porque nadie ha ganado ese dinero en Méjico. No juego. Además, me dice, no me conviene porque me desluces el cuadro. Quería quitarme a mi y hacerlos todos jugadores buenos. Todos los quería poner parejos.
¿Es cierto que dieras tantas ventajas?
Sí, de jugar con un segunda contra las mejores parejas. Cuando arrollaba en parejas me metían contra tríos y me cansaba y me ponían en parejas. Todo el tiempo tríos, muchos.
¿Cuando empezaste a notar que ya no eras el mismo?
A los 37-38 años ya había empezado a perder la velocidad, se pierde cada año que va pasando. Con 38 años ya empecé que me costaba hacer el tanto. Cuando tenía 24-25 años en dos pelotazos ¡pin-pan! rápido terminaba el tanto, luego ya me costaba más. Los últimos 8-10 años jugué de revés, ya no podía con la derecha. Yo veía el tanto que no había nadie en dos paredes. Cuando tenía 25 años tiraba y antes de que se movería el delantero la pelota ya había pasado. De mayor trataba de tirar y antes de que empezara ya me estaban esperando. Aquí (señala la cabeza) sí veía el agujero pero esto (señala el brazo) no respondía.
Tienes fama de haber sido un buen compañero par el delantero
Sí, yo era compañero muy bueno. Era bueno y le ayudaba. Siempre animándole: ¡dále, dále! a todo el mundo le gustaba jugar conmigo.
Con qué delanteros jugabas más a gusto?
Tenía varios que eran muy buenos. Jose Ramón Eizaguirre de Berriatúa; Alonso de Vitoria también era muy buen compañero. En Méjico tenía también algunos. Salsamendi IV, le decían Tribilin, que era uno flaco con unas posturas malas-malas pero tremendo pelotari. ¿Era ese Salsamendi el que fue gran sacador? No, era el hermano. Isidoro Salsamendi, al que decían El Jorobado. El Jorobado metía hasta 10-12 tantos de saque por partido. Tuvo un apoca que jugó más que el hermano, que Salsamendi I, le duró seis meses.
¿Cómo se las arreglaba para hacer tantos tantos de saque?
Arrollaba. Sacaba de lado. Agarraba, te adelantabas y luego te sacaba de arriba. Muchos tantos. A base de velocidad contra la pared izquierda, muy bien. Pero duró poco, no era pelotari como El Maestrito (Salsamendi I). Ése sí que jugó a la pelota. ¿Jugaste a menudo con El Maestrito? Cómo no. En su homenaje le jugué a él. Jugué muchos partidos con él y en contra. Pistón y él eran los mejores en La Habana. Y qué me dices de Ituarte, ¿le viste jugar? No, pero contra Guillermo sí llegué a jugar contra él en Méjico. Echevarria-Guillermo contra Alberto Roser y yo. Roser este echaba el golpe a todo el que pasaba. No te dejaba jugar. Guillermo ya tenía 40-41 años y yo 21. Guillermo ya estaba acabado ya. Lo que pasa es que jugaba con Echevarria que era el mejor delantero y a mi me pusieron con Alberto para que le entrara al golpe a todo. Guillermo le tiraba a él, pues sabía que le iba a entrar mal. Yo le estaba animando a Guillermo: ¡Dále Guillermo!, le decía. Porque, coño, para mi Guilermo había sido un honor haber jugado contra él, le respetaba. Aquellos tiempos…
¿Era Guillermo tan golfo como cuentan?
¡Puaaá…! Al máximo. No creía en nada. Bueno, yo era parecido (se ríe…) solía andar bastante con él. Sí, nos llevábamos bien… ¡Ay Dios…! Aquellos tiempos (suspira) han pasado muchos años ya de eso. Muy bonito. Bonitos recuerdos haber vivido que muchos no podrán contar.
Hace poco tiempo comentó Churruca que tal como se juega de sucio hoy día y con esas pelotas, tú no hubieras tenido contrarios jugando de esa manera.
Sí, porque las pelotas de ahora son un rayo. Esas no son pelotas. Es demasiado rápido. Yo la velocidad que le metía a la pelota con estas estragos hubiera hecho, sí. Jugábamos con pelotas hechas por Millán que eran mucho más muertas pero con un sonido fenómeno, un sonido precioso. Antes los delanteros apenas reboteaban, los zagueros lo hacían. Ahora todo el mundo está reboteando; han aprendido a rebotear los delanteros. Es tan vivo que que va y vuelve la pelota. Antes había figuras grandes que no reboteaban. ¿Delanteros? Sí, que habían jugado mucho a la pelota pero que no tenían mucho rebote. Ha habido jugadores grandes que no han tenido ni derecha, Guillermo mismo, no tenía nada de derecha, rebote tampoco. Sólo de revés pero tenía un revés y una clase, una forma de ir a la pelota que…
Pistón rebotaba bien ¿no? Sí y remataba bien. Salsamendi I de los dos lados de derecha y de revés. Con poca fuerza lo hacía fácil todo, muy buen pelotari. El Maestrito tocaba el piano, le gustaba vestir bien, muy guapo, tenía las mujeres más bonitas al lado siempre. Aquellos tiempos… Ah, Salsamendi… Después vino Orbea, de los más destacados. Luego vinieron la cuadrilla esta de Ondarrés, Alex, Chino, Egurbide… unos cuatro o cinco muy buenos. Zagueros también, Chimela, Churruca y yo. Un cuadro muy bueno, se jugó a la pelota mucho.
¿Te has visto jugar alguna vez en alguna grabación? Me pasó una cosa curiosa. Estaba viendo la tele y veo uno que tira con la derecha y, digo: coño, qué velocidad le ha metido. Y era yo. No sabía que era yo. Y me dicen: si eras tú (ríe). Me hubiera gustado que hubiera tenido un reportaje de tele, cómo jugaba, qué es lo que hacía. Me hubiera gustado tener un partido jugado.
En pocos días va a salir a la luz un libro sobre tu carrera como pelotari, le comento. Sí, sí, quiero ver. José Agustín Larrañaga me está escribiendo. Estuve comiendo con él aquí en Etxebarria. Me comentó que probablemente antes de que vaya a Estados Unidos me va a dar el libro. Vamos a ver, 500 páginas dice que ha escrito. Los partidos que jugué, crónicas, escaleras que bajé, la piedra que levanté, cosas que hacía.
Tras la huelga del 68 Chucho jugó primero en Barcelona, después en Durango y Markina; en Gernika apenas dos o tres partidos. Por esos años los pelotaris estaban divididos en dos empresas. Algunos como Larrañaga, Chino y Alex jugaban con los hermanos Piedra en Durango y en Markina. En Gernika jugaban Churruca y Orbea entre otros.
Chucho, te retiraste el año 1974, el 28 de septiembre en Durango. Sí, sí. Elejabarrieta-Churruca contra Ondarrés y yo. Ganamos 30 a 23, tenía 46 años. Ganamos fácil, sí. El ultimo tanto me acuerdo. Agarro con la derecha, pegó frontis y pared izquierda y a rebote. Churruca devolvió justo-justo a buena. Y le tocaba entrar a Ondarrés porque era adelante y Ondarrés como era un caballero, le había criado al lado mío, me dejó para que yo luciera. Para que la agarrara yo. Entré y le veo a Elejabarrieta adentro y dá, dos paredes, agarré, tanto. Ahí se terminó el partido.
Ahí, con ese dos paredes acabó la carrera profesional de uno de los más grandes puntistas que ha dado la cesta-punta. Uno de los más queridos, por el publico y por sus compañeros. «Sí, me querían mucho. Cuando jugaba en Markina, por ahí (me señala la carretera que lleva a Markina) carro va carro viene, mucha gente de Eibar y de Elgoibar a verme. He dado muchas alegrías al pueblo. Aquellos tiempos…».
Me alegro mucho Chucho. A mi también me has dado una alegría al conocerte. Que tengas un buen viaje de vuelta a Miami y que nos visites el año que viene.