Caruso

Ocurrió hace años. Yo tenía 15. Esa noche, después de la función, Gino, el camarero que regentaba la cantina del frontón, me comentó si quería que me llevaran a casa. En lugar de coger el tranvía número otto (8), ellos me dejarían cerca de mi domicilio, en la Piazza Espagna. No me atreví a decirle que no y, al cabo de un rato, iba con ellos, el matrimonio y su hija –en realidad era hija de Stella– Gino era su segundo marido.

Montamos en el Alfa Romeo, modelo Giulietta de color blanco de dos puertas, entonces este coche era la bomba, un auténtico deportivo. Los padres me hacían preguntas. Yo les contestaba con pocas palabras en un italiano en fase de aprendizaje. Además, me sentía cohibido ante la presencia a mi lado de , Lilianna, la  ragazza de ojos negros y pelo oscuro como la noche milanesa, un año mayor que yo, sedici anni (16 años). Sentada a mi lado, Lilianna no habría la boca, justo sonreía.

Del Sferisterio Milano (así se llamaba al frontón de Milán)  a mi casa, a la Piazza Espagna, se tardaba  unos veinte minutos, diez minutos más en el tranvía número otto (8). Por su aspecto, tez morena y pelo negro lacio (ella, Stella, llevaba el pelo rubio teñido, al estilo Rafaela Carrá) se notaba a la legua que la familia era una de tantos emigrantes que habían emigrado del sur al norte de Italia, a Milano en este caso. Según me comentó Gino, venían de un lugar llamado Sorrento, “vicino a Nápoli”. Yo nunca había oído semejante nombre. La radio estaba encendida y a través de la emisora sonaban canciones italianas, una tras otra. De pronto , una voz rasgada acompañada de un piano, la canción me llamó la atención, más que eso, quedé prendido de ella y aunque los padres de Lilianna continuaban haciéndome preguntas, yo permanecía en silencio . La primera vez que escuchaba una canción tan conmovedora.

“Te piace la canzone, é”, me dijo Gino al darse cuenta que me había quedado mudo. “Molto”, le contesté. “Il cantante se chiama  Lucio Dalla”. Ese nombre no me decía nada. En mi estancia en Milán muchas cosas fueron para mi: la prima volta (la primera vez). “La canción se titula, Caruso. ¿Quieres saber por qué, la historia entorno a la canción”? me dijo Gino.

Me sonaba el nombre de Caruso, un cantante de ópera, o algo por el estilo. Poco más. Gino continúo hablando. «La primera y original versión fue escrita y cantada por Lucio Dalla, que dedicó esta canción a Enrico Caruso después de haber estado en Sorrento y haberse quedado impresionado por la belleza de la mia cittá”. Noté que Gino empezaba a emocionarse conforme proseguía su relato.

«A Lucio Dalla se le estropeó el barco y en Sorrento solo había disponible el lujoso apartamento en el Grand Hotel Excelsior Vittoria, donde Caruso vivió los dos últimos meses de su vida y donde se conservaban intactos sus libros, sus fotografías y su piano».
«Angelo, il mio nonno,(abuelo) tenía un bar en el puerto y él me contó la historia. Caruso regresó de América cansado y enfermo de un cáncer en la garganta y sabía que tenía los días contados pero eso no le impedía dar lecciones de canto a una joven de la cual estaba enamorado. Una noche de mucho calor no quiso renunciar a cantar para ella que lo miraba con admiración, así que, aún encontrándose mal, hizo llevar el piano a la terraza que daba al puerto y empezó a cantar una apasionada declaración de amor y sufrimiento. Su voz era tan potente que los pescadores, oyéndole, regresaron al puerto y se quedaron anclados bajo la terraza. Las luces de las barcas eran tantas que parecían estrellas o, quizás, las luces de los rascacielos de Nueva York… Caruso no perdió las fuerzas y siguió cantando sumergiéndose en los ojos de la muchacha apoyada al piano.
Esa noche su estado empeoró. Dos días más tarde, el 2 de agosto de 1921, Enrico Caruso moría en Nápoles. Esta canción que acabamos de oir narra el drama de esa noche… con luces y sombras del pasado… con muerte y vida. Un hombre enfermo que busca en los ojos de la muchacha un futuro que ya no existe. Un testamento de amor. Este fue su último concierto y este fue su excepcional público… el mar, las estrellas, los pescadores, las luces de las barcas y su amada».

Gino tenía la voz quebrada cuando acabó el relato que tantas veces había escuchado de labios de su abuelo. Para mi, era la primera vez. «Bella la historia, ¿é?». Era la voz de Gino otra vez. «Cuando Lucio Dalla supo de esta historia se retiró a su habitación, y de un tirón, escribió la letra de la canción «Caruso». Esta que acabamos de escuchar».

Llegamos a la Piazza de Espagna, donde yo vivía. Nos despedimos: «Ciao, ci vediamo domani». «Grazie», contesté. Era pasada medianoche. Las calles estaban vacías. El Alfa Romeo Giulietta fue alejándose hasta que torció en una calle a la derecha y desapareció de mi vista.

Han pasado más de 40 años. Busco en YouTube y doy con varias versiones y diferentes artistas que interpretan la canción «Caruso». Hay una en concreto, cantada a dúo por Lucio Dalla y Pavarotti, sencillamente extraordinaria. Este es el enlace por si puede interesar a alguien. Cuando pincho y escucho la canción el sentimiento no es tan impactante como aquella prima volta (primera vez). Sin embargo, me sigue emocionando, siento un nudo en la garganta, incluso hasta el punto de dejar escapar una furtiva lácrima.

Frontones Varados

Estos días se cumplen 40 años que se inauguró el frontón Carmelo Balda de Donostia. Así nos lo hace recordar en una red social el periodista de Euskadi Irratia, Iñaki Elorza. Cuatro décadas de andadura desigual. Puntistas, palistas, incluso remontistas. Partidos de empresa, quinielas, campeonatos de Euskadi, del Mundo. El «Balda» ha acogido distintas experiencias con resultados diferentes. Una de las mejores canchas para la práctica de la cesta-punta, a día de hoy, conserva su grandeza, pero, hay que decirlo, se encuentra infrautlizado.

Desde una perspectiva actual resulta asombroso entender cómo hace 40 años se construyeron semejantes palacios para la práctica de la pelota en sus modalidades de herramienta. La misma reflexión la podemos hacer en el caso del Gernika Jai-Alai, construido hace poco más de 50 años. Hoy en día nadie se plantea –salvo en Bilbao– construir un edificio de esa naturaleza. No hay dinero –salvo en Bilbao– y tampoco hay motivos que inciten a abordar un proyecto de tal naturaleza.

Hay excepciones, como en el caso de Zumaia, donde se está construyendo un frontón con cancha larga. Un proyecto modesto comparándolo con el Balda y con el Gernika Jai-Alai. Además de que Zumaia no tiene frontón cubierto tras la desaparición del Odieta. Si a eso le añadimos la singularidad de que Zumaia ha sido vivero de puntistas las últimas décadas. Pues ya existe un por qué de la construcción de ese nuevo frontón en la villa costera. El «para qué», esa ya es otra discusión.

El que frontones como el Balda o el de Gernika se construyeran me hace pensar lo que ha cambiado la sociedad en estos 40 año. La radical situación de la herramienta sobre todo en el campo profesional, menos en el aficionado. La respuesta del público, todavía, importante en la década de los setenta. Otro factor a la hora de promover la construcción del Balda es que Gipuzkoa no contaba con una cancha larga, un frontón público, tras la desaparición del Urumea (Galarreta existía pero este frontón era, y sigue siendo, privado).

Otra cuestión que ayudó a que tanto Gernika Jai-Alai como el «Balda» se construyeran fue debido a la dictadura entonces reinante en el estado español. Las autoridades en el ayuntamiento, diputación, el gobernador civil, todos eran franquistas. Lo que ellos decidían iba a misa. El mismo personaje, Carmelo Balda,–destacado dirigente en las distintas federaciones de pelota, anfitrión en los festivales del Urumea en honor al «Caudillo– era el dentista personal de Franco. No es de extrañar que habiendo elementos de la pelota como Carmelo Balda en el régimen franquista, se consiguiera llevar a cabo un frontón grandioso como es el «Balda». Por encima de todo, existía una demanda sociológica de mercado para la pelota; y, además, la política del momento fue su mejor aliada en casos como Donostia y Gernika.

La última gran construcción ha sido el «Bizkaia» de Miribilla. ¿Existe una demanda pelotística para justificar un proyecto de semejante envergadura? O, acaso ¿la motivación de las autoridades provinciales de Bizkaia actuales no concuerda con las que tuvieron los Balda y compañía?.

Curiosamente las dos opciones tienen un vínculo en común. Ambas dominaban el cotarro, unos en plena dictadura; los actuales, controlando el ayuntamiento y la Diputación. Gracias a esta posición política han sacado adelante el proyecto de Miribilla. Algo impensable, por ejemplo, en Gipuzkoa, por el reparto de poder y tribalismo que esto desencadena. Si tu dices A yo digo B; y viceversa.

Visto el panorama actual habrá que conformarse en que no tumben el Balda y el Gernika Jai-Alai. Y quien sabe si el Bizkaia de Miribilla no le ocurrirá lo mismo con el paso de los años y será objeto de debate también..

Divagando se me ocurre que pueden haber alternativas a esta hibernación a la que están sometidos los templos de la pelota en la actualidad.  Convertirlos en una especie de espacios multiusos. Centros cívicos donde tienen cabida un museo de la pelota, un archivo y centro de investigación donde se recoja todo aquel legado vinculado con la pelota vasca, actos culturales, exposiciones, conciertos, actividades deportivas… Pero sobre todo con una política de «discriminación positiva» en favor de las modalidades de pelota. Es decir, una concesión a una empresa privada siempre que  su explotación cuente con una presencia mínima de festivales de pelota.

Si se me permite el paralelismo, algo como lo que ocurre en Florida con el matrimonio de conveniencia entre jai-alai y resto de apuestas de casino. ¿Quieres explotar otro tipo de apuestas? Muy bien, pero mantén el jai-alai.

Soy de la opinión que si se pretenden sostener en pie los templos de la pelota, los motivos, el «para qué»,  la manera de enfocar la inversión, tiene que  cambiar radicalmente con respecto a lo que motivó a los emprendedores de hace 40 años. De no ser así, nuestros templos no se diferenciaran de los monumentos presentes en  plazas y calles, ornamentales sí. Invisibles. Pero sobre todo, inútiles.

«Ondarrun: dinero perro bailar»

«La función terminaba a las nueve de la noche y el bar quedaba abierto por lo menos dos horas más. Era seguro que se armara una buena tertulia y de paso aparecía siempre el juego de los chinos para ventilar los cuba libres o las bebidas de cada quien. Allí podían estar en el corro corredores y pelotaris más los amigos de ellos, más el juez de cancha y yo mismo, formando un grupo que podíamos ser 15 o 20 y a veces más».
Del libro «Ecos de un Frontón en Las Ramblas de Barcelona», autor: Fernandez Urquiaga.

Los jueves son noche de tertulia en el «Palas», en el Principal Palacio de Barcelona. Tras el cierre del frontón –un triste día de noviembre de 1988– Fernandez Urquiaga consiguió de las autoridades locales que, por lo menos, el bar del frontón siguiera funcionando; desde entonces lo hace en un horario de mediodía, tarde, noche –cuando se juntan los especímenes más inimaginables de la noche barcelonesa— hasta el amanecer del día siguiente. Gurmensindo, «Sindo», para los amigos, llevaba las riendas del bar de manera impecable, un auténtico profesional, fiel al «Palas», un hombre que no pierde la esperanza de volver a ver la reapertura del frontón ubicado en la tercera planta del Teatro Principal Palacio, en la Rambla Santa Mónica. Así pues, cada jueves, hacia las nueve,  habitualmente se juntan más de una docena de personas para charlar y ponerse al día de los últimos chascarrillos del mundo de la cesta-punta. Hay semanas que acuden invitados sorpresas, gente de paso. El general Azurmendi, conspirador eterno contra la pelota a mano. El investigador «Totolo» Urrutia. El empresario Totorika. Javi Clemente, el entrenador de fútbol, de paso por la ciudad condal, no desaprovecha la ocasión para acudir a la tertulia. Al igual que Pedro Mir, Anjelito Ugarte o «Charli» Urizar, entre otros.

El primero en llegar suele ser Pepe Chapazo, el antiguo cronista de pelota del diario deportivo «DesDicen», un hombre sabio, un verdadero entendido de pelota, el que lo sabe todo ya que le crecieron los dientes viendo jugar a figuras de distintas generaciones, empezando  por el gran Erdoza menor hasta los Goiko y Lopez pasando por Chiquito de Bolibar y Katxin. Nada más llegar, en cuanto  le ve entrar por el portón que daba al pasillo de cancha, Sindo ya le ha preparado su whisky con un cubito de hielo. Como de costumbre, antes de sentarse en el taburete, se acerca al retrato de don Eusebio (Erdoza menor) y le daba un beso: «El más grande entre los grandes».

Antonio el «Valenciano» es uno de los primeros en acudir a la cita. De elevada voz, buena persona y muy servicial, de mucho carácter. En la década de los ochenta, en plena burbuja inmobiliaria, uno de los mejores puntos del frontón, sino el mejor. De profesión contratista. En estos tiempos, azotado por la crisis, arruinado, se dedica a hacer chapuzas con un cuñado suyo, baños, cocinas… lo que se tercie, cobran por «b» al tener todos los bienes embargados.
Deba, el cestero, al que se le paró el reloj en Zaragoza, años 70, no se pierde la tertulia de los  jueves.
Sarasola, un chico de Isasondo, uno de los tantos pelotaris que se quedó en Barcelona tras el cierre del Palace, reside en Granollers, está casado con una frutera y acude de madrugada a Mercabarna. El año 88 tenía contrato para Florida. No ha asimilado la gran frustración que esto supuso. No se pierde un jueves.
«El Flaco» Zaldibia de Tolosa, ex corredor de apuestas. Jordi, el ascensorista, «periquito» a muerte, a veces, sale el fútbol como tema y entonces Jordi saca las garras si alguien se mete con su «Español» del alma. Así hasta completar la docena  o más que se juntan para tomar unos tragos  a los chinos, para no perder las buenas costumbres.

Llevaban como media de hora de tertulia cuando fue Gurmensindo, el jefe de camareros, quien sacó el tema estrella a colación. ¿»Habéis escuchado las declaraciones de Egiguren II a Txetxu Urbieta en Euskadi Irratia»…?. «Parece ser que este verano hay posibilidades de que se de algún tipo de circuito en Euskadi. Muy jugosa la entrevista». Fue Antonio el «Valenciano», el ex contratista el que saltó como un resorte. «Nada, ni caso, pura palabrería. Ahí hace falta mucha tela y ni dios quiere poner un duro. El único capacitado para poner en marcha algo por el estilo es Toto (Totorika). Nadie más que el «Tot» tiene los collons que hace falta…». No le dejaron terminar, Sarasola el de Isasondo fue el que le cortó en seco. «Ya estás con tu Totorika. Quién te crees que es ése ¿el Mesías…?. No te das cuenta que Toto está acabado en Euskadi, que se vaya a Filipinas y deje trabajar en paz a los demás, a los Egiguren, al Consejo y al Gobierno Vasco».

La cosa ya se había calentado. En pocos minutos, en segundos mejor dicho, la bronca estaba asegurada, no hacía falta gran cosa, la verdad sea dicha. El antes empresario, ahora humilde autónomo, saltó como un resorte. Más teniendo en cuenta que le había tocado la fibra al meterse con  su ídolo. Antonio «El Valenciano» era un «Totista» a  muerte, capaz de matar por defender al empresario de Durango. «Qué sabrás tú Sarasola. Qué sabrás tú de gestionar una empresa, de arriesgar un capital, de trabajar 24 horas. El «Tot» ha sido el único que en estos veinte años ha dado la cara en la pelota. Encima va y habré un frontón, dónde y en Filipinas. Así le pagan ahora, ninguneándole».
En la otra esquina de la barra, Deba, el cestero, le decía a Josep, ex juez de centro: «Entiende la cosa. Como Urtain nadie, si sigue así campeón del mundo, oye».
No había nadie que parara el discurso del valenciano, la defensa a ultranza en favor del emprendedor de Durango. De hecho, Toto se había convertido en trending topic, no  había jueves que el «Tot» no saliera a la palestra. Algunos lo defendían a muerte, el contratista a la cabeza; otros, como Sarasola, no lo podían ni ver; los menos callaban.

La bronca era ya importante. Hasta que surgió de la última fila, altura cuadro siete, la figura de Oroz III, que asestó un palazo encima del mostrador y se hizo el silencio.
Pepe Chapazo que no había abierto la boca hasta ese momento se dispuso a hablar. «Ascolti nois». «El problema no es Toto sí y los Egiguren, no. El problema es que hacen falta los mejores pelotaris del mundo para que funcione un circuito serio, de la otra manera, no hay circuito. Mientras Dania y Miami sigan abiertos, y las figuras ganen lo que ganan. No hay dinero en el Banco de España para pagarles. ¿Acaso pensáis que los Goiko, López y cía van a venir a jugar a Euskadi ganando menos?»
Gurmensindo, el jefe de camareros, se apresuró a repetir las palabras del «Txetxu» (Urbieta, locutor de Euskadi Irratia) en el sentido de que «Goiko y López estaban dispuestos a venir a jugar a Euskadi «si hay un proyecto serio».

Sarasola, el ahora frutero en Granollers, entró al trapo. Ni daba por bueno el argumento de Pepe Chapazo ni de lo que acababa de oír de labios de «Sindo». «¿Y dónde está el compromiso de los pelotaris. Para qué se hizo la huelga en el 88. A nosotros que no fuéramos a jugar en apoyo a los huelguistas. Y ahora qué. Sólo cuenta el dinero. Acaso no es hora de que arrimen el hombro…? Unos peseteros, eso es lo que son».
Jordi, el ascensorista:  «Ascolta, Sarasola, los deportistas son en todas partes iguales. Sea el Mesi o el Goiko. El escudo del club no vale res de res cuando son las peles lo que cuenta. Se lesiona un deportista y qué pasa. Nadie se acuerda de él. Exigir sacrificios a los atletas no es de recibo. Son los gestores del club, empresarios, la federación, los que tienen que arreglar el tema».
Deba, al oír «federación, levantó la voz. «Eso, eso, federación, entiende la cosa, esos son los que tienen que luchar para que Urtain pelee contra Cassius Clay por el título mundial».
La peña ya estaba acostumbrada a las salidas de bombero de Deba  –ex cestero primero en Zaragoza, después en Barcelona–  y ni dios le hacía caso.

Iban ya por el cuarto trago, el ambiente caldeado a más no poder como todos los jueves. Gurmensindo, el jefe de camareros, intentaba calmar los ánimos. Antonio, el ex contratista, brindaba por  el «Tot» (Totorika), el único que tenía collons de verdad para hacer las cosas. Sarasola, a lo suyo, erre que erre, pidiendo colaboración entre  las partes, sobre todo, esfuerzo,  a las figuras. Txopitxe, el que fuera corredor: «A río revuelto ganancia de pescadores. Los franchutes, con Lilou (Etxeberria) a la cabeza van a salir beneficiados de toda esta movida». Chapazo, el ex cronista, comentaba en un corrillo que antes en la época del Novedades, del Palace, en México y  Cuba, la misma historia, las figuras han tenido la sartén por el mango. Otro de la partida, Aramendia, un ex puntista de Ondarroa afincado en Barcelona, tras darle un buen trago al cubata, exclamó: Ondarrun, «dinero, perro bailar».
Después de más de media docena de tragos y sus correspondientes juegos a los chinos, cada cual se marchó por donde vino. Hasta el jueves que viene. » Buenas Ramblas», como decía Pepe Chapazo.