¿Por qué el Real Madrid y el Athletic o la Real tienen el presupuesto mucho más alto que el Eibar, por poner un ejemplo. Y, sin embargo, participan en la misma liga partiendo de cero puntos. ¿Por qué Nadal es cabeza de serie y cuando se enfrenta a un adversario más flojo no le da ventaja alguna? Otro tanto ocurre en el golf y, si me apuran, en todos los deportes.
¿Por qué en la cesta-punta no entendemos que las mejores parejas jueguen juntos en un torneo? Como está ocurriendo en San Juan de Luz. Y, como ocurrió el año pasado en el «Guante de Oro» de Biarritz. En el «Citrus» ocurre año tras año en que cada frontón expone lo mejor de cada casa.
Sin embargo, así y todo, ponemos el grito en el cielo y proclamamos: en la pelota nunca ha sido así. Nos parece un sacrilegio.
¿Qué fin persiguen los organizadores? ¿Por qué se empeñan en que sea así? O dicho de otra manera. ¿Por qué la pelota tiene que ser una excepción?
¿Qué es lo que quiere el espectador, el consumidor de un deporte, el que mando en mano decide hacer zapeo deportivo.
Espectáculo, entretenimiento, algo extraordinario. Ser participe de un acontecimiento sin igual. Da igual que mi equipo gaste ingentes cantidades de dinero con tal de que machaque al contrario. Necesito a los mejores para llegar a la «Champions». Si corren Contador y Froome, mejor. Si llegan a la final Nadal y Djocovic, fantástico. El espectador no quiere aburrirse. Quiere vibrar con los ases. Si no llegan a la final Olaizola II e Irujo, trasladamos el escenario de Bilbao a Donostia. La razón, de sobra conocida. El resto de pelotaris no lleva tanta gente a los frontones.
En la pelota, en la herramienta, no. Cuanto más equilibradas las parejas mejor. Pero no hay que olvidar una cosa. «El Divino» y «Boliña» pasaron a la historia. Los apostadores son una especie a extinguir al igual que ciertas aves. De la cesta-punta y de la pala han desaparecido. Quedan residuos en el remonte y en la mano más pero cada vez son menos. Hasta cuándo, se verá.
La pelota industrial más de un siglo vinculado a la apuesta, más que un vínculo, la apuesta ha sido la sangre que ha corrido por las venas de la pelota. Y esa sangre está todavía circulando en nuestros cerebros. No la podemos quitar de encima. Entendemos que el resto de deportes se rijan por otros criterios. Pero la pelota no, es diferente. Si en vez de a 35, a 40 o a 22 tantos, se disputan los partidos a juegos, ponemos el grito en el cielo. Qué barbaridad, decimos.
Curiosamente, ha sido en Iparralde donde han introducido ese sistema de juegos y también la de alinear a las mejores parejas. Un territorio, el de Iparralde, donde no ha existido ni existe la apuesta. Los ingresos han tenido que buscarlos en otros ámbitos. Dicho de otra manera, no están condicionados como nosotros y son más proclives a cualquier innovación.
Jesús Azurmendi lo dejo bien claro: «La labor del intendente no es buscar el 34 iguales. Su labor es que el dinero salga a la par». Genial. Lo explica bien claro. El mayor número de traviesas, que se juegue el máximo dinero posible. La rentabilidad a toda costa. La mejor manera de facturar es que se mueva el dinero.
Esa y no otra ha sido la razón de ser de la pelota industrial desde sus inicios, lo sigue siendo en la pelota a mano aunque cada vez menos. No ya en la cesta-punta en Iparralde, ni curiosamente en el campo aficionado. A la federaciones no les da por nivelar las parejas. Cuando la selección estatal, bien sea de España o de Francia, juega contra Cuba o un país de similar nivel, a dejarlos en cero a ser posible. Esto sí lo entendemos. Pero no que Goiko y López hagan pareja, al igual que Diego e Irastorza.
Los «franceses» llenan los frontones. Claro, dirá más de uno, en temporada, en verano y, el resto del año…? Yo me pregunto: cuantas veces al año se corre el Tour. Cuantos domingos al año juega el Athletic en San Mamés. Rolando Garros todos los fines de semana, qué tal. Las Olimpiadas cada año… Así sin fin.
El mundo de la apuesta en los frontones provocó todo lo contrario. Funciones y más funciones porque funcionaba. El núcleo duro fiel hasta la muerte. Hasta que «El Divino» y Boliña han desaparecido. Como desapareció la navegación industrial a vela y nadie la echa de menos. Pero nosotros seguimos –nuestra nostalgia–navegando en el pasado. Y cuando se cambia el rumbo se nos enciende la «sangre».
Si va a encontrar encaje la cesta-punta en un futuro va a tener que competir con el resto de deportes con otras armas que el de la apuesta. Ha de seducir al espectador. Llegar a un público nuevo al que la apuesta no le interesa para nada.
¿Qué demanda ese público?
No busca igualdades, más bien desigualdades. Distinguir al mejor con el que no lo es, sin disimulos. No me importa que el Barcelona o el Madrid se gasten unas sumas de dinero escalofriantes. Lo que quiero es disfrutar cuando se enfrenten. Los organizadores lo saben. Que al tercero le sacan ocho puntos, qué más da. Saben que es más fácil captar un patrocinador al que le vendes que Goiko y López se van a enfrentar a Diego y a Irastorza en la gran final que cualquier otra combinación.
Que deportivamente es un fiasco. Depende. Quiénes son los habituales en cualquier liga o ranking. Los de siempre. En el tenis, en el golf, en el fútbol. Y cuando se da la sorpresa…. fantástico. Leo que Olaran y Etxeto han estado a punto de derrotar a Goiko y a López en San Juan de Luz. La épica, la gran sorpresa. El débil vence al poderoso. «El Eibar derrota al Madrid en Ipurua», bien podría ser titular la próxima temporada. Las desigualdades tienen cabida.
El deporte es una metáfora de la vida. Todos nacemos iguales (teóricamente) pero algunos son más capaces. Los intendentes en otros deportes no buscan que el dinero salga a la par. Lo que buscan es contar con los mejores para obtener la victoria. El deporte es una escenificación de la guerra donde sólo vale la victoria y no una cancha donde un puñado de apostadores busca ganar un dinero.
Y al público, a nosotros, nos encanta que ganen los buenos y a poder ser que sean los nuestros.